Luz en medio del Covid (IV): El testimonio de Ignacio

Ignacio es padre de cinco hijos, tiene 61 años y toda una carrera profesional como ingeniero industrial. Desde hace unos años estudia Teología en el seminario diocesano de Santander, aunque ha vivido prácticamente toda su vida en Zaragoza. Después de 32 años trabajando en cuatro grandes empresas, se siente privilegiado de poder dedicarse estos últimos años a lo que más le gusta: “la teología, la Sagrada Escritura, la eclesiología”. Se quedó viudo hace 11 años y vive en casa con el menor de sus hijos. Es autónomo y puede facturar una pequeña cantidad al mes que le permite ir tirando hasta la jubilación. “Es un lujo poder dedicarse a estudiar y seguir subsistiendo”, asegura. Le hemos pedido que cuente a los lectores de Iglesia en Aragón cómo esta viviendo estos días de confinamiento. Este es su testimonio:

Ignacio en la ventana de su casa con su hijo Juan.

En mi caso muchas tareas cotidianas no cambian, ya que trabajo desde casa y estudio en casa que es lo que me lleva más horas. Pero no puedo ir a clase y no puedo ir a la parroquia a participar de la Misa, recibir al Señor, estar un poco con él en el sagrario o rezar el rosario en la parroquia.

Para muchas personas y familias ha sido mucho peor en la práctica: no poder trabajar, quedarse quizá sin ingresos de una forma importante, los niños en casa, no poder visitar o ayudar a familiares u otras personas. Pero no observo un desánimo generalizado, una protesta, una tristeza, salvo por los que caen directamente en la enfermedad, lógicamente. Parece como si en la adversidad común todos nos uniéramos ante el enemigo común, toda la sociedad está volcada hacia la sanidad y los servicios públicos indispensables procurando ayudarles, animarlos, obedecer con buen ánimo.

Aquí nos hemos inventado lo de los aplausos a los sanitarios especialmente, fuerzas armadas, empresas de distribución alimentaria. ¡Y qué invento tan fenomenal! Estamos confinados, muchas familias sufriendo, pero hay como una paz en la sociedad que hace estos días más llevaderos.

En estos momentos, tenemos hambre de Dios. Vemos varias semanas por delante sin poder recibir los sacramentos y de momento nos entra vértigo, decimos ¿qué pasará?, cómo podremos seguir viviendo, en gracia, cerca del Señor. Debemos pensar que la facilidad que tenemos de recibir los sacramentos es un lujo enorme y que además no se aprovecha, se desprecia con bastante facilidad, se reciben con superficialidad, frialdad. El Señor ahora nos sigue dando la gracia, pero hay que dar muchas gracias a Dios y ser menos superficiales cuando podamos volver a acercarnos a los sacramentos.

También podemos tener la tentación de rebelarnos y decir ¿por qué? Pero el mal es un misterio que tiene que ver con la libertad del hombre, con el pecado. No es el momento de saber por qué esta pandemia. Está aquí ya. Es el momento de orientar este sufrimiento, de darle un sentido, de pensar en que Dios quiere algo de nosotros. Con la superficialidad no vamos a ningún lado, es un buen momento para pensar, con paz, hablar con Dios. Tomarse en serio la vida a partir de ahora para vivirla con más y verdadera alegría.

¡Ojalá que nos sirva esta situación para aprender unos de otros, para ver a Dios en los demás! Por lo demás parece que el aislamiento está dando resultado y que el contagio se frena y empieza a decaer y la presión en los hospitales también. ¡Demos gracias a Dios!

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Ignacio Pilar Gloria