Compartamos la alegría del Resucitado.

                ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!

            ¡ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA! ¡HEMOS RESUCITADO CON ÉL!

            Terminó la Semana Santa y hemos celebrado la Resurrección del Señor. Terminadas estas intensas celebraciones, tenemos la oportunidad creyente de reflexionar sobre cómo las hemos vivido. Con más tranquilidad serena y profundidad, quizás, que durante su misma celebración. Podemos preguntarnos cómo las hemos vivido.

No sé quién firmaría por primera vez esta bella y profunda expresión de esperanza: amenazados de resurrección. Que supera, vence y elimina esa otra -tampoco sé quién la firmó el primero- que nos dice: estamos amenazados de muerte. Comenzar a vivir es ir acercándose a la muerte. Triste modo de pensar.  Nada cristiano, por otra parte.

Los cristianos creemos que estamos amenazados de Resurrección. ¡Qué alegría! Nosotros también como Jesús de Nazaret, el Crucificado-Resucitado. Pascua es Resurrección, es vida, es plenitud. ¿Quién nos la puede quitar?

No obstante, creer en la Resurrección no es fácil. Hay muchos ‘cristianos’ que no lo creen. “Nadie ha vuelto para decirnos que está vivo”.

Ya San Pablo tuvo que escuchar, después de hablar de la resurrección en el areópago de Atenas: “De esto te oiremos hablar en otra ocasión. Así salió Pablo de en medio de ellos” (Hch 17,32-33). Los del areópago no eran cristianos. Los que hemos celebrando la Resurrección de Cristo sí somos cristianos. Pero preguntémonos: ¿Creo en la Resurrección de Cristo? Respondamos desde nuestro corazón y desde nuestra vida.

Nos puede ayudar, y no poco, escuchar las palabras de alguien que no se sentía amenazado de muerte:

“Dicen que estoy amenazado de muerte. Tal vez. Sea de ello lo que fuere, estoy tranquilo. Porque si me matan no me quitaran la vida. Me la llevaré conmigo, colgando sobre el hombro, como un morral de pastor.

Porque desde niño, Alguien sopló en mis oídos una verdad inconmovible que es, al mismo tiempo, una invitación a la eternidad: “No teman a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden quitar la Vida”. …

Dicen que estoy amenazado de muerte…

¿Quién no está? amenazado de muerte? Lo estamos todos, desde que nacemos. Porque nacer es un poco sepultarse también. Amenazado de muerte. ¿Y qué? Si así? fuere, los perdono anticipadamente. Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor… Estamos equivocados. Los cristianos sabemos que no estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de resurrección”. (José? Calderón Salazar. Periodista guatemalteco amenazado de muerte).

“La resurrección de Jesús no es sólo una noticia maravillosa o el final feliz de una historia, sino algo que cambia nuestras vidas y la cambia por completo y para siempre. Es la victoria de la vida sobre la muerte, esta es la Resurrección de Jesús. Es la victoria de la esperanza sobre el desaliento. Jesús ha atravesado la oscuridad de la tumba y vive para siempre: su presencia puede llenarlo todo de luz. Con Él cada día se convierte en la etapa de un viaje eterno, cada «hoy» puede esperar un «mañana», cada final un nuevo comienzo, cada instante se proyecta más allá de los límites del tiempo, hacia la eternidad.

Hermanos, hermanas, la alegría de la Resurrección no es algo lejano. Está muy cerca, es nuestra, porque nos fue dada el día de nuestro Bautismo. Desde entonces, también nosotros, como las mujeres, podemos encontrar al Resucitado y Él, como ellas, nos dice: «¡No temáis!» (v 10). Hermanos y hermanas no renunciemos a la alegría de la Pascua.

Pero, ¿cómo alimentar esta alegría? Como hicieron las mujeres: encontrando al Resucitado, porque Él es la fuente de una alegría que nunca se agota. Apresurémonos a buscarlo en la Eucaristía, en su perdón, en la oración y en la caridad vivida. La alegría, cuando se comparte, aumenta. Compartamos la alegría del Resucitado.

Y la Virgen María, que en Pascua se alegró de su Hijo resucitado, nos ayude a ser sus testigos gozosos”.

Pero preguntémonos: ¿creo en el poder de la resurrección de Jesús, creo que ha resucitado? ¿Creo en su victoria sobre el pecado, el miedo y la muerte? ¿Me dejo implicar en la relación con el Señor, con Jesús? ¿Y dejo que Él me empuje a amar a los hermanos y las hermanas, y a tener esperanza todos los días? Que cada uno piense en esto. (Francisco. Domingo II de Pascua. 7 abril 2024)

                ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA!

            ¡ALELUIA, ALELUIA, ALELUIA! ¡HEMOS RESUCITADO CON ÉL!