No os hagáis ilusiones

Pedro Escartín
7 de diciembre de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del II Domingo de Adviento – (07/12/2025)

En este segundo domingo de Adviento, el evangelista Mateo pone ante nuestros ojos al Bautista (Mt 3, 1-12). La presentación que hace de él produce algún escalofrío: además de describirlo como un predicador austero, recoge las duras palabras que dirigió a fariseos y saduceos cuando acudieron a ser bautizados junto con mucha gente buena que quería purificarse de sus pecados. Por qué se mostró tan duro con la élite de Israel es lo que voy a preguntar a Jesús mientras tomamos café…

– Supongo que imaginas qué estoy pensando -le he dicho acercándole su taza de café-.

– ¿Cómo quieres que lo sepa, si no me lo dices? -me ha respondido con ironía-.

– No es difícil intuirlo después de escuchar en el Evangelio de hoy las palabras del Bautista -he aclarado-. No sólo llamó “raza de víboras” a la élite religiosa de Israel, sino que les advirtió que no se hicieran ilusiones pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de las piedras. Luego, les amenazó con la imagen del hacha afilada sobre la raíz del árbol dispuesta a talarlo y echarlo al fuego sin misericordia. ¿Dónde queda, en sus palabras, el “evangelio de la misericordia” que tú viniste a anunciar detrás de Juan?

– Amigo, la buena noticia de la misericordia no anula el cambio de vida; por el contrario, la conversión es consecuencia de la misericordia -me ha explicado pacientemente después de tomar un sorbo de café-. Al bautizar en el Jordán a los que acudían a él, Juan pretendía suscitar en ellos la urgencia de cambiar de vida, porque su bautismo no era un rito vacío para tranquilizarlos.

– Por lo visto, el Bautista pensó que aquellos hombres que se consideraban modelo de religiosidad para los israelitas, al bautizarse, sólo querían manifestar que ellos también pretendían purificarse, pero sin haberse convertido. ¿No piensas que Juan los juzgó precipitadamente? -he insistido-.

– Juan los conocía de cerca y tenía motivos para pensar que no eran sinceros. Recuerda que yo también me sentí obligado a ponerlos en evidencia en alguna ocasión…

Y después de tomar pausadamente otro sorbo de café, Jesús ha añadido:

– Un buen día, el fariseo Simón quiso que yo comiera en su casa. Una mujer, pecadora pública, al saber que yo estaba en casa de Simón, se me acercó por detrás, comenzó a llorar, me lavó los pies con sus lágrimas y los ungió con un perfume que trajo consigo. El escándalo estaba servido. Simón pensó: “Si este fuera profeta, sabría qué clase de mujer es la que le está tocando”. Entonces, dije a Simón: “Cuando entré en tu casa no me diste el beso de paz ni ungiste mi cabeza con aceite; en cambio ésta no ha dejado de besarme los pies y los ha ungido con perfume. ¿Por qué lo ha hecho?” Y a continuación le conté esta historia: “Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta; como no tenían para pagarle, perdonó a ambos ¿Quién de ellos le amará más?” Simón respondió: “Supongo que aquel a quien perdonó más”, y yo concluí: “Te digo que ésta muestra tanto amor porque sus muchos pecados han sido perdonados” (Lc 7, 46-50). El sentirse perdonada produjo el cambio de su vida. ¿Se sentían perdonados los fariseos y saduceos que acudieron a ser bautizados? ¿Estaban decididos a cambiar de vida?

– No lo sé -he respondido-, pero sospecho que Juan tenía motivos para pensar que no.

– Pues ahí tienes el porqué de su amenaza -me ha dicho abriendo sus brazos como si con ellos deseara abrazar el mundo entero-.

Después me ha dado a entender que ya no quedaba café y debíamos irnos…, y cambiar de vida.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 1-12)
Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».
Palabra del Señor

Este artículo se ha leído 45 veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas