Ser cristiano cuesta dinero

El título no es mío[1]. Me gustó y aquí está. Por su contundencia, nos lleva a pensar. En todo momento, también ahora en tiempo de pandemia.

Con una interpretación negativa y demasiado sobada (aunque tiene su punto de verdad): ‘por eso la iglesia es tan rica’, ‘otra vez hablando de dinero’, ´bonita manera de evangelizar’… Por este camino, la afirmación del título ni nos hace pensar ni nos afecta.

Tampoco habla de los muchos céntimos que siguen apareciendo en nuestras colectas. Aunque pueden ser de personas que echan “más que todos… porque ha echado todo lo que tenía para vivir” (Lc 21,1-2). Y no lo escribo en broma. Pero…

El dinero que cuesta ser cristiano si es el de la ‘corresponsabilidad familiar de fe’. Ese compromiso de todos aquellos que, conscientes de pertenecer a la gran familia de la Iglesia, contribuyen a su sostenimiento, a su misión evangelizadora que incluye trabajar a favor de la justicia y contra la pobreza siempre injusta. Porque “a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis” (Mc 14,7). Llamada no a la resignación, sino que constata la permanencia de la injusticia y la necesidad de luchar contra ella. No se trata solamente de “no ultrajar al pobre”, sino que “si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario… pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Sant 2,6.15-16).

Ampliemos el horizonte. Ser cristiano cuesta dinero porque el cristiano se siente hermano de todo el mundo. Sabe que el Padre quiere que todos sus hijos vivan dignamente participando de la mesa y de la dignidad que él ha preparado para todos. Y sabe que esto no es así por la injusticia humana, de la que todos participamos por acción u omisión o por mirar a otro lado o lavarnos descaradamente las manos ante la realidad.

El cristiano sabe, como nos han recordado especialmente los últimos Papas, que el derecho de todos a una vida digna es anterior al derecho a la propiedad privada. “Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso” (FT 123). Por eso, ser cristiano cuesta dinero. Dinero a compartir de modo normal, y ojalá que fijo, con instituciones, católicas o no, que honesta y claramente están comprometidas en la erradicación de toda pobreza e injusticia.

Sin olvidar algo bien importante: no es suficiente (aunque sí imprescindible muchas veces) el compartir dinero, cosas. “Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero” (FT 116). Por eso, el trabajo “es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (FT 162)

Pero sí debemos preguntarnos: ¿qué hubiera sido y qué estaría siendo de tantos nuevos marginados y empobrecidos por la pandemia sin la colaboración de muchos? Ciertamente, muchos, católicos y no católicos, hacen posible la salvación de muchos.

Recojo algunos ejemplos de generosidad económica y alimentaria aparecidos en los medios de comunicación: “Nos sostenemos gracias a los donativos de los madrileños que son impresionantes. Es la gente normal la que se merece un homenaje. En años no nos ha faltado nada gracias a ellos y sé que va seguir siendo así. En momentos más duros, la gente es más sensible”. (Paulino Rivero. Capellán de cárcel y responsable de un comedor popular en Madrid).

La diócesis de Madrid atendió a medio millón de personas en 2019 en sus casi 800 centros asistenciales. Recibió ingresos sobre todo a través de donativos y colectas

“Cáritas Aragón destinó en 2019 más de 13 millones de euros para acompañar a 23.754 personas. La entidad sociocaritativa de la Iglesia católica incrementa en más de un 40% el número de personas y familias atendidas en todo el territorio de Aragón durante el primer semestre del año 2020, debido a la pandemia”. (Iglesia en Aragón. consultado 30 octubre 2020).

No solo en esta situación, ni solamente en acciones de la iglesia, sino siempre, ser cristiano cuesta dinero, cuando hay conciencia cristiana y social, ternura y misericordia.


[1] Alejandro Fernández Barrajón. VIDA NUEVA. N° 3195. 10-16 oct 20