Vivir en la pregunta

Raúl Romero López
15 de junio de 2020

SALMO 79

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Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,

han profanado su santo templo,

han reducido Jerusalén a ruinas;

echaron los cadáveres de tus siervos

en pasto a las aves del cielo,

y la carne de tus fieles

a las fieras de la tierra.

Derramaron su sangre como agua

en torno a Jerusalén,

y nadie la enterraba.

Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,

la irrisión y la burla de los que nos rodean.

¿Hasta cuándo, Señor?

¿Vas a estar siempre enojado?

¿Arderá como el fuego tu cólera?

Derrama tu furor

sobre los pueblos que no te reconocen,

sobre los reyes que no invocan tu nombre:

porque has devorado a Jacob,

han asolado sus casas.

No recuerdes contra nosotros

las culpas de nuestros padres;

que tu compasión nos alcance pronto,

pues estamos agotados.

Socórrenos. Dios salvador nuestro,

por el honor de tu nombre;

líbranos y perdona nuestros pecados,

a causa de tu nombre.

¿Por qué han de decir los gentiles:

«Dónde está su Dios»?

Que a nuestra vista

conozcan los gentiles la venganza

de la sangre de tus siervos derramada.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:

con tu brazo poderoso

salva a los condenados a muerte;

y a nuestros vecinos págales siete veces

la afrenta con que te afrentaron, Señor,

 Mientras, nosotros, pueblo tuyo,

ovejas de tu rebaño,

te daremos gracias siempre,

contaremos tus alabanzas

de generación en generación

INTRODUCCIÓN

El motivo de esta súplica nacional del salmo79 es la deplorable situación en que se encuentra Israel. Jerusalén, la ciudad santa, y su templo, la morada de Dios entre los hombres han sido destruidos por los enemigos. Muchos fieles han caído bajo la espada. A los orantes les ha impresionado, de una manera especial, la sangre; la sangre derramada de tantos hermanos que, desde la tierra, grita y exige reparación plena y completa. Los pueblos vecinos celebran esa derrota. Dios pastor no puede abandonar su rebaño. Si Dios se hace el sordo y no escucha las voces desgarradas de su pueblo, los paganos pensarán que es inútil servir al Señor y quedará comprometido el honor de su Nombre.

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

El salmista no sale de su asombro. ¡Dios mío! Los enemigos han profanado “tu templo”,  “tu heredad! (v. 1).

Aquí se trata de un asunto de Dios: “tu heredad”, “tu templo”. Alguien ha atentado contra tus posesiones y tus súbditos. Profanar el santuario es delito grave denunciado por los profetas (Jer 7,30). Ante este hecho tan lamentable Dios no puede quedar indiferente. La misma literatura antigua recoge este hecho con verdadero asombro: “Los enemigos han entrado en tu santuario, en tu habitación sagrada; ellos la han ensuciado. En tu santo lugar han colocado los pies y han destruido tu morada”.

Es muy grave el que una familia no pueda enterrar a sus muertos. (v. 2).

La batalla ha sido tan cruel que no ha quedado gente ni para enterrar a los muertos. «Los muertos son tan numerosos y los hombres válidos tan pocos que no hay quien los pueda enterrar» (E. Osty).

Dejar a una persona sin sepultura era, en aquella cultura, la suprema desgracia para un judío, ya que según ellos, el alma no desciende al lugar del descanso en el seol a no ser que el cuerpo descienda también al lugar del descanso en la tumba.  Y esta situación se está dando materialmente en estos días. Los familiares de los que mueren con el “corona-virus” no pueden enterrar a sus muertos. Y esto supone una segunda muerte.

La sangre derramada injustamente siempre está clamando al cielo. (v. 3-4)

Derramar sangre es una forma técnica para hablar de homicidio. Pero esa sangre hay que enterrarla o cubrirla para que no clame al cielo (Gn 4,10).

Son objeto de burla por parte de los enemigos. Es como si le dijeran a Dios: «Nos has expuesto como materia al infinito de las risas burlonas; aquellos que hacen círculos alrededor de nosotros para mirarnos» (P. Claudel).

La verdadera fe necesita hacer preguntas. «¿Hasta cuándo, Señor? (v.5)

Vivir en la pregunta. Ése es un buen modo de indicar la sana tensión en que se mueve la fe. Quien en cuestiones de fe lo tiene todo claro, quien no tiene fisura alguna en su sistema espiritual, tal vez esté indicando que su fe carece de contenido. Los
salmistas preguntan: ¿por qué? El mismo Jesucristo moría preguntando: ¿por qué me has abandonado? Muchas preguntas acerca de la fe provienen de un gran deseo de creer.

Más que pedir a Dios venganza contra los enemigos, los judíos deberían reconocer sus pecados. (v. 6-7)

Los caminos de Yavé desorientan al salmista; en vez de castigar a los judíos por sus debilidades, tenía que castigar más a los paganos, grandes criminales, a causa de su ateísmo práctico y de los grandes sacrilegios cometidos contra el pueblo y la
casa de Dios.

Cuando Dios se acuerda de nosotros es para perdonarnos y no para castigarnos. (v. 8-9).

El salmista le pide a Dios que su recuerdo sea para el bien y no para el mal. Es verdad que Dios castiga las iniquidades de los padres hasta la tercera y cuarta generación … pero no es menos verdad que su misericordia llega hasta mil generaciones (Ex 20,5-6). No hay proporción entre el castigo y la compasión.
Dios es rico en misericordia.

Los judíos piden a Dios venganza contra los enemigos para salvar su honor. ¿No tendrá Dios otra manera mejor de conservar su honor? (v.10).

A los ojos de los judíos la derrota puede ser un castigo de Dios, pero a los ojos de los paganos corre el riesgo de ser un signo de su impotencia para proteger a Israel; o de despreocupación por el pueblo. ¡Cómo se reirán de Israel y de su Dios al ver cómo se alarga la prueba! Por su propio honor, Dios debe de actuar. Debe vengar a sus siervos que han sido asesinados. La venganza contra los enemigos no es algo sorprendente en el Antiguo Testamento. «Él vengará la muerte de sus siervos, tomará venganza de sus enemigos y perdonará a su país y a su pueblo» (Dtn 32,43). En el A.T hay muchas preguntas que quedarán colgadas en suspenso hasta la venida de Jesús, el verdadero exegeta del Padre.

Los moribundos se merecen nuestro respeto, nuestro cariño y nuestra oración. (v. 1).

Aquí se ora por los cautivos que se encuentran en el umbral de la muerte, es decir, que pueden ser ejecutados en cualquier momento. Yavé debe intervenir con brazo poderoso y preservar la vida de los que se hallan en grave amenaza. Escenas escalofriantes las de estos días de la pandemia en los hospitales donde los moribundos piden una mano amiga, una sonrisa, un gesto de cercanía antes de dar el paso definitivo.

El pueblo de Dios está tan convencido de su fe en Yavé que incluso sabe garle gracias y alabarle antes de que intervenga (v.13)

         Aquí se afirma la comunión indisoluble entre Yavé y su pueblo. Con el motivo del pastor vuelve a sonar el motivo de la confianza. Bajo la guía y dirección del pastor Yavé, Israel se siente protegido y salvo. La oración de súplica se convierte ya en un cántico de acción de gracias y expresa la certeza de que la oración va a ser escuchada.

De tal manera maneja Israel certezas de fe que puede terminar su oración con una promesa de acción de gracias.

Aunque al salmista le parece la salvación muy lejana, él y la comunidad quieren entonar ya su acción de gracias. Al fin y al cabo, por grande que sea la calamidad y honda la crisis, el pueblo mantiene la certeza de que Dios le guía y le protege como un pastor a su rebaño, de que su vida está en manos de Dios.

El exilio arrasó el país y la fe de no pocos, pero también hizo fructificar y sacar a flote las certezas más hondas, las convicciones más serias, las raíces más profundas del resto espiritual de Israel.

Hoy estamos viviendo momentos difíciles, crisis profundas de fe. El agnosticismo, la increencia se van extendiendo por el mundo occidental como una marea negra. Hay gente que pasa olímpicamente de Dios. Ni lo niega ni lo afirma. Simplemente lo aparca. No tiene ningún significado para su vida.

Hay muchas personas de nuestro tiempo que han perdido el sentido de Dios. No ha caído el Templo de la Jerusalén terrena. Hay algo más serio:ha caído el templo vivo de la persona religiosa. Dios ya no religa, noatrae, no interesa.

Para muchos ha muerto la pregunta sobre Dios. Y me vienen a la memoria los versos de Antonio Machado:

“Bueno es saber que los vasos,

nos sirven para beber;

lo peor es que no sabemos,

para qué sirve la sed”.

Hay personas de nuestro siglo que no saben para qué sirve la sed de verdad, de felicidad, de infinito que Dios ha puesto en el corazón de cada persona.

¿Qué hacer? Como en el pueblo de Israel, hace falta un resto, un grupo de personas que vivan la fe de una manera existencial. La fe como creencia se debe convertir en fe como vivencia.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

El hombre, no puede dar gloria a Dios. El único que da a Dios todo honor y gloria es su propio Hijo Jesucristo. Es Él el único que salva el honor a Dios.

