Opinión

Ángel Calvo Cortés

La fe personal viva y el seguimiento de Jesús

7 de julio de 2025

Luis, viudo y sin hijos, es empresario por vocación. Habíamos quedado a cenar. Para mi gusto, es una persona interesante y hablar con él me deja huella. Te cuento cosas de nuestra conversación por si te pueden servir. Él fue el que más habló. Yo tomaba apuntes en mi memoria.

Él me dijo después de los saludos: lo más valioso que tengo es mi propia persona, o sea mi vida y mi fe. Eso son “mis talentos” y, según el evangelio tengo que hacerlos lo más  rentables posible. Gestionar bien estas dos cosas es para mí lo más importante y, además, ya sabemos todos que estas tareas son las más transcendentales e INDELEGABLES. Ningún director espiritual, ni el mismísimo Papa, puede decidir por mí. Me quedó grabada esta frase de un profesor mío en secundaria: educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, no para ser gobernadas por otros. Hay mucho ciego guiando a otros ciegos. Los negocios me van bien, aunque este Trump nos va a volver locos a quienes nos dedicamos a la importanción-exportación… Pero de qué me sirve ganar el mundo entero si como persona soy un fracasado. El papel que me ha tocado a mí en la historia humana (repite dos veces la frase subrayando “mí” e “historia”) y mi fe están muy mezclados.

Además, la obediencia me parece una virtud peligrosa. Eso sí, no quiero ser una persona cerrada: escucho a todos y leo porque tengo que seguir aprendiendo y cambiando. Te escucho incluso a ti (ja, ja, ja) pero yo decido y me hago responsable de las consecuencias de mis acciones, inacciones y decisiones.  Ya sé que “a la gente no gusta que uno tenga su propia fe”, pero soy así. A veces, cuestiono mis propias opiniones y no sólo sobre temas técnicos de empresa. Procuro ser honrado conmigo mismo. Mis amigos me ayudan mucho y hasta me riñen. Sin ellos creo que me sentiría muy solo.

Digo que soy responsable de mis acciones y de mi fe. En realidad, la fe es el motor de mi vida, el referente principal en mis decisiones. Creo en el Dios que presenta Jesús según  los evangelios, más que en las misas y los rezos. Soy hombre de acción, ya me entiendes. Prefiero la solidaridad a los rezos. Mis conversaciones con Dios son mentales, frecuentes e informales. No le pongo rostro humano porque Dios es cercano pero absolutamente distinto. Las personas somos sagradas porque  realmente llevamos a Dios dentro. A la mayoría de los curas no les entiendo de qué están hablando ni en qué idioma.

Mi papel profesional es difícil. Trato de preocuparme de los empleados como personas completas, no solo como trabajadores y, cuando lo logro, me siento contento. Estar informado de la realidad verdadera es muy muy difícil hasta cuando se trata de datos numéricos. Hasta que el león no aprenda a escribir, las historias y las noticias  glorificarán al cazador. Soy bastante feliz aunque me duele la injusticia y la violencia contra las personas. Veo claro lo que decía Freud: la mayoría de la gente no quiere realmente la libertad porque la libertad implica responsabilidad e implicación y la gente a eso lo teme. Así no puede haber democracia verdadera ni creyentes adultos en la Iglesia.

Al final, me dijo: Te confieso que esta conversación me la he preparado como hago con las juntas de accionistas. Quiero que me des tu opinión sobre mi vida y mi fe. Me lo esperaba, y también yo llevaba preparada y escrita la respuesta. Le leí este texto de Thomas Mertón: El principio del amor es dejar que aquellos a quienes amamos sean perfectamente ellos mismos y no torcerlos para que se ajusten a nuestra propia imagen. De lo contrario, amamos sólo el reflejo de nosotros mismos que encontramos en ellos.

En situaciones normales, la única forma en que una persona debe intentar influir adecuadamente en otra es animándola a decidir por sí misma, en lugar de esforzarse para inculcarle opiniones prefabricadas en su cabeza. Cada uno de nosotros es singular y debe encontrar él mismo su propia luz. Es el cliente del coaching quien debe buscar las soluciones dentro de sí mismo. El coach no debe dar consejos ni soluciones. Un maestro espiritual no debe enseñar qué camino seguir, sino mostrar cómo el discípulo debe encontrar su camino o la respuesta interior.

Tienes razón pero, “porfa”, dame tu opinión para que me sienta más acompañado porque mucho de lo que pienso la culpa la tienes tú porque te lo he oído a ti.

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