Compadécete de este pecador

Pedro Escartín
25 de octubre de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXX domingo del Tiempo Ordinario – (26/10/2025)

Después de la parábola del juez y la viuda, el evangelista Lucas recoge otra en la que también hay dos personajes: un fariseo y un publicano (Lc 18, 914). La hemos escuchado hoy en la Misa dominical y, al igual que en alguna otra ocasión, la actitud de Jesús me ha dejado intranquilo, porque…; bueno, ahora mismo lo comento con él.

– Toma un sorbo de café, que está muy gustoso y calentito -le he dicho- y escucha mis cuitas, porque hoy me has dejado perplejo con tu parábola del fariseo y el publicano.

– Tú dirás -ha reaccionado, dejando ver la sorpresa en su cara-.

– Por de pronto, parece que la tenías tomada con los fariseos; nunca quedan bien en tu Evangelio, y, sobre todo, esta parábola da la impresión de que cumplir la Ley sirve de poco, pues el que volvió a su casa justificado fue el publicano que, como recaudador de impuestos para los romanos que era, se aprovechaba de su oficio y se enriquecía extorsionando a los contribuyentes…

– Efectivamente; aquel publicano estaba corrompido por su amor al dinero, pero ¿qué decía arrodillado en un rincón del templo sin atreverse a levantar los ojos al cielo?

– ¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador -he dicho de inmediato-.

– ¿Y recuerdas cómo era la oración del fariseo? -ha continuado mirándome fijamente-.

– Bueno, pretendía recordarle a Dios que él cumplía la Ley punto por punto e incluso hacía más de lo mandado. Pero cumplir la Ley no es malo… -he argumentado-.

– … ¿Y despreciar al que tienes junto a ti? -me ha rebatido-. Mira, el fariseo estaba convencido de que el Reino de Dios le pertenecía y se lo estaba ganando a pulso con sus buenas obras. El publicano, en cambio, se daba cuenta de su mal comportamiento y sólo era capaz de decir: “¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador”. Se reconocía pecador y, con ello, daba el primer paso efectivo para convertir su mala vida en la de un hombre honesto. Los historiadores cuentan que no todas las decisiones de Jorge Mario Bergoglio durante su etapa de superior de los jesuitas en Argentina fueron las mejores que podían tomarse, pero, cuando los cardenales lo eligieron papa, se le preguntó conforme al protocolo si aceptaba la elección. Entonces, Bergoglio respondió «Sí. Aunque soy un pecador». Luego eligió el nombre de Francisco y trató de parecerse al “Poverello” de Asís el resto de su vida. ¡Cuántas veces os pidió que rezaseis por él, porque era un pecador…!

Me he quedado en silencio mientras dejaba que sus palabras hicieran mella en mi alma, y después de tomar un sorbo de café le he dicho:

– Entonces, la actitud del fariseo creyéndose mejor que los demás y su desprecio del publicano ¿eran consecuencia de no reconocer que él también era pecador?

– Así es -ha recalcado y ha añadido después de apurar su taza de café- La “buena noticia” que he venido a anunciaros es el “evangelio de la gracia” o del amor generoso del Padre, que perdona y os busca para que también vosotros seáis generosos en el perdón y en la aceptación de los demás, porque «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

– ¡Qué dicho tan oportuno! Nadie es menos atractivo que quien se siente bueno y se muestra engreído por su bondad -he exclamado-.

Y, recogiendo nuestras cosas, nos hemos despedido hasta el domingo próximo, si Dios quiere…

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14)

En aquel tiempo, Jesús dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

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