Mons. Pérez Pueyo en Torreciudad: «El espíritu de unidad, de humildad y de amor a la Iglesia que san Josemaría vivió y predicó es un testimonio luminoso».

Diócesis de Barbastro-Monzón
5 de julio de 2025

El obispo de Barbastro-Monzón, monseñor Ángel Pérez Pueyo, ha presidido hoy una solemne eucaristía en Torreciudad, dentro de la conmemoración del 50 aniversario de la inauguración del nuevo templo. Con el han concelebrado el vicario general, Ángel Noguero, y el sacerdote Ángel Lasheras, a quien el Obispo ha entregado el solideo y el rosario que le obsequió el papá León XIV,  como sacramental de la acción de gracias por esta jornada. Una jornada simbólica, como ha recordado don Ángel en su homilía, de la «presencia fecunda de la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei en nuestra diócesis».

Dirigiéndose a los fieles, el obispo ha destacado que Torreciudad, concebido por San Josemaría Escrivá con un profundo amor filial a la Virgen, es mucho más que un conjunto arquitectónico; es «un lugar donde la gracia de Dios se derrama incesantemente», acogiendo a peregrinos de toda condición que buscan paz, reconciliación y la mirada maternal de María. En este sentido, añadió que, en estos tiempos de divisiones, «el espíritu de unidad, de humildad y de amor a la Iglesia que san Josemaría vivió y predicó es un testimonio luminoso«.

El obispo ha rememorado la historia del santuario, recordando cómo San Josemaría, desde su infancia, recibió un auxilio especial de la Virgen de Torreciudad que marcó su corazón. Este milagro impulsó su sueño de edificar un templo moderno y accesible, donde se renovara la devoción mariana y se ofreciera abundantemente el sacramento de la reconciliación. «Hoy, 50 años después de aquella jornada memorable del 7 de julio de 1975, recordamos con gratitud cómo aquel sueño cristalizó gracias a la generosidad de tantos fieles, al empeño de la Prelatura del Opus Dei y al esfuerzo de tantas personas que, ladrillo a ladrillo, hicieron posible esta obra con alma», ha afirmado.

Monseñor Pérez Pueyo ha enfatizado que Torreciudad se ha erigido en un «faro de fe mariana» y un «hogar para las familias», un lugar donde se han escuchado confidencias, se han renovado promesas matrimoniales y se ha experimentado la misericordia divina. Resaltó que en Torreciudad «late, de manera silenciosa y sencilla, la espiritualidad que San Josemaría enseñó: santificar la vida ordinaria, descubrir a Dios en medio de lo cotidiano, hacer de cada rincón del mundo un lugar donde Cristo reine.»

Finalmente, el obispo ha expresado su gratitud por mantener vivo este espacio de oración, formación y servicio eclesial. Concluyó su homilía con un llamado a renovar el compromiso de seguir caminando en unidad y comunión, sin miedos ni recelos, valorando aquello que nos une. «La Virgen de Torreciudad nos tiende su mano maternal para seguir haciendo de este lugar un hogar espiritual abierto a todos», ha subrayado.

HOMILÍA: 50º aniversario de la inauguración de Torreciudad

Queridos numerarios y supernumerarios de la Prelatura y del Opus Dei, miembros de la Asociación Sacerdotal de la Santa Cruz, agregados, auxiliares, personal que trabajáis en Torreciudad, comunidad cristiana de la Unidad Pastoral de Graus. Paz y bien.

Hoy nuestra Iglesia diocesana de Barbastro-Monzón eleva un canto de acción de gracias al Señor y a su Santísima Madre por el 50 aniversario de la inauguración del templo de Torreciudad, y por la presencia fecunda de la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei en nuestra diócesis.

Este complejo arquitectónico sublime, nacido del corazón mariano de San Josemaría Escrivá, es mucho más que un conjunto de edificios de ladrillo y piedra: es un lugar donde la gracia de Dios se derrama incesantemente desde hace medio siglo, acogiendo a peregrinos, familias, sacerdotes, jóvenes, ancianos, gentes de toda condición, que encuentran aquí paz, reconciliación, y la mirada maternal de María.

