Al decir “yo creo”, lo primero que digo es “yo”. Mi fe está instalada en “mi cómo soy”, en mi personalidad. Mi temperamento, biológicamente heredado, y mi carácter condicionan todo mi vivir, incluyendo mi fe.
A la hora de juzgarnos, no olvidemos que, por ejemplo, hay hormonas que, según su nivel, pueden condicionar la conducta social (agresividad). Eso pasa con la serotonina, oxitocina, dopamina, cortisol, testosterona, endorfinas… En ocasiones, más que confesión, necesitaríamos tratamiento médico. También hay trastornos psicológicos. Conocer algo del modo de funcionar el cerebro puede quitarnos angustias. Pero ni esto, ni el hecho de que somos únicos invalida lo que a continuación escribo.
En la parte delantera del templo de Delfos (antigua Grecia), ponía “Conócete a ti mismo”. Todos los grandes pensadores de la historia han reconocido siempre la importancia primordial de esta tarea humana. San Agustín, escribió: Que me conozca a mí mismo y así te conoceré. Esa es mi oración. Aristóteles dice que conocerse a sí mismo es el inicio de toda sabiduría, o sea, del saber vivir.
El AUTOCONOCIMIENTO, es algo muy muy difícil, pero está en la base del crecimiento personal. El cardenal Newman, que pronto será proclamado Doctor de la Iglesia, advierte que “sin autoconocimiento no tenéis raíz personal en vosotros mismos” El autoconocimiento, es un proceso activo que dura toda la vida; no se logra de una vez para siempre. No es un destino, es un viaje personal constante.
El tema es complejo porque no es igual cómo me veo, cómo me ven y cómo realmente soy. El autoconocimiento no es un fin en sí mismo, sino un medio para saber vivir adecuadamente.
Si es algo tan importante, sorprende la poca dedicación al tema que se da en la mayoría de los llamados ejercicios espirituales y en las catequesis. No hablo ya de padres espirituales ignorantes o de confesores donantes de miedos al por mayor.
Siendo algo tan difícil como necesario, debemos animarnos y darnos ideas unos a otros. Por ejemplo, conocer a qué le tenemos miedo puede ayudarnos mucho. También el examinar más nuestras actitudes que nuestros actos concretos o averiguar cuáles son nuestros verdaderos porqués. La experiencia de irse encontrando a sí mismo impresiona y transforma.
Autocuídate mucho. No es un lujo, es una obligación. Dios sueña contigo. Dios te quiere, imítalo. Ámate a ti mismo.