“la cultura del lucro insiste en que parezca que los viejos son un peso, un lastre. No sólo no producen, sino que son una carga; en definitiva, son descartados”. (Papa Francisco)
Comenzaron las movilizaciones…
Las movilizaciones de los pensionistas constituyen una llamada a reflexionar sobre las dimensiones de esa “cultura del lucro” que denuncia el Papa, y que empuja a las calles a millones de jubilados y pensionistas.
Así, tras el impresionante movimiento de pensionistas, descubrimos un malestar de fondo originado por los recortes en gasto e inversión social desde que comenzó la crisis, y que se hace más indignante cuando se anuncia una recuperación económica que, lejos de dar lugar a políticas basadas en una distribución más justa de la riqueza y el ingreso, amplían ese reparto desigual. Ello está incrementando la decepción de amplios sectores de la sociedad, también de pensionistas y jubilados, que tras soportar el peso de la crisis, descubren que la recuperación llega a los beneficios, pero no a salarios y pensiones.
Este movimiento, por otra parte, pone al descubierto las carencias del sistema de protección social, e impugna la lógica de la austeridad en que se apoyan los recortes, al tiempo que denuncia el incremento de los gastos militares, el rescate a la banca y las autopistas, las políticas laborales neoliberales que generan precariedad y nuevos pobres…
También ha puesto de relieve, en su convergencia con las movilizaciones del 8M, la brecha de las pensiones entre hombres y mujeres, dado que estas, pese a su contribución a los cuidados y a la producción, o no han cotizado por no haber tenido puesto de trabajo asalariado, o han tenido remuneraciones más bajas que los hombres por el mismo trabajo o muchas han contribuido a la economía familiar en el campo sin haber tenido ni la consideración de jornaleras….
Por otra parte, la movilizaciones de los mayores conectan con las mejores tradiciones del movimiento obrero en nuestro país; no en vano estos mayores fueron protagonistas de aquella generación cuyas luchas durante décadas y en la dictadura, resultaron claves para conquistar las libertades políticas, los derechos sociales y sindicales y los pilares básicos Estado del Bienestar: enseñanza y sanidad pública, salarios y pensiones dignas… conquistas hoy gravemente amenazados por las políticas neoliberales. Personas, pues, que saben lo que ha costado conseguir las cosas y que hoy se ven obligadas a movilizarse para defender aquellas conquistas; y que manifiestan su dolor ante la falta de movilización de los jóvenes que, con su indiferencia, están posibilitando que se les despoje de derechos sustanciales para una vida digna.
Y el miedo pareció cambiar de bando….
Como en el Éxodo, el corazón del faraón /faraones actuales, no se compadecía con las justas reivindicaciones de pensionistas y jubilados, y trataban de desactivar las movilizaciones metiendo miedo a los pensionistas: que están en riesgos las pensiones públicas, que el colapso es inminente y sólo caben salidas individuales como los fondos de pensiones… Discursos, curiosamente, alineados con los intereses de los grandes poderes financieros: impulsar fondos privados de pensiones que les propicie nuevos y suculentos nichos de negocio, y que tratar de reforzar el individualismo, el sálvese quien pueda, frente a la movilización colectiva.
Pero los abuelos ya no se asustaban, y aparecieron encuestas que decían que esas movilizaciones iban a tener impacto electoral significativo en las próximas elecciones. Y los nervios y el miedo se instalaron en sus partidos, y volvieron a hacer promesas, anuncios demagógicos, intentado capear el temporal; con medidas que cuesten muy poco dinero, con las que vende que se hace algo, aunque en realidad no se hace nada: p.e. limitadas ayudas fiscales a quienes cobran pensiones más elevadas; mejoras inconcretas para las mínimas y las de viudedad… Otros hacían propuestas imprecisas, que tampoco van a la raíz del problema de las pensiones: impuestos a la banca, a las transacciones, a las rentas más altas… Respuestas desde la lógica economicista que no contemplan el bienestar de las personas mayores; incluso la actualización de las pensiones conforme el IPC, que desde la “política oficial” se presentaba como objetivo “máximo”, no deja de ser un parche que no aborda las reformas en profundidad que requiere el sistema de pensiones cuando se contempla la situación real de los y las pensionistas.
A medida que las mentiras se iban desenmascarando…
No es los riesgos de las pensiones sean falsos, lo que ocurre es que esos problemas se presentan como medias verdades interesadas, que los convierte en mentiras. Y es que la promoción de los fondos privados de pensiones es el interés que prima sobre los demás, y se pretende lograr mediante la demolición del sistema público de pensiones, de modo que una parte importante de los gastos actuales vaya a manos de los mercados privados. Pero no se trata de eliminar todo el sistema público, si no como están proponiendo los organismos internacionales (OCDE, FBI, BM…) de reducir el sistema público de pensiones y convertirlo en un sistema marginal de protección, cuya función sería meramente asistencial para evitar que la olla social explote.
Ese es el prisma desde que se valoran los problemas, por lo cual no se afrontan desde sus raíces, ni desde una perspectiva que tenga en cuenta la dignidad y el bienestar de los pensionistas. Veamos cómo opera en alguna de esas medias verdades;
- El deterioro de la pirámide poblacional. Es el argumento más utilizado y que está sirviendo para recortar las pensiones y meter miedo: en esencia nos dice que la caída de las tasas de natalidad y el aumento de la esperanza de vida hacen que cada vez haya menos personas en edad de trabajar, y que tienen que soportar más pensionistas con sus ingresos, lo que genera una gran presión sobre el sistema. Este argumento tiene su parte de verdad, pero también de mentira. La verdad es que va a haber una masa creciente de jubilados que requerirá renta y atenciones. Lo que se oculta es que también va a requerir más trabajo, especialmente de cuidados, lo que contradice que la base laboral tenga que disminuir; pues eso sólo sería cierto en un mundo sin inmigración, cuando cerramos los ojos a la inmigración y a los refugiados, cuando no queremos reconocer que buena parte de ese trabajo de cuidados ya lo están realizando personas inmigrantes, de forma invisibilizada… Las y los cuidadores tienen familias, que también necesitan productos y servicios… compensando la brecha generacional y el déficit de mano de obra autóctono. Cuando se mira la realidad desde las personas, y no desde el afán de lucro, surgen nuevas y perspectivas; por tanto, tendremos que cambiar el chip para poder reconocer el potencial que una sociedad envejecida tiene para atraer personal; reconocer la necesidad de los inmigrantes y de organizar el proceso migratorio mejor y de manera más justa, para garantizar el buen funcionamiento social.
- El problema de la financiación. Es evidente que hay más personas que cobran pensiones, que se alarga la esperanza de vida y que disminuyen los cotizantes por la caída del empleo y los salarios. ¿Significa esto la insostenibilidad de nuestro sistema de y la necesidad de rebajar las pensiones públicas, pensiones como mantienen muchos de nuestros políticos y los organismos internacionales y financieros? Pues tampoco, lo que indica es que existe un grave problema si se sigue financiando el sistema de pensiones exclusivamente a partir de salarios, pero también se aprovecha asustar e impulsas los fondos de pensiones.
Conviene recordar que la opción adoptada históricamente para construir el estado de bienestar ha sido vincular las pensiones al trabajo; construyendo un sistema de seguridad social y pensiones financiado a través de ingresos procedentes de los salarios, con lo que la financiación queda supeditada a los avatares del empleo, y cuando surgen problemas en la creación de empleo, se precarizan las condiciones laborales o se incrementan las desigualdades en la distribución de la renta, en favor del capital, como está ocurriendo, la financiación se tambalea.
Una mirada más allá del economicismo nos lleva descubrir que las pensiones se han convertido en un derecho de ciudadanía y, por tanto, no es ninguna barbaridad demandar que se financie con impuestos, al igual que el resto de servicios públicos y gastos colectivos (educación, sanidad, ejército…). Es cuestión de objetivos y prioridades políticas, y un acuerdo que se tomó en un momento concreto, en el que incluso había excedentes en la financiación de las pensiones, puede modificarse, a la vista de los cambios acaecidos, para hacer sostenible el sistema y satisfacer las necesidades de los pensionistas, en el marco de un mejor reparto la riqueza.
Hay más problemas relacionados con las pensiones que se utilizan para defender esos intereses de los capitales financieros, y que el movimiento de pensionistas está desenmascarando, dejando al desnudo las mentiras que se utilizan desde el poder para engañarnos y empobrecernos.
Garantizar hoy unas pensiones dignas exige una nueva “arquitectura social” que incluya, por una parte, un cambio de mentalidad que permita superar tanta intoxicación informativa orientada a generar individualismo y ceguera y, por otra, desde nuevos paradigmas humanistas y solidarios, plantearnos cambios profundos en la financiación pública y la organización de la vida laboral; apostar por una amplia reforma fiscal que grave los capitales para sostener las pensiones y el conjunto de servicios públicos, posibilitando desligar los derechos sociales, incluidas las pensiones, del trabajo… Sin ellos, la crisis de las pensiones va a ser recurrente.