El Museo Diocesano de Barbastro–Monzón ha cumplido siete años desde que abriera sus puertas un 15 de diciembre de 2010 para mostrar 900 metros cuadrados de exposición con 276 obras que permiten viajar a través de los últimos mil años de arte occidental. Las exposiciones temporales en su planta baja, las actividades que desarrolla y las que acoge en sus instalaciones lo han consolidado como uno de los núcleos más potentes de la oferta cultural del Altoaragón, con una media de más de diez mil visitantes al año. Por su taller de restauración, además, han pasado alrededor de un centenar de piezas, algunas tan destacadas retablo de Santa Elena de Benabarre. «Nuestro ambición es mantenernos, seguir haciendo las actividades que venimos desarrollando, y que tienen buena acogida por parte del público. Exposiciones temporales, el Ciclo del Románico que convocamos con la Asociación de Amigos, conferencias, talleres con los niños, que son fundamentales porque ellos son el futuro, que el taller siga funcionando…», enumera como objetivos para el 2018 la subdirectora del Museo, María Puértolas. La restauradora destaca que «como oferta turística y cultural de Barbastro, Catedral, Torre y Museo conforman un conjunto único. Cuando voy a un sitio, ¿qué puedo ver? Los tres monumentos son destacables, los dos primeros son Bien de Interés Cultural; el Museo ya es reseñable solo por el edificio de estilo contemporáneo, fantástico. Esos tres elementos son el núcleo fundamental de la visita cultural en Barbastro».

La reapertura de la Torre, sujeta a las restricciones provocadas por la anidación de cigüeñas, es uno de los proyectos que verán la luz el año próximo, año en el que se darán a conocer los resultados del proyecto internacional de investigación sobre los textiles medievales de Roda de Isábena, Las manufacturas textiles andalusíes: caracterización y estudio interdisciplinar. El estudio, concedido y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España, se centra en el ajuar funerario del obispo San Ramón y una pequeña parte del ajuar del obispo San Valero, con la profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Laura Rodríguez Peinado como investigadora principal. Los materiales y técnicas empleadas y la función de estas piezas son alguno de los aspectos analizados cuyas conclusiones, adelanta Puértolas, pueden ser sorprendentes.

En sus siete años de andadura, destaca, el Museo cuenta con dos «patas» fundamentales: la Asociación de Amigos y los voluntarios». Estos últimos forman un equipo multidisciplinar en el que cada uno colabora en lo que mejor se le da: desde hacer fotografías, coser disfraces para los talleres, atender a la recepción, guiar visitas en otros idiomas… Alrededor de veinticinco personas colaboran de forma habitual y «se lo agradecemos mucho porque es algo desinteresado; llegan con ganas de ayudar y nos facilitan mucho la tarea diaria». La otra «pata», la Asociación de Amigos del Museo, «con su respaldo y apoyo hacen posible muchas de las actividades y proyectos que, de otra manera, resultarían casi imposibles». Nació pocos meses después de la apertura del Museo y en la actualidad la integran un total de 360 socios, 27 de ellos protectores y tres, patrocinadores.