Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Poner en orden la propia casa

15 de julio de 2020

“Yo puedo hablar solo de lo que vivo. Claro que los otros tienen sus problemas, desde luego. Pero Gandhi decía que nuestra contribución al progreso del mundo debe consistir en poner en orden nuestra propia casa. Lo que realmente me importa es qué hago yo conmigo mismo, ese es mi marco de acción, mi posibilidad de contribuir a que el mundo sea mejor” (PABLO D’ORS, sacerdote. Entrevista de Borja Hermoso. EL PAIS SEMANAL, 5 julio 2020).

Es cuando menos sorprendente que personas que han influido tan positivamente en la marcha del mundo como Gandhi, nos digan que todo comienza con poner en orden nuestra propia casa. Y que es la condición imprescindible para contribuir al progreso del mundo. Nuestra vida que nos parece insignificante ante la grandeza del mundo, su belleza, sus problemas, sus posibilidades y necesidades, realmente no es insignificante. Somos una partecita muy pequeña de esa inmensidad. Pero ‘somos’. Insignificantes, sin duda, pero imprescindibles, insustituibles. Porque existimos. Y nuestra existencia, pequeña, se convierte en nuestra contribución a que nuestro mundo sea mejor o peor.

Necesitamos valorar lo que somos para descubrir que nuestra vida no es una isla, que no da lo mismo cómo vivamos y qué hagamos. Porque no se va a notar en el mundo. Aquí comienza el egoísmo de que, como mi vida es insignificante, puedo vivir como quiera porque en nada se va a notar. El mundo será igual de bueno o malo independientemente de mi modo de vivir.

Cuando valoramos lo que somos: insignificantes pero insustituibles, comenzamos a poner en orden nuestra casa, nuestra vida, para ponerla al servicio del bien común. Y encontramos razones del corazón para dar otro tono a nuestra existencia. Un tono que tenga en cuenta que soy parte de una realidad en la que todo está conectado para el bien y para el mal. Reflexionar sobre y en la situación de virus que estamos viviendo, nos lleva a recordar que formamos una comunidad universal sin fronteras naturales que nos aíslen, aunque hayamos fabricado fronteras artificiales.

Reflexionar sobre esta situación y no simplemente esperar a que pase para que todo siga igual, nos llevará a interiorizar lo vivido y decidir en qué debe cambiar mi vida para que sea más solidaria y aporte positividad a nuestro mundo. Esta actitud no nace de leyes, ni de normas, ni de multas (ya lo estamos viendo), sino de un cambio en el corazón, de poner orden en la propia casa, en la propia vida.

“Yo les pregunto: ¿Cómo quieren salir ustedes? ¿Mejores o peores? Y es por eso que hoy nos abrimos al Espíritu Santo para que sea Él, quien nos cambie el corazón y nos ayude a salir mejores. Si no vivimos para ser juzgados según lo que nos dice Jesús: “Porque tuve hambre y me dieron de comer, estuve preso y me visitaron, forastero y me recibieron” (cf. Mt 25, 35-36), no vamos a salir mejores. Y esta es tarea de todos, de todos nosotros”. (Francisco. VIDEO MENSAJE a CHARIS. 30 mayo 2020)

¿Cómo quiero salir de esta situación? Esa es la primera pregunta personal y de consecuencias comunitarias. Segundo pensamiento: es tarea de todos, que comienza en cada uno, que somos parte del todo. No me puedo considerar gota aparte. Y un tercer tiempo: contemplar y pensar en la situación de tantos perjudicados y marginados antes del virus, por el virus y los nuevos que surgirán, o que ya están surgiendo. Puede ser un buen camino para aceptar, cordialmente, en qué debo cambiar, ‘yo’ que ‘soy’ con los demás, para que el mundo sea mejor.

Y un cuarto momento (presente desde el principio en el cristiano), escuchar al Espíritu que habita en nosotros y contemplar a Cristo enfermo, pobre, hambriento… en el enfermo, pobre, hambriento…

 Para poner la propia casa en orden de justicia, amor y solidaridad (el virus contra el virus) necesitamos entrar en nosotros mismos y salir de nosotros mismos. Los dos movimientos. Porque el primero, sin el segundo, nos mantiene en el egoísmo. Y el segundo, sin el primero, puede llevarnos a ninguna parte.

Todos sabemos que los cambios, pequeños o grandes, empiezan o nacen en el corazón, en lo más íntimo de cada uno de nosotros. Ese que tiene razones que la razón ignora y que es más fuerte que la razón.

Guiados por el corazón, por sus razones, por lo más íntimo de nosotros mismos (por el Espíritu), es como únicamente podremos abrirnos sincera y efectivamente a los demás. Sin la guía del corazón, sólo pensaremos en que la ‘nueva normalidad’ sea lo de siempre, porque estábamos en el lado enriquecido del mundo y, por tanto, queremos que nada cambie, sino que todo siga igual.

“No es fácil poner en crisis al propio yo, al individualismo, al amor por uno mismo, sobre todo si se está demasiado atento a los ídolos de este mundo. Una crisis es una oportunidad para cambiar -¡y todo puede cambiar!-, pero sin un movimiento interior del corazón todo puede quedar igual. La clave del cambio es la preocupación por el otro, la entrada del otro como prójimo en mi corazón”. (Armand Puig i Tarréch. TIEMPO DE CAMBIO. Vida Nueva. 27 junio – 3 julio 2020. N° 3184 – p. 20)

“De hecho, para que el futuro sea mejor, es nuestro corazón el que debe mejorar” (Francisco. Video mensaje 31 mayo 2020

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