El comienzo del Adviento, tiempo de preparación para la venida del Señor, es también el inicio del nuevo año litúrgico, que tendrá como referencia el evangelio de san Lucas. Nuestra diócesis ofrece desde hace años, y a través de grupos parroquiales en Barbastro, Monzón, Benabarre, Binéfar, Fonz, Fraga, Graus, Tamarite de Litera y Sobrarbe, un servicio de formación permanente en el estudio y comentario de los libros de la Biblia. Integrantes de estos grupos y animadores de la comunidad se reunieron el pasado día 20 de noviembre en los locales de san José de Barbastro con Florencio Abajo, director de la Hermandad de Sacerdotes Operarios y de la Casa de la Biblia.
En el encuentro, además de conocer los materiales y las actividades del nuevo curso, se constataron las nuevas realidades. «A partir de este año, los grupos de Lectura Orante nos unimos a la dinámica de la Iglesia con los ciclos litúrgicos», explica el sacerdote. Así, la segunda novedad, es que «los animadores de la Comunidad y los animadores de los grupos bíblicos, vamos a caminar todos al mismo ritmo». Este acompasamiento servirá para «unirse a la dinámica de toda la Iglesia. Al leer entre semana los textos bíblicos y hacer la lectura, meditación y oración, la eucaristía se celebra de otra forma, se saca mucho más jugo de esa parte de la liturgia de la Palabra».

Una ventaja al alcance de cualquiera porque todos los que lo deseen están llamados a participar. Un grupo de Lectura Orante de la Palabra es un grupo de cristianos que, en el entorno de la parroquia, se reúne de forma frecuente para leer, según el itinerario de la Lectio Divina, la Palabra de Dios. «No se trata de aprender muchas cosas sobre la Biblia sino de aprender muchas cosas sobre lo que Dios quiere de nosotros a partir de la Palabra», puntualiza Florencio Abajo. Por eso, los grupos dan la bienvenida a todos los que quieran acercarse a ellos. «La Biblia y la Iglesia están abiertas a todos. Participar en estos grupos es un modo bonito y una forma satisfactoria de intentar descubrir el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. No hay que ser un biblista».
Lo único que se necesita es la voluntad de hacer una lectura reposada, con serenidad y sosiego, de un texto bíblico y abrirse a su descubrimiento. «Lo interesante de estos procesos de lectura es el diálogo que se establece entre el texto y el creyente, entre el texto y la experiencia de vida del que cree. Cada vez que leemos e interpretamos el texto bíblico, estamos haciendo verdad que la Palabra de Dios está viva, que no es un texto muerto escrito hace 2000 años, sino que se dirige en el momento de la lectura a cada persona en concreto«.