Estamos atravesando unos momentos en España (o, al menos, en Aragón) en los que la enseñanza privada es objeto de discusión, particularmente cuando está concertada. No es mi intención en este momento centrarme en este caso, sino  comprobar que entre nuestros vecinos europeos la creación de una institución educativa privada es lo más normal del mundo, como también lo es que reciba financiación pública. En algunos casos, no solo se encuentra concertada. Trascendemos esta situación para comprobar que hay ejemplos donde el Estado financia todos los gastos de un centro privado. Uno de estos países es Irlanda, donde prácticamente solo existen escuelas privadas católicas financiadas por el Estado. Y otro caso quizás aún más interesante es el de Holanda. País, por cierto, a la vanguardia del desarrollo europeo.

En los Países Bajos, más de la mitad de los centros educativos preuniversitarios son privados, casi todos ellos confesionales. Todas estas escuelas tienen cubiertos sus gastos con fondos públicos, pues el Estado las financia íntegramente, y así está previsto en el artículo 23 de la Constitución. Se entiende que tales escuelas se crean por iniciativa de grupos de padres –y en ocasiones también de profesores- en el legítimo ejercicio de procurar para sus hijos la educación que prefieran. La normalidad de la creación de este tipo de centros es tal que en la propia web del Ministerio de Educación hay una casilla donde aparece: Anyone can set up a new school. No parece, por tanto, un privilegio de unos pocos, sino el resultado del ejercicio ordinario de un derecho fundamental como es la libertad de enseñanza. Sin más problemas.

Se trata de escuelas confesionales donde todos los miembros de la comunidad educativa tienen el deber de respetar el ideario que será, normalmente, católico o protestante. También el respeto a esta identidad la garantiza el artículo de la Constitución antes enunciado. En estas escuelas es obligatoria la enseñanza de la religión para todos los alumnos.

Junto a ellas, existen las escuelas públicas. Son neutrales desde el punto de vista ideológico y religioso, lo que no impide que oferten la enseñanza de las confesiones cristianas, así como la musulmana, o tradiciones humanísticas, si un número mínimo de padres lo solicita. En estos casos, la escuela no se responsabiliza ni de los contenidos ni de la calidad de estas clases, sino que se imparten bajo la responsabilidad de las correspondientes confesiones, como es habitual en este tipo de materias. También se explica con un enfoque no confesional, sino simplemente cultural, otra asignatura sobre “Movimientos ideológicos y espirituales”, para que el alumno tenga una aproximación a la realidad religiosa y espiritual. Holanda nos ofrece, en el ámbito educativo, una situación interesante sobre la que merece la pena reflexionar.