Jesús es el que verdaderamente respondió a las preguntas del salmista. Se mostró compasivo hasta el extremo (Mc. 2,1-13) y salvó a los condenados a muerte (Jn. 8,1-11).

P Claudel: «Con toda la extensión de tus brazos, aprieta sobre tu corazón a los niños masacrados».

Qumrán: «Nos has descargado de todas nuestras faltas. Nos has purificado nuestros pecados en atención a ti».

Santa Teresa de Jesús: «Dígnate escucharnos no a causa de nosotros ni de nuestros méritos sino a causa de tu sangre y de los méritos de tu Hijo».

ACTUALIDAD

La gran pregunta: ¿Dónde está Dios?

Esta pregunta que se plantea el salmo 79 ante la catástrofe de la caída de Jerusalén y del gran Templo de Salomón, está siempre presente ante grandes catástrofes. No olvidemos que Jesús, en la Cruz, también oró de esta manera: Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?  En estos momentos en que la humanidad entera está amenazada por un terrible “virus” que hace sufrir a tanta gente, es lógico que también se plantee la misma pregunta.

Sabemos que Jesús fue a la muerte libremente y por amor. Precisamente por no estar de acuerdo con el sufrimiento y el dolor, quiso hacerse solidario con los hombres sus hermanos, no con discursos sobre el dolor, sino metiéndose dentro, y sufriendo en una Cruz. Si no hubiera resucitado le daríamos la razón a la gente que dice: Si existiera Dios no toleraría esto. Pero Él ha triunfado del mal, ha vencido el sufrimiento y el dolor y no ha dejado que la muerte tuviera la última palabra.     ¿Dónde está Dios con tantos que mueren solos? Ahí sufriendo y muriendo con ellos, dándoles la mano y llevándoles a la casa del Padre, su verdadera casa. Tal vez estos tiempos difíciles sean buenos para plantearnos en serio el tema de la verdadera fe. Hay que basar la fe en certezas, es decir, en experiencias personales. Ahí es donde el cristiano adquiere reciedumbre y fuerza.

PREGUNTAS

1.- Ciertamente, la destrucción del Templo de Jerusalén fue una gran desgracia para los judíos. Y yo, como cristiano, ¿me apeno y entristezco ante las ruinas de tantos templos del Espíritu Santo?

2.- Cada comunidad cristiana auténtica es como una nueva Jerusalén, ¿sé admirarla y amarla? ¿Qué hago para conseguirlo?   

3.- Nuestro mundo actual es cada día más ateo, más increyente. Este hecho, ¿me motiva por dentro para vivir mi fe de una manera más viva y más convincente?  

ORACIÓN

¿Hasta cuándo, Señor?

Tú me enseñas, Señor, a no guardar mi pena y mi dolor. Se pudrirían dentro de mí y me harían mucho daño. Tú quieres que hable, que grite, que exprese mis propios sentimientos.

El salmista no encuentra soluciones a sus males y pregunta: ¿Hasta cuándo? Tú también te morías preguntando: ¿Por qué tengo que morir en una cruz? Tú tampoco tenías todo claro. Pero no te rebelabas. Acogías en silencio el misterio y lo ponías en las anchas manos de tu Padre. Yo no espero respuestas claras. Tampoco razones convincentes. Quiero creer. Quiero fiarme plenamente de ti.

«Dios mío, han entrado en tu heredad»

Tu heredad es ese mundo externo tan bonito creado por ti. Tu heredad es, sobre todo, el mundo interior, el maravilloso mundo del espíritu. Ahí, en lo más íntimo, en el santuario más precioso de la persona donde estás tú, han entrado los enemigos. Y pre- tenden ponerse en tu lugar, arrinconarte, profanarte. Ellos, con sus ideas materialistas y ateas pretenden echarte fuera y ocupar tu puesto. En estas circunstancias yo quiero afianzar mi fe inquebrantable. Quiero que seas tú el único que ocupe el templo de mi corazón. Allí levantaré un altar y te ofreceré mi vida en holocausto, el sacrificio que más te agrada.

«Te damos gracias siempre»  

Me gusta esta oración del salmista: quiere darte gracias siempre. y no digamos que las cosas le van demasiado bien. Todo lo contrario: han saqueado la ciudad y profanado el templo. Pero, por encima del templo material, estás tú. Tú eres la casa y la heredad. Tú eres el pastor invisible que guía a tu pueblo. Por eso el salmista te da gracias siempre. Tú eres el único que no engañas ni abandonas. En medio de todos los desastres, aún estás tú: con tu poder, tu sabiduría, tu fidelidad y tu amor entrañable. Yo, Señor, hoy quiero darte gracias por todo, pero especialmente por ti.

ORACIÓN PARA LOS DIAS DE LA PANDEMIA

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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