María José ha vivido recientemente la muerte de su padre. Ante la inminente aprobación de la ley de la eutanasia, quiere compartir su experiencia y su sí rotundo a la vida, animando a todas las personas a recuperar esa chispa de humanidad que nos dice que «aunque haya enfermos incurables, no hay enfermos incuidables«:
«El pasado domingo el sacerdote nos leyó la nota de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española acerca de la ley de eutanasia que están tramitando desde el Gobierno.
Por supuesto, como cristiana creo que algo tengo que decir en contra de semejante aberración, en defensa de la vida y en apoyo de todo el personal sanitario cuya vocación les llamó a cuidar y proteger la salud de las personas, desde la concepción hasta el momento de su fin natural.
Por eso quiero compartir mi experiencia con mi padre en el hospital durante mes y medio, desde que ingresó por un ictus hasta que el Señor lo llamó a su lado por complicaciones que no pudo superar. Fueron días de mucho dolor, incertidumbre, sufrimiento… pero también de alegría y mucho, mucho amor.
Mi padre fue un enfermo ejemplar, nunca emitió un quejido ni se reveló contra su destino, sino que luchó por salir adelante cada uno de los días que estuvo ingresado. Tengo que agradecer a todo el personal que lo atendió, doctores, enfermeras, celadores , capellanes… todo el cariño y atención que tuvieron con él y con la familia, cómo se alegraban con cada pequeño progreso, y su consternación cuando la COVID-19 se coló en la planta y ya todo pareció derrumbarse.
Ahí fue cuando tuvimos que poner todo en manos de Dios y de María Santísima, porque humanamente sólo podía evitarse el sufrimiento inútil y el encarnizamiento terapéutico, pero se fue con los auxilios espirituales y el sacramento de la unción el día 14 de octubre de madrugada.
Con esto quiero pedir que se respete la VIDA, y a los que la cuidan. Que podamos cuidar y atender a nuestros seres queridos hasta el final, porque esa supuesta inutilidad es lección de vida, ejemplo a seguir y recordar y fuente de esperanza en un futuro y en la vida eterna.
Digamos no con valentía a esa ley y aboguemos por los cuidados paliativos, si queremos una sociedad más justa y dónde todos seamos valorados como hijos amados de Dios y hermanos entre nosotros».