Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo de la Sagrada Familia – (28/12/2025)
El jueves pasado celebrábamos el nacimiento de Jesús en Belén de Judá. La Iglesia nos invita hoy a fijar nuestros ojos en la familia del recién nacido: María, su madre, y José, el esposo de María, que junto a Jesús constituyen esa Familia Sagrada, que nuestro Padre Dios “ha propuesto a los ojos de su pueblo como maravilloso ejemplo” para que “imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo”. Es lo que hemos pedido en la primera oración al comenzar la Eucaristía. Una familia “sagrada” y también maltratada, a juzgar por lo que hemos escuchado en el Evangelio de este domingo (Mt 2, 13-15. 19-23)…
– ¿Quién maltrató a mi familia? ¿Por qué dices eso? -me ha preguntado Jesús después de que le haya contado lo que vengo pensando-.
– Porque tengo la impresión de que el Padre hubiera podido tratar con algo más de consideración a María y al bueno de José. Aún no se habían repuesto del penoso viaje de Nazaret a Belén y, poco después de que ella diera a luz en condiciones lamentables, los encontramos otra vez en el camino, ahora hacia Egipto, para salvar la vida de aquella criatura recién nacida. Permitió que se convirtieran en una familia emigrante buscando lejos de su casa la seguridad que su tierra les negaba. ¿Dónde quedaba la promesa, que Gabriel hizo a María, de que tú, su hijo e Hijo del Altísimo, serías grande? -he dicho con vehemencia como si trajera la queja preparada-.
Siempre que Jesús quiere corregir mis apreciaciones desorientadas, me sonríe, me mira con paciencia y toma un poco de café, esperando a verme dispuesto a escuchar. Es lo que ahora ha hecho.
– Tú dirás -he dicho por fin, tomando la taza de café en mis manos y disponiéndome a escuchar.
– Te veo un poco soliviantado y no te lo reprocho. Pero he de recordarte un par de cosas que a veces no tienes en cuenta. Sigues convencido de que el Padre ha de intervenir en vuestra historia por los caminos que vosotros consideráis más eficaces. En esta ocasión, estás pensando que hubiera debido allanar el camino para que José encontrara acomodo a María en Belén y para evitar que la llegada de los magos alarmase a Herodes. ¿Me equivoco? Pero olvidas que Él aprecia vuestra dignidad con todas sus consecuencias; por eso ha dejado la historia humana en vuestras manos: acoger a María y José en Belén y recapacitar sobre la pregunta de los Magos era responsabilidad de las gentes de Belén y de Herodes, no del Padre. Para recapacitar ya había enviado a los profetas.
Me he quedado en silencio considerando sus palabras y, un poco avergonzado, he dicho:
– Es verdad, aunque fácilmente lo olvido. Dime ahora qué otra cosa he pasado por alto.
– Pues que el Padre ha querido solidarizarse con el género humano hasta el extremo de que su Hijo pasara por uno de tantos. Es la única manera de hacerse verdaderamente solidario. Vuestro papa León lo ha recordado en su primera exhortación cuando ha escrito: «Dirijo un sincero agradecimiento a todos los que han escogido vivir entre los pobres; es decir, aquellos que no van a visitarlos de vez en cuando, sino que viven con ellos y como ellos».
– ¡Nadie como tú ha escogido vivir “con” los nosotros y “como” nosotros! Cada vez que lo pienso me sorprende más esa extrema solidaridad tuya, que te ha llevado a que tu “sagrada” familia sea una familia de emigrantes -he exclamado apurando mi taza de café-. ¡Cómo necesitamos tenerlo en cuenta para no creer que los emigrantes ponen en peligro nuestro bienestar!
Y cogiendo los guantes y bufanda hemos salido a la calle.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (2, 13-15. 19-23).
Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.
Palabra del Señor