Una mujer escucha a Jesús

Pedro Escartín
19 de julio de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XVI Domingo del t. o. – C – (20/07/2025)

El párroco nos ha dicho en la homilía que la gran novedad de la escena que hoy nos presenta el Evangelio (Lc 10, 38-42) es que una mujer escuchara a Jesús como discípula. La actitud de María, «sentada a los pies del Señor», es la del discípulo ante su maestro; pero en el judaísmo del siglo I, cuando Lucas escribió su Evangelio, la mujer no podía ser discípula de un rabino…

– Por si no fue suficientemente novedosa la parábola del “buen samaritano”, con la que respondiste al maestro de la Ley, a continuación, en la casa de unos amigos, no te importó que María se comportara como discípula tuya -he dicho a Jesús llevando los cafés a una mesa-.

– ¿Qué tuvo de malo el que María quisiera escuchar mis enseñanzas? -me ha respondido con una ingenua y pícara sonrisa, mientras yo disolvía el azucarillo en mi café-.

– De malo, nada, pero en aquella ocasión consentiste dos cosas que por fuerza tenían que sorprender a los invitados de los tres hermanos de Betania -he respondido de inmediato-. La casa de aquellos amigos tuyos estaba llena de invitados y era deber de los anfitriones atenderlos y preocuparse de que no les faltase nada; la queja de Marta, reclamando la ayuda de su hermana, fue más que justificada, y estoy seguro de que Lázaro pensaba lo mismo…

– ¿Y la otra cosa? -me ha interrumpido sin abandonar su sonrisa-.

– Que no tuvieras en cuenta que las mujeres no podían ser discípulas de los rabinos y permitieras que María se comportara como una discípula. Seguro que esto extrañó a más de uno…

– Recuerda que cuando pregunté: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” yo mismo respondí: “Estos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Mi madre fue verdadera discípula porque siempre escuchó y cumplió la Palabra. ¿No podía yo pensar lo mismo de María de Betania? Ya vi que su hermana se afanaba para que todo estuviera a punto, pero ¿era esto lo más importante? A aquella casa había llegado el mensajero que anunciaba la irrupción del Reino de Dios, pero ¿quién cayó en la cuenta de ello? Unos se saludaban entre sí, otros comentaban lo bien que aquellos hermanos acogían a sus invitados, algunos hablaban de las últimas escaramuzas de los zelotas, y Lázaro estaba aturdido con tanto barullo… Sólo María se percató de quién era el principal invitado y del mensaje que traía; por eso escuchaba pendiente de mis palabras. ¡Había escogido la mejor parte! ¿Podía dejar pasar tal oportunidad para anunciar que el reinado de Dios ya estaba allí?

Me he quedado en silencio durante un par de minutos. Ya me ha ocurrido en otras ocasiones, después de escuchar sus explicaciones. Por fin, he reaccionado y, tomando la taza de café en mis manos, me he atrevido a decir en voz alta lo que bullía en mi cabeza:

– O sea, que María de Betania portándose como una discípula nos recuerda que lo más importante es escucharte… ¡No sé cómo encontraremos tiempo para cuidar de los que necesitan nuestra ayuda como hizo el samaritano del domingo pasado!

– No levantes un muro entre la acción y la contemplación. Escuchar es lo primero, si quieres hacer el bien y hacerlo bien; si no me escuchas, tu trabajo misionero correrá el riesgo de convertirse en activismo nervioso. ¿Sabes que mi querida Teresa de Calcuta aumentaba la oración contemplativa de sus monjas cuando crecían las necesidades que debían atender? Entendió cuál era la mejor parte y nunca le ha sido quitada…

– He de reconocer que, cuando te escucho, no me siento aturdido por las preocupaciones y los fracasos de cada día -he concluido mientras me despedía de Jesús y del camarero-.

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