Anunciad lo que estáis viendo

Pedro Escartín
13 de diciembre de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del III Domingo de Adviento – (14/12/2025)

El tono dominante del tercer domingo de Adviento es la alegría. La antífona de entrada, tomada de la carta de san Pablo a los Filipenses, nos invita a: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca». No hacen falta mayores explicaciones: la cercanía de la Navidad motiva nuestra alegría y así lo pregonan los villancicos que resuenan en nuestros oídos durante estos días. Pero ¿era ésta la alegría a la que nos invitó el Apóstol?

– Te veo preocupado -me ha dicho Jesús nada más entrar en la cafetería-. ¿Qué te pasa? Hoy es el domingo de la alegría y tú tienes cara de funeral.

– No se te escapa nada -he suspirado mientras indicaba al camarero que nos preparara lo de todos los domingos-. No sé si te parecerá contradictorio, pero a veces la Navidad me produce más tristeza que alegría: tanto gorrito de “papá Noel”, tanto arbolito y tanto encendido de luces nos hacen olvidar que tu encarnadura en nuestra raza ha sido el gran “acontecimiento” de nuestras vidas.

– Te veo un poco negativo -me ha dicho acercándome una de las tazas de café que el camarero nos ha servido-. Yo ya estoy curado de espantos: mi nacimiento en Belén solo fue festejado por unos pobres pastores, que velaban su rebaño, y por unos extranjeros, que llegaron desde Oriente. Las gentes de Belén no se enteraron ni proporcionaron un triste rincón en el albergue a José y a mi madre, que tuvo que parirme en un establo, y las gentes de Jerusalén se sobresaltaron cuando aquellos extranjeros preguntaron por mí. Ya me he acostumbrado a estos sinsabores…

– Lo cual no me sirve de consuelo. Llevamos veinte siglos celebrando tu nacimiento y cada año aparece un nuevo señuelo para hacernos olvidar lo que de verdad importa.

– Sigues viendo solo lo negativo. ¿Dónde te quedan las gentes que me descubren encarnado en los pobres, en los hermanos con los que conviven, en los acontecimientos que ocurren…? Me parece que sufres la misma ansiedad que afectó a Juan el Bautista cuando, en la cárcel, oyó hablar de mis obras: envió a sus discípulos para que me preguntaran: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Lo has escuchado en el Evangelio de este domingo (Mt 11, 2-11). Juan estaba inquieto pensando que yo no convocaba a la conversión, porque no amenazaba con castigos divinos, como él hizo. La soledad de la celda en la que le recluyó Herodes por haberle recriminado sus pecados venía minando su moral. ¿Recuerdas cuál fue la respuesta que di a sus emisarios?

– Sí. El evangelista la recogió con precisión y se me ha grabado en la memoria: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

– Pues ahí tienes mi respuesta a ese temor de que se pierda el verdadero sentido de la Navidad: ¡no te escandalices si los pobres son evangelizados! Yo curé a ciegos, cojos y leprosos, y resucité muertos como un anuncio de lo que será el reino de Dios. Mientras haya gente dispuesta a cuidar e identificarse con los pobres, habrá esperanza.

– Y por el modo con el que Juan vestía y vivía se había identificado con los pobres -he exclamado-.

– Por eso dije que no había nacido de mujer uno más grande que él, sin olvidar que cualquier pequeño que mantenga la esperanza de que el reino de los cielos ha llegado a vosotros, es tan grande o más que Juan. Tendremos que dar por terminada la tertulia -ha dicho poniéndose de pie-, pero no dejes de estar alegre, porque tu salvación está más cerca que cuando empezaste a creer.

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (11, 2-11)
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti”. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Palabra del Señor.

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