Las redes sociales han cambiado sin duda la forma en la que nos relacionamos. Estamos ante una nueva cultura de «la imagen», esta es clave para presentarnos al mundo. Además, nos sirven como herramienta de comunicación, como fuente de inspiración… o como medio de vida.

Las redes sociales y la moda tienen para mí algo en común, y es que en ambas mostramos al mundo una imagen de nosotros, algo que en principio puede parecer “superficial”. Sin embargo, a través de una imagen podemos expresar al mundo muchísimo más de lo que imaginamos. Podemos reflejar lo que pensamos, quiénes somos…. Dejamos una huella en la persona que nos ve, que nos sigue, en el llamado «follower».

En definitiva, a través de esa imagen que colgamos en redes (Instagram, Facebook…) y a través de esa forma de vestir y de mostrarnos al mundo da información a los demás sobre nuestra personalidad. ¿Un ejemplo claro? La tendencia de los mensajes en las camisetas, da un mensaje directo a los que nos ven sobre algo que pensamos. En concreto esta dice «SÉ TÚ EL CAMBIO QUE QUIERES VER EN EL MUNDO».

Por ejemplo, en lo referente a la moda, el estilo de ropa que decidimos llevar se presenta muchas veces como un estilo de vida. Podemos ver perfiles de blogueras o instagrammers que se definen por un estilo de ropa más vintage, y en definitiva se muestra todo un estilo de vida con elementos relacionados de alguna forma con el pasado: desde los libros que leen a la decoración que muestran de su hogar. Se me ocurre el ejemplo de Alexa Chung, o de Emma Watson. Esta última se define como ecologista, y muestra una coherencia en cuanto a su estilo de vida: la ropa que lleva, los lugares donde compra, sus discursos reivindicativos, los libros que lee y que muestra en sus redes…

En definitiva, son aspectos personales que engloban un estilo de vida y que hablan de la persona.

 

Hasta aquí podemos coincidir en algo; las redes sociales pueden servirnos como herramienta para comunicarnos y expresar nuestra propia identidad. Si además nuestro perfil se relaciona con la moda, lo haremos a través de nuestro estilo capturado en imágenes.

Sin embargo, hay también algunos peligros en este mundo virtual de los que debemos ser conscientes. Cuando    navegamos, algunas veces inconscientemente, nos podemos comparar con otros pefiles, influencers o no. Sin duda, hay muchas personas que siguen ese estilo de vida del que hemos hablado de una manera coherente con su personalidad y su forma de pensar. Pero no debemos olvidar que otros muchos no: entre ellos, muchos influencers viven de ejercer esta influencia, es su medio para subsistir. A través de ese comportamiento en redes afianzan su marca personal, y saben cómo “enganchar” (engagement) con los demás.

 

En ocasiones, podemos ver vidas de ensueño; viajes, regalos, comidas… Puede que no sea la forma real en la que vive ese influencer, o puede sencillamente que muestre ser alguien que en realidad, no es. Hay muchas personas, especialmente adolescentes, que sienten frustración ante tales perfiles, comparándose y comprobando lo diferente que es su realidad. Pero hay que ser conscientes de que en muchas ocasiones puede que sea una imagen que les interese dar, que no sea la forma real en la que viva, que no sean precisamente las actividades que enseña las que leve a cabo en la realidad…

Podemos ver incoherencias a raudales; por ejemplo, personas en redes que cuentan a sus seguidores lo mucho que les gusta el estilo surfero y jamás han montado en una tabla de surf, ni demuestran ningún tipo de interés por aprender sobre él.Estas incoherencias pueden suponer algo tan grave como la falta de personalidad. Algo que se ha calificado como “el supermercado del yo”; es decir, no somos nosotros mismos los que construimos nuestra identidad, sino que se construye desde el exterior.

 

Por ejemplo: copio el mismo “look” a una influencer, llevo un estilo que no va conmigo pero le gusta a mis “followers”, me acoplo a una tendencia a la que no encuentro sentido pero se “lleva”… O el mismo ejemplo de antes, cuelgo una foto con una tabla de surf para parecer “surfera”, pero después la dejo en la arena porque odio el mar. Ese es el peligro, el que la imagen se quede en mera “imagen”, el que perdamos nuestra identidad por intentar ser personas que no somos.

 

Para mí hay un aspecto clave en todo esto. Y para eso cito la frase de Franca Sozzani, que tanto me ha hecho pensar: “En la moda existen reglas y la más importante en aprender a mirarse y aceptarse, no pensar que porque una use un estilo yo también puedo hacerlo. Hay que aceptar la moda a cada una.” Yo añadiría al principio de esta gran frase: “En la moda… y en las redes sociales”. Porque en ambas hablamos sobre nosotros, debemos tener claro quiénes somos, nuestros valores, cómo pensamos… Y ser conscientes de que ambas van mucho más allá que nuestra imagen personal: podemos hablar de nuestros intereses, de nuestros hobbies y aficiones, aportar valores, cultura… Hacer de verdad nuestro ese espacio, nuestro estilo y nuestro estilo de vida.

 

Y sin duda hay que ser coherente con todo ello. Mostrando al mundo una imagen de lo que no somos se convierte en una constante frustración y sinsentido. A la vez, debemos tener los ojos bien abiertos y advertir esos perfiles falsos que podemos encontrar por la web. Ser conscientes de qué personas son nuestros referentes, y si podemos afirmar que su estilo de vida es coherente y nos enriquece, o si por el contrario no nos aporta nada. Tenemos que ser críticos con la moda, con las tendencias… y con las personas que nos las acercan.