Ante un nuevo curso pastoral 2020-2021, nuestra Iglesia Diocesana quiere mirar la realidad; escuchar a las personas; comprometerse con un corazón de ternura y compasión ante las graves consecuencias sanitarias, sociales, económicas y laborales de la pandemia. Lo quiere hacer a la luz de la fe y desde la esperanza puesta en Dios.

Una mirada al pasado con gratitud

Ha concluido el Plan Diocesano de Pastoral 2015-2020, que ha tenido como lema: “Id y anunciad el Evangelio” (Mc 16, 15). Fue elaborado en un clima de sinodalidad y de corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios que peregrina en nuestra Diócesis de Zaragoza.

El Plan ha estado en sintonía y comunión con el momento que está viviendo el mundo y la Iglesia, animada por el Espíritu Santo, bajo la guía del Sucesor de Pedro, el Obispo de Roma, el Papa Francisco. Ha sido un Plan que hemos vivido en clave de conversión pastoral y misionera.

Desde una evaluación realista y esperanzada, podemos afirmar con humildad que el Plan Diocesano de Pastoral 2015-2020 presenta un cuadro con los contrastes de claros y oscuros, pero creo que con más luces que sombras.

Por eso, al volver la mirada  para reconocer el camino recorrido, damos gracias a Dios, que ha estado grande con nosotros y estamos alegres (cfr. Sal 125, 3), a la vez que pedimos perdón a Dios por nuestras negligencias y omisiones.

Una mirada al presente desde la fe

El tiempo en que vivimos, atravesado por la grave pandemia causada por el coronavirus, Covid-19, es un momento de prueba en medio del desierto de nuestras vidas.

“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” (Mc 4, 40). El Papa Francisco en el memorable Mensaje Urbi et Orbi durante el momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, en el atrio de la Basílica de San Pedro de Roma, el 27 de marzo de 2020, nos dejó una reflexión profunda de la que extraigo estas frases: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere”.

Aunque nuestra fe, como la de los apóstoles, es débil y nos invade el  miedo, tenemos la seguridad de que el Señor está con nosotros en la barca de su Iglesia atravesando la tempestad de la pandemia. El Señor no nos abandona y nos repite hoy como ayer: «No tengáis miedo” (Mt 28, 5), y “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).

Una mirada al futuro con esperanza

Como creyentes,  desde la mirada preocupada y a la vez confiada en el presente, acogemos los desafíos que nos plantea la grave crisis sanitaria, social, económica y laboral, causada por la pandemia, como una llamada a la conversión pastoral, a la salida misionera, al testimonio personal y en la vida pública.

Miramos al futuro con esperanza desde el mandato del  Señor, y a la luz del Magisterio del Papa Francisco. Los ejes vertebradores de sus mensajes son: Evangelii Gaudium y Gaudete et Exsultate: llamada a un discipulado misionero  y a la santidad. Amoris Laetitia y Christus vivit: anuncio alegre a las familias y a los jóvenes. Laudato Si’ : llamada a la conversión integral y al cuidado de la casa común.

En este camino de esperanza contamos también con los frutos del Congreso Nacional de Laicos, celebrado en Madrid, los días 14 al 16 de febrero de este año 2020. Este gran acontecimiento de  un Pueblo de Dios en salida nos ha marcado unos itinerarios que vamos a trabajar juntos: primer anuncio, acompañamiento, formación, presencia en la vida pública, con las claves de la sinodalidad y del discernimiento.

Nuestra Programación Pastoral 2020-2021, que hemos publicado, es un instrumento para responder a las necesidades pastorales como “Una Iglesia Diocesana con corazón en tiempos de pandemia”.

Que nos acompañe en este camino la poderosa intercesión de la Virgen María en la secular advocación del Pilar tan querida y venerada en nuestro pueblo.