El ángel a las mujeres: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis” (Mt 28,7).

Jesús a las mujeres: “No temáis. Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán. (Mt 28,10)

Joven, vestido de blanco y sentado a la derecha en el interior del sepulcro de Jesús, a las mujeres: “No tengáis miedo… Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él ve por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo” (Mc 16,6.7)

Dos hombres, con vestidos refulgentes dentro del sepulcro, a las mujeres: “Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea…” (Lc 24,5-6).

Pedro ante el centurión Cornelio: “Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret…” (Hch 10,37-38).

¿Por qué tanta insistencia en que “lo veréis en Galilea”?

Tal insistencia no es gratuita, ni una simple anotación al azar de un lugar, como si podría haberse dejarse ver en cualquier otro lugar de la geografía de Judea o Samaria.

¡Cristo ha resucitado! Eso es lo definitivo y central. Pero ha resucitado Uno que amó, vivió, trabajó, predicó, escandalizó y fue rechazado y perseguido… ¡en Galilea! Y fue a Jerusalén, donde lo crucificaron y mataron, pero resucitó.

La resurrección lo cambia todo en alegría y esperanza. La cruz está vacía. Ha pasado.

Ha hecho irrupción gloriosa Cristo Resucitado. Este hecho definitivo puede aportar el riesgo y la tentación de olvidar quién es el que resucitó, cómo vivió, por qué lo mataron… Es decir: no podemos arrinconar en nuestra fe que el Resucitado es el Crucificado. Algo que Jesús quiso dejar claro en cada experiencia creyente de encuentro con Él. Porque no estamos “amenazados de muerte, sino de resurrección”.

Pero antes es ‘cristianamente natural’ seguir los pasos, la vida, los criterios, el amor a todo y a todos (TODOS, TODOS, TODOS. Afirmación repetida-repetida de Francisco) de Jesús. Vivir a Jesús contando con nuestras debilidades, fracasos y traiciones… perdonadas siempre de antemano (no nos viene mal recordar la parábola del padre y sus dos hijos. Esa que llamamos del hijo pródigo. La del ‘padre bueno’).

Quien no se sienta débil y necesitado y no esté seducido por Jesús, no irá ni a Galilea, ni a ningún lugar, ni hará ningún esfuerzo.

Quien se sienta débil y necesitado y esté seducido por Jesús, sí irá a Galilea: a la vida del seguimiento de Cristo lo mejor posible para un ser humano.

El creer, gozar y alegrarse por y con el Resucitado nos lleva esperanzadoramente de Galilea, lugar de compromiso y entrega cristiana, al Jerusalén de Cristo Resucitado. Sin una Galilea de vida ilusionada por y con Jesúsno podremos llegar nunca a la Jerusalén del Resucitado.

Nuestra vida es el camino que nos lleva desde la Galilea de nuestra realidad humana a la Jerusalén del Crucificado-Resucitado. Así nuestra vida, nuestra existencia, tiene sentido y una razón-meta hacia la que caminar con decisión y pasión creyentes, no olvidando nuestras carencias y limitaciones.

Si olvidamos nuestras carencias y limitaciones, nos creeremos superiores a muchos o a todos. Y no iremos a Galilea (¿para qué?), ni a Jerusalén (no la necesitamos). Nos quedaremos en la casa de nuestro propio y aislante egoísmo.

¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUIA!