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No apaguéis el Espíritu

Pedro Escartín
24 de febrero de 2021

Un año después del Congreso de Laicos, el delegado diocesano de Apostolado Seglar, Pedro Escartín, recupera el mensaje del apóstol san Pablo a los tesalonicenses para instarnos a difundir la buena noticia de Jesús.

Aunque parezca mentira, porque nadie puede poner puertas al campo y menos al Espíritu Santo, la advertencia de no apagar el Espíritu la hizo el apóstol Pablo a los cristianos de Tesalónica. En las recomendaciones finales de su primera carta, les recordaba que se quedasen con lo bueno y estuviesen atentos para que la llama que el Espíritu había prendido en sus corazones no se apagase. El Espíritu Santo es mucho “espíritu” para que la humana mediocridad lo neutralice, pero no olvidemos que Dios ha querido tener necesidad de los hombres en su historia de salvación.

Ahora son las limitaciones derivadas de la pandemia del coronavirus las que pueden adormecernos mientras se va extinguiendo el rescoldo que el Espíritu Santo encendió en el corazón de los cristianos españoles hace justamente un año, en este mes de febrero, con el Congreso de Laicos. Aquel acontecimiento fue calificado de camino «hacia un renovado Pentecostés» en nuestra Iglesia. Pero la pandemia, al limitar la libertad de movimientos a la que estábamos acostumbrados, amenaza con hacernos olvidar lo que ocurrió hace un año.

La recomendación del Apóstol no nos permite que el Congreso pase, con pena y sin gloria, al baúl de los recuerdos hermosos y fallidos. Depende de los que seguimos a Jesucristo, ahora cargados con la cruz del coronavirus, recordar las propuestas de aquel evento y poner manos a la obra para difundir la buena noticia de Jesús a las mujeres y los hombres de este atormentado 2021, que, a pesar de limitaciones, confinamientos, crisis sanitaria y debilitamiento de la economía, sigue siendo un “año de gracia”.

En el Congreso se trabajaron cuatro itinerarios y se sacaron a la luz cuarenta líneas de acción, que ofrecen una rica variedad de iniciativas. Lo primero que hemos de hacer para que ese “renovado Pentecostés” no se frustre es interesarnos por conocer esos itinerarios, que podrían resumirse en cuatro frases:

1. «Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis». ¿Qué es lo que hemos recibido gratis? La fe en Jesucristo, que nos da ánimo y esperanza; no dejemos que se nos apolille en el bolsillo. El primer itinerario pretendió promover el primer anuncio de Jesús a quienes aún no se han encontrado con él.

2. «El acompañamiento, un ministerio de ayuda». Lo mismo que Jesús “se puso a caminar con ellos” -con los de Emaús- y les ayudó a descubrirle, también hemos de ponernos a caminar junto a otros para ayudarles a conocer quién es en verdad Jesucristo. El segundo itinerario animó a acompañar a quienes se interesan por Jesús.

3. «El reino de los cielos es un tesoro escondido». Un tesoro que no se descubre si no se busca. La formación es indispensable para hacerse cargo de lo valioso que es ese tesoro escondido. El tercer itinerario propuso los procesos formativos en los que debemos implicarnos para poder “dar razón de nuestra esperanza”.

4. «La vela, en el candelero» y no debajo del celemín, que se apaga. La fe es para alumbrar los tortuosos caminos de las personas y la sociedad. La presencia pública de los cristianos no nace de un deseo de notoriedad y protagonismo social de la Iglesia, sino de las exigencias del creer, como planteó el cuarto itinerario.

Tenemos en qué emplear nuestras horas de retiro doméstico: en conocer las propuestas del Congreso, recogidas en la Guía de trabajo, y compartir las iniciativas que se nos ocurran, que para eso están ahí las redes sociales.

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