Jesús, el crucificado, no está aquí: ¡ha resucitado!

Celebramos hoy el lunes de la Octava de Pascua. Un tiempo para celebrar fiesta por el mayor acontecimiento de nuestra fe: la resurrección de Cristo. ¡Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!

El evangelio de hoy, según San Mateo, narra la aparición de Jesús resucitado a las mujeres (María Magdalena y María la de Santiago), que fueron a ver el sepulcro, al alborear el primer día de la semana. Allí oyeron el mensaje del ángel: “Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!

Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. En ese momento Jesús les salió al encuentro y les dijo: “alegraos”.

La resurrección de Jesús es la causa de nuestra alegría, que vence la tristeza y supera el miedo. Es el acontecimiento que nos ofrece razones para sufrir y para gozar; para morir y para vivir. Es la alegría del Evangelio, de la que habla el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium,  que “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).

Los cristianos no somos fúnebres seguidores de un cadáver, que se entierra el Viernes Santo. Somos testigos alegres y valientes de Cristo que resucita en la mañana de la Pascua y vive para siempre. Que nuestro corazón se inunde de alegría en esta Octava de Pascua y que la comuniquemos a los demás.

¡Verdaderamente ha resucitado el Señor! ¡Aleluya!