Este año la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María viene iluminada por la figura de san José, su esposo. Este 8 de diciembre se pone fin al Año de San José propuesto por el papa Francisco, con motivo de los 150 años de la proclamación por parte de Pío IX de san José como patrono de la Iglesia católica. El patrocinio de san José sigue siendo muy necesario, como protección ante las adversidades que no faltan y “como aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en aquellos «países y naciones, en los que la religión y la vida cristiana fueron florecientes y» que «están ahora sometidos a dura prueba». Para llevar el primer anuncio de Cristo y para volver a llevarlo allí donde está descuidado u olvidado, la Iglesia tiene necesidad de un especial «poder desde lo alto» (cf. Lc 24, 49; Act 1, 8), don ciertamente del Espíritu del Señor, no desligado de la intercesión y del ejemplo de sus Santos”. (San Juan Pablo II, Redemptoris  Custos 29)

Esa profunda relación de san José con la Iglesia, nos anima también a mirar a la Inmaculada en esta fiesta, como Madre de la Iglesia. Esa maternidad de María se ve reafirmada de un modo singular por san Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, cuando declara a la bienaventurada Virgen María «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa», y establece que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título». El papa Francisco, el 11 de febrero de 2018, estableció que la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, fuese inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y fuese celebrada cada año. El título «Madre de la Iglesia» refleja, por tanto, la profunda convicción de los fieles cristianos, que ven en María no sólo a la madre de la persona de Cristo, sino también de los fieles. Aquella que es reconocida como madre de la salvación, de la vida y de la gracia, madre de los salvados y madre de los vivientes.

La singular vinculación de la Virgen María y de san José con la Iglesia, puede convertirse en esta fiesta de la Inmaculada, en confiada oración. Os animo a pedir por la celebración del Sínodo que se está desarrollando en toda la Iglesia, por los cristianos perseguidos en distintos lugares del mundo por su fe, por los enfermos y todos los que sufren, por la conversión de todos los pecadores y por las víctimas de nuestros pecados, por las vocaciones dentro de la Iglesia y por todas las familias cristianas. María Inmaculada, Madre de la Iglesia, y san José su patrono, seguro que presentan nuestras plegarias llenas de esperanza ante su Hijo. 

¡Buen Adviento a todos!