No es seguro que Jesús tomase café, pues hasta el siglo XV no se popularizó esta bebida en los países del Oriente Medio, pero estoy seguro de que ahora, si estuviera entre nosotros con el cuerpo que tenía antes de resucitar, tomaría café como todo el mundo, pues al encarnarse se hizo en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Y tomar café no es pecado. Por eso, me atrevo a invitarle cada domingo a tomar un café mientras me comenta su Evangelio, y luego os lo cuento.