Arzobispo de Zaragoza: «¡Felices fiestas del Pilar!»

Carlos Escribano Subías
10 de octubre de 2025

La fiesta de Nuestra Señora del Pilar vuelve a hacer palpitar con emoción el corazón de todos los aragoneses. Hace casi dos mil años, según nuestra antigua y venerable tradición, la Virgen María visitó al apóstol Santiago en esta tierra, dejando la Sagrada Columna como símbolo de su presencia permanente en nuestro pueblo. Este hecho singular convirtió a Zaragoza en la única ciudad del mundo que, junto con la Tierra Santa, la tierra de Jesús, ha contado con la presencia de María durante su vida terrena: “en carne mortal”, decimos. Un acontecimiento que resuena en la jaculatoria “Bendita y alabada sea la hora”.

Esta escena tan arraigada en nuestra memoria, protagonizó un prólogo excepcional de nuestra fiesta en los jardines vaticanos. Muy cerca de la gruta de la Virgen de Lourdes que se encuentra en los jardines papales, en la parte interior de la muralla histórica, se encuentran representadas un conjunto de imágenes de la Virgen María de distintos países. En la zona en la que se encuentran las naciones pertenecientes a la Hispanidad, se tuvo el privilegio de poner a la Virgen del Pilar representada en el momento de la Venida junto al apóstol Santiago. Una escena hecha con cerámica valenciana, que nos llena de alegría, orgullo y gratitud como devotos pilaristas. Algunos peregrinos jubilares y catequistas de nuestra diócesis tuvieron la oportunidad de estar presentes en este singular momento.

La Virgen nos dejó un Pilar de jaspe. Una columna que no era sólo símbolo sino certeza, y sobre ella se levantó la esperanza de un pueblo. Desde los mártires como Santa Engracia, pasando por los santos Valero y Braulio, hasta la riqueza cultural de la Zaragoza mudéjar y mozárabe, renacentista, barroca y contemporánea, el Pilar ha sido un faro de identidad, cultura y cohesión social. Este legado ha dado forma a nuestra ciudad, a Aragón y a España, y sigue vivo en cada peregrino que acude a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar con sus gozos, dolores y esperanzas.

Es un patrimonio espiritual que se actualiza con intensidad estos días de fiesta y se convierte en devoción desbordada. Cada 12 de octubre la ciudad se hace plaza y la plaza se hace abrazo, acogiendo a todos aquellos que vienen a ofrecer sus flores a Santa María desde todos los rincones de la ciudad y de Aragón. Y la devoción al Pilar trasciende nuestras fronteras. Desde el Reino de Aragón, y con la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo, que llevó su influencia a tierras como Sicilia, Cerdeña y Nápoles, esta devoción se extendió por Europa. Tras el encuentro con América en 1492, cruzó océanos para arraigar en los pueblos de la Hispanidad, que abarca Hispanoamérica, Filipinas, Guinea Ecuatorial y otros territorios de herencia española.

La Virgen del Pilar, desde su Santa Capilla, se alza como un emblema de unidad, diálogo y fraternidad entre pueblos, invitándonos a construir puentes en un mundo que tanto los necesita. Hoy, cuando la humanidad sufre guerras, divisiones y soledad, el Pilar se ofrece como un lugar de consuelo, reconciliación y esperanza.

A ella le pedimos que nos ampare y llene nuestra sociedad y nuestro mundo de la paz que viene de Dios. ¡Felices fiestas del Pilar!

La fiesta de Nuestra Señora del Pilar vuelve a hacer palpitar con emoción el corazón de todos los aragoneses. Hace casi dos mil años, según nuestra antigua y venerable tradición, la Virgen María visitó al apóstol Santiago en esta tierra, dejando la Sagrada Columna como símbolo de su presencia permanente en nuestro pueblo. Este hecho singular convirtió a Zaragoza en la única ciudad del mundo que, junto con la Tierra Santa, la tierra de Jesús, ha contado con la presencia de María durante su vida terrena: “en carne mortal”, decimos. Un acontecimiento que resuena en la jaculatoria “Bendita y alabada sea la hora”.

Esta escena tan arraigada en nuestra memoria, protagonizó un prólogo excepcional de nuestra fiesta en los jardines vaticanos. Muy cerca de la gruta de la Virgen de Lourdes que se encuentra en los jardines papales, en la parte interior de la muralla histórica, se encuentran representadas un conjunto de imágenes de la Virgen María de distintos países. En la zona en la que se encuentran las naciones pertenecientes a la Hispanidad, se tuvo el privilegio de poner a la Virgen del Pilar representada en el momento de la Venida junto al apóstol Santiago. Una escena hecha con cerámica valenciana, que nos llena de alegría, orgullo y gratitud como devotos pilaristas. Algunos peregrinos jubilares y catequistas de nuestra diócesis tuvieron la oportunidad de estar presentes en este singular momento.

La Virgen nos dejó un Pilar de jaspe. Una columna que no era sólo símbolo sino certeza, y sobre ella se levantó la esperanza de un pueblo. Desde los mártires como Santa Engracia, pasando por los santos Valero y Braulio, hasta la riqueza cultural de la Zaragoza mudéjar y mozárabe, renacentista, barroca y contemporánea, el Pilar ha sido un faro de identidad, cultura y cohesión social. Este legado ha dado forma a nuestra ciudad, a Aragón y a España, y sigue vivo en cada peregrino que acude a la Basílica de Nuestra Señora del Pilar con sus gozos, dolores y esperanzas.

Es un patrimonio espiritual que se actualiza con intensidad estos días de fiesta y se convierte en devoción desbordada. Cada 12 de octubre la ciudad se hace plaza y la plaza se hace abrazo, acogiendo a todos aquellos que vienen a ofrecer sus flores a Santa María desde todos los rincones de la ciudad y de Aragón. Y la devoción al Pilar trasciende nuestras fronteras. Desde el Reino de Aragón, y con la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo, que llevó su influencia a tierras como Sicilia, Cerdeña y Nápoles, esta devoción se extendió por Europa. Tras el encuentro con América en 1492, cruzó océanos para arraigar en los pueblos de la Hispanidad, que abarca Hispanoamérica, Filipinas, Guinea Ecuatorial y otros territorios de herencia española.

La Virgen del Pilar, desde su Santa Capilla, se alza como un emblema de unidad, diálogo y fraternidad entre pueblos, invitándonos a construir puentes en un mundo que tanto los necesita. Hoy, cuando la humanidad sufre guerras, divisiones y soledad, el Pilar se ofrece como un lugar de consuelo, reconciliación y esperanza.

A ella le pedimos que nos ampare y llene nuestra sociedad y nuestro mundo de la paz que viene de Dios. ¡Felices fiestas del Pilar!

Este artículo se ha leído 131 veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas