‘Pascua del enfermo’: Aurora, cuidadora incansable

Rocío Álvarez
9 de mayo de 2021

Tras la Jornada Mundial del Enfermo que se celebra cada año coincidiendo con la festividad de Lourdes, la Iglesia en España celebra la Pascua del Enfermo. El lema de estas dos jornadas es ‘Cuidémonos mutuamente’, una máxima que experimentan en su quehacer constante los voluntarios que atienden a los enfermos de su parroquia. Aurora Romeo comparte en este semanario su testimonio.

La delegada de Pastoral de las Salud de la Archidiócesis de Zaragoza, Pilar Molina, asegura que la Pascua del Enfermo «es un día muy bonito, ya que los enfermos que pueden acudir a la parroquia, reciben el Sacramento de la Unción de enfermos, y los que no pueden moverse, suelen recibir la visita del sacerdote en sus casas». Además, Molina aclara que «no es un Sacramento de muertos, sino de vivos».

«Volver ha sido un poco más complicado», asegura, «ya que hay que contar, que nuestros grupos parroquiales son bastante mayores. Y en algunos casos casi más que los enfermos. El problema viene de los propios visitadores, no por no querer ir, sino porque a veces también ellos son de riesgo o tienen personas en la casa que son de riesgo. Lo que sí está claro es que los enfermos están atendidos tanto en lo espiritual como en otro tipo de necesidades que estén a nuestro alcance».

Aurora, cuidadora incansable

Aurora, ¿desde cuándo eres cuidadora y en qué consiste tu labor?

Cuido de mi madre que tiene 90 años. Desde 2013 vivo con ella. Se dio un golpe en la cabeza que le causó una demencia suave. Ahora tiene una pequeña minusvalía y una pérdida de visión. Al principio me la traía a casa para atenderla, pero al no conocerse la casa tan bien como la suya, se quedaba sentada en una silla todo el rato, estaba más parada. Por eso decidimos irnos toda la familia, mi marido, mis tres hijos y yo, a vivir con ella en su casa. Después, durante el confinamiento iba cada día a casa de mis tías, Isabel y Genoveva, para atenderlas. Además, se pusieron malitas con Covid y lo pasaron muy mal. Mi tía Isabel falleció y me traje a Genoveva a casa para cuidarla también. Dos de mis hijos, ya mayores, se han ido a vivir cerca de nuestra casa porque ya no cabemos. 

¿Qué te aporta en tu vida ser cuidadora de enfermos?

Es muy gratificante verles esa carita de felicidad. Les das la comida, cariño y atención y su vida cambia radicalmente,  están más contentas. Genoveva tiene un poco de demencia, pero siempre te sonríe. Antes era muy reservada y ahora tiene muchas ganas de hablar. Siento que valoran mucho lo que hago. No me imagino no ciudándolas. 

¿Cómo animarías a los demás a aportar su granito de arena en el cuidado de enfermos? 

Es tan bueno cuidar de las personas mayores. Yo siempre he tenido la ayuda de mi familia para descansar, que también es importante. Desde jovencita he tenido predilección por los ancianos. Me acuerdo de una señora a la que cuidé en el Hospital Provincial. Me encantaba atenderla por las noches, con el gotero y haciéndole compañía. Es muy gratificante. 

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