Permitidme evocar brevemente la historia que nos reúne hoy. San Josemaría, profundamente unido a esta tierra desde su infancia, recibió de la Virgen de Torreciudad —en la antigua ermita medieval— un auxilio especial cuando su vida pendía de un hilo siendo un niño. Aquella experiencia marcó para siempre su corazón. Por eso, movido por un amor filial a la Madre de Dios y con un afán universal de evangelización, soñó levantar junto a aquella humilde ermita-santuario un templo moderno, abierto a todos, donde se renovara la devoción mariana y se ofreciera con abundancia el sacramento de la reconciliación.

Hoy, 50 años después de aquella jornada memorable del 7 de julio de 1975, recordamos con gratitud cómo aquel sueño cristalizó gracias a la generosidad de tantos fieles, al empeño de la Prelatura del Opus Dei, y al esfuerzo de tantas personas que, ladrillo a ladrillo, hicieron posible esta obra con alma. No sólo la belleza arquitectónica del templo, con sus muros de ladrillo rojo integrados en el paisaje del Alto Aragón, sino sobre todo la vida espiritual que desde aquí ha brotado, nos invita a alabar al Señor por sus maravillas.

Torreciudad se ha convertido en un faro de fe mariana, en un hogar para las familias, en un lugar de gracia donde tantos han redescubierto la ternura de Dios a través de su Madre. Aquí se escuchan confidencias, se renuevan promesas matrimoniales, se derraman lágrimas de conversión, se experimenta la misericordia divina en el sacramento de la penitencia, se bendicen proyectos de vida y se confía el futuro a la Virgen. Aquí late, de manera silenciosa y sencilla, la espiritualidad que San Josemaría enseñó: santificar la vida ordinaria, descubrir a Dios en medio de lo cotidiano, hacer de cada rincón del mundo un lugar donde Cristo reine.

Es de justicia que hoy expresemos nuestra gratitud, en primer lugar al Señor y a la Virgen, pero también a todos los miembros de la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei que, a lo largo de estos 50 años, han mantenido vivo este espacio de oración, de formación, de hospitalidad y de servicio eclesial en el corazón de nuestra diócesis. Vosotros, con vuestra entrega discreta y constante, habéis sido cauce de bendición para muchos, prolongando el carisma de vuestro Fundador y donde estamos impulsando una colaboración más estrecha con nuestra Iglesia diocesana, siempre en comunión con el obispo y con la Iglesia universal.

En estos tiempos, donde a menudo se alzan voces para dividir, para desacreditar o para enfrentar, el espíritu de unidad, de humildad y de amor a la Iglesia que San Josemaría vivió y predicó es un testimonio luminoso. Él nos enseña, también hoy, que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino llamada universal; y que la fuerza de la Iglesia está en la comunión, en la caridad, en la confianza de saberse hijos de un mismo Padre y hermanos en la misma fe.

Agradecemos pues al Señor por la fecundidad apostólica de Torreciudad, por las Jornadas de las Familias, por las peregrinaciones marianas, por cada numerario y supernumerario de la Prelatura y del Opus Dei, por los miembros de la Asociación Sacerdotal de la Santa Cruz, agregados, auxiliares, personal que trabajáis en Torreciudad, por los integrantes de la comunidad cristiana de la Unidad Pastoral de Graus donde tantos han recuperado la paz, se ha fortalecido su fe, se ha reforzado el vínculo familiar, se ha hallado consuelo y orientación. Torreciudad ha sido y sigue siendo un don para la diócesis, para Aragón, para la Iglesia entera.

Hoy queremos renovar juntos el compromiso de seguir caminando en unidad, en comunión, valorando lo que nos une, sin miedos ni recelos, porque en la Iglesia todos somos necesarios, y porque la Virgen de Torreciudad nos tiende su mano maternal para seguir haciendo de este lugar un hogar espiritual abierto a todos.

 

Amén.

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