Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Gracias, muchas gracias

21 de mayo de 2025

León XIV, nuevo Obispo de Roma. Don de la Trinidad Santa a la Iglesia (y de los Cardenales, acompañados por la oración de muchos, muchos, muchos). Sucesor de Pedro, no de Francisco.

Gracias, muchas gracias.

Francisco, Obispo de Roma que, querido por tantos, tantos, tantos, pasó a la presencia gozosa de la Trinidad Santa.

Gracias, muchas gracias.

“La gratitud reside en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe agradecer es sencillamente alguien que ha olvidado el lenguaje de Dios”.

“El lenguaje de Dios”. ¿Puede haber mejor descripción de la gratitud?

Y es afirmación de Francisco[1].

Si “siempre es tiempo de esperanza” (14 mayo 25, en esta misma sección), siempre es tiempo de gratitud. La vida sin esperanza no es vida plena. La gratitud es un signo de que la esperanza habita en nuestra existencia. De que forma parte de nuestra vida.

Quien aprecia la vida sabe dar gracias. Cuando la vida es tranquila, sencilla, fraterna. Cuando no es tranquila, sencilla, fraterna también. Así sentiremos la necesidad de hacerla siempre así: tranquila, sencilla, fraterna.

Quien tiene esperanza es agradecido. Le surge espontáneamente. La esperanza y la gratitud son hermanas que se llevan requetebién.

¡Tenemos tanto, tanto, tanto por agradecer! Siempre más. Cuanto más damos gracias, más encontramos motivos para agradecer.

La acción de gracias aviva nuestros sentidos y nuestro entendimiento para agradecer más y mejor.

Porque agradecer nos ayuda, y mucho, a valorar lo que tenemos, sin compararnos con nadie ni sentirnos infelices, ni des-graciados. Nos hace comprender que todo lo hemos recibido gratis.

De ahí que dar gracias porque lo hemos recibido gratis nos hace más solidarios, más decididos a dar gratis porque lo hemos recibido gratis (cfr. Mt. 10,8). Comenzando por la vida.

Ya lo dice el refranero popular: Es de bien nacidos ser agradecidos.

Nacidos de Dios Padre, lo imitamos aprendiendo y viviendo su lenguaje si queremos ser lo que somos: sus hijos. Por eso, la gratitud reside en el corazón mismo de la fe. Es imposible ser creyente-cristiano sin ser agradecidos.

Comenzando por la vida y siguiendo por la fe. Dar gracias por vivir y por creer. La vida y la fe las hemos recibido gratis.

Hablemos el lenguaje de Dios:

Gracias por la vida.

Gracias por el amor.

Gracias por la familia.

Gracias por la fe.

Gracias por la creación.

Gracias por la belleza.

Gracias por la dificultad.

Gracias por la fraternidad.

Gracias por tanto.

Gracias por todo.

GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS…

[1] Francisco. ESPERANZA. LA AUTOBIOGRAFÍA. Pág. 60. Madrid 2025.

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