¿Desde arriba?

“No olvidemos que sólo en una ocasión es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo: solamente para ayudarla a levantarse. Es la única ocasión en la que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo”. (Papa FRANCISCO. Discurso a la Curia. 22 diciembre 2023)

Esta afirmación la ha repetido el Papa muchas veces y en diversas circunstancias. Esta que recuerdo está dicha en uno de esos momentos importantes del año en el Vaticano: el discurso a la Curia Romana. No sé si esta del pasado 22 de diciembre habrá sido la última.  Haya sido o no la última, su frecuente repetición significa, creo, que ese ‘desde arriba’ y ‘desde abajo’ son muy importantes para él. El cristiano (y toda persona que quiera ser humana) no debe nunca mirar a nadie ‘desde arriba’. Nadie tiene mayor dignidad que ser persona humana y, por tanto, hijo de Dios. Como persona, no hay nadie por encima de nadie. Tenemos distintas responsabilidades, distintas cualidades y defectos, distintas vocaciones… pero la misma dignidad, desde el más discapacitado hasta el más dotado de la humanidad.

¿No nos da pena estar con personas que se creen más que los demás, por el motivo que sea? Pena que no es porque nos crean inferiores. La pena es por él, por creerse superior, cuando no lo es.

Mirar desde abajo significa aprender a leer la realidad no desde lo alto de una superioridad inexistente o desde un pedestal imaginario, sino a la altura de los ojos para encontrarnos con el otro y con los otros, con su dignidad, con sus dolores y gozos, con sus derrotas y sus alegrías. Mirar desde abajo es elegir mirar desde los últimos, desde los que sufren, desde los marginados, los excluidos de esta sociedad.

Mirar desde abajo es hacer análisis más verdaderos de la realidad que nos rodea y así poder salir al encuentro de los demás, encontrarnos con ellos y acompañarlos de manera más solidaria, especialmente en sus momentos y situaciones difíciles.

Mirar desde abajo da valor a los acontecimientos pequeños que forman la vida de cada día y a los pobres, a la inmensa mayoría de la gente anónima, sencilla, a los que no tienen voz en la sociedad o nunca son escuchados.

Mirar desde abajo supone no mirar desde arriba ni desde la distancia sino desde la igualdad y, mejor, desde la fraternidad que quiere ser verdadera y no solo desde la ‘mentira políticamente correcta´ de papeles, documentos y saludos.

La mirada desde abajo nos hace entrar en una visión de la sociedad y de cada persona en la que nada ni nadie se desperdicia o se deja de lado. Esa mirada desde abajo tiene que ser dirigida a toda persona sin hacer distinciones ideológicas, políticas, sociales, religiosas. Siempre, para un cristiano, desde la opción por los pobres.

Sin olvidar nunca que también es necesario mirar desde arriba. No vaya a ser que por colocarnos abajo pensemos que siempre debemos ser ayudados porque estamos debajo y. desde abajo, no se puede ayudar a nadie.

Solo en una ocasión, nos recuerda Francisco, podemos mirar a una persona desde arriba hacia abajo: “para ayudarla a levantarse. Es la única ocasión en la que es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo”.

Ya nos lo dijo el Señor sin ninguna posibilidad de interpretación egoísta: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 36). “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,28).