Las guerras. Guerras y más guerras.
Todavía no hemos aprendido en tantos y tantos siglos de historia humana (demasiado poco humana) que solamente la paz trae progreso auténtico y moral. Solidaridad. Respeto. Crecimiento universal justo y equitativo. Entendimiento entre pueblos, razas y países.
En este tema, como no podía ser menos, ha insistido el Papa León XIV desde el comienzo de su servicio petrino como Obispo de Roma. En la audiencia a los 7.500 comunicadores que, en esos días del Cónclave y la elección del nuevo Papa, han informado de todo lo sucedido.
El título de este artículo es de León XIV. Sacado de sus palabras a los comunicadores sociales en la audiencia a la que me he referido.
Palabras que nos invitan a reflexionar cómo la guerra puede comenzar también por las palabras o que hay guerras de solo palabras que también hacen mucho daño a las relaciones personales y sociales encaminándolas a situaciones nada pacíficas
Una vez más lanzó un grito en favor de la paz, tal y como hiciera en la logia de las bendiciones, ya el mismo día de su designación.
Al domingo siguiente, en el transcurso de la oración mariana del Regina Coeli cantada por él, afirmó: «Debemos decir ‘no’ a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra», dirigido tanto a los redactores como a los reporteros de radio, televisión o quienes se mueven en las redes sociales.
«Desarmemos las palabras y ayudaremos a desarmar a la Tierra», propuso el Papa agustino al gremio de los comunicadores sociales: «desarmar y desarmar la comunicación nos permite compartir una visión diferente del mundo y actuar de una manera coherente con nuestra dignidad humana».
Echó mano de la bienaventuranza de Jesús de Nazaret que habla de la paz, para invitar a los periodistas a «realizar una comunicación diferente, que no busque el consenso a toda costa, que no se vista de palabras agresivas, que no adopte el modelo de la competencia, que nunca separe la búsqueda de la verdad del amor con el que debemos buscarla humildemente».
Y todo, desde un planteamiento aterrizado: «La paz comienza con cada uno de nosotros: desde la forma en que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás».
Además, el Papa quiso visibilizar «la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por buscar y comunicar la verdad, y pedir su liberación».
También trajo a su reflexión a «los que cuentan la guerra, incluso a costa de sus vidas». Para León XIV, la Iglesia «reconoce en estos testimonios la valentía de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque solo los pueblos informados pueden tomar decisiones libres».
Esta defensa del derecho a la información la rubricó una vez más al compartir que «el sufrimiento de estos periodistas encarcelados desafía la conciencia de las naciones y a la comunidad internacional, que nos pide a todos que salvaguardemos el valioso bien de la libertad de expresión y de prensa».
Con el llamamiento a la paz y la puesta en valor de una información libre, León XIV también puso deberes: «Nunca cedamos a la mediocridad», sentenció el Papa, consciente de que «vivimos tiempos difíciles para viajar y contar, que representan un reto para todos nosotros y del que no debemos escapar».
También llevó a cabo un ejercicio de autocrítica en lo que a la comunicación eclesial se refiere: «La Iglesia debe aceptar el desafío del tiempo y, de la misma manera, no puede haber comunicación y periodismo fuera del tiempo y de la historia».
El Papa destacó la necesidad de «una comunicación capaz de escuchar, de recoger la voz de los débiles que no tienen voz».
También las palabras arman o desarman. A elegir cada uno.