El 28 de junio, el papa Francisco creó cardenal al arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José Omella, natural de Cretas (Teruel). Este pueblo, representado por su alcalde, Fernando Camps, por su párroco, Tomás Duda, y por fieles seguidores cretenses, acompañó a su paisano en Roma. Su madre, Laura, y su hermana, Rosaura, también formaron parte de esta comitiva, entusiasmadas e ilusionadas por acompañar a su hijo y hermano en un acontecimiento tan importante.

Cuando el sol aún no se había asomado a la ventana, los cretenses subíamos al autobús que nos llevaría al aeropuerto de Barcelona. Así, riojanos, catalanes y aragoneses hemos convivido en Roma durante cuatro hermosos días, demostrando lo fácil que es entenderse cuando hay una causa común: celebrar el cardenalato de un gran hombre, amigo de todos y cercano al pueblo, Juan José Omella, y todo alrededor de una piedra angular, Jesús.

Junto a sus paisanos

Ha sido un viaje un poco pesado por los madrugones, pero la alegría y la ilusión superaron con creces el cansancio. Monseñor Omella agradeció la proximidad de su pueblo y, cuando pudo, hizo alguna escapada para saludarnos, charlar e incluso participar en las jotas cantadas en su honor y, por supuesto, para hacerse fotografías con sus paisanos y acompañantes.

Además de arropar a nuestro cardenal, lo hemos pasado muy bien por las calles de Roma, probando el exquisito café y los refrescantes “gelati” italianos, tirando alguna moneda a la Fontana de Trevi o haciendo fotos por todas partes. Una guía conquense, genial y teatrera, nos alegró la tarde libre, haciéndonos admirar el arte romano y todas las maravillas arquitectónicas de la Ciudad Eterna.

El día 30, último día de nuestra estancia en Roma, oímos misa en el colegio español de San José, oficiada por el nuevo cardenal y concelebrada por cuatro obispos y 48 sacerdotes. Terminada la eucaristía, a la salida, recibimos al cardenal con una traca de globos y un aplauso general, demostrando nuestra alegría y satisfacción por lo alto que ha dejado el pabellón de Cretas.

A continuación, el autobús nos trasladó a la basílica de “Santa Cruz en Jerusalén”, parroquia adjudicada al cardenal Omella, donde admiramos la reliquia de la Cruz de Cristo, que trajo Santa Elena.

Orgullosos de que un hijo de Cretas haya llegado a cardenal, nos halaga que monseñor Omella manifieste con claridad que él quiere “crear comunidad y fraternidad por la Paz, contribuyendo siempre a la convivencia”, tan necesaria en estos días. Hemos de resaltar que, en su escudo, conjuga su origen aragonés con la sede que ocupa, Barcelona, presidido por la imagen de la Virgen de Misericordia de Cretas, con el siguiente lema: “Per misericordiam Dei nostri”.

Decía don Ramón del Valle-Inclán: “Nada es como es, sino como se recuerda”. Nosotros lo recordaremos como un gran acontecimiento en la historia de Cretas.

 

PALABRAS de Juan José Omella

“Todo el mundo en la Iglesia sabe que el cardenalato es para servir mejor a los demás, a la gente, y sobre todos a los más débiles. Es decir, no es tanto una carrera como un servicio.

“Ha de servir para construir fraternidad y crear más comunión dentro de un mundo que necesita que trabajemos por la paz y la concordia, por la solidaridad de los unos con los otros, más que por la confrontación entre civilizaciones, religiones y culturas”.

Este nombramiento me exige una mayor entrega a la misión. Y quiero entregarme cueste lo que cueste con responsabilidad a este servicio”.