Mons. Ángel Pérez: «Estamos asistiendo al comienzo de la revolución de la ternura»

Ascen Lardiés
20 de abril de 2019

«No estamos asistiendo al final de nada trágico; estamos asistiendo al comienzo de la revolución de la ternura. Una vez más Barbastro enmudece. La plaza del Mercado escenifica la mejor historia de amor que jamás haya acontecido, pero es el comienzo de una nueva manera de ser», afirmó el obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez, al finalizar la Procesión General del Santo Entierro de Barbastro del Año Jubilar. Cuando a las ocho de la tarde, tras sonar la llamada de los soldados romanos en la puerta de la Catedral, salió la cruz procesional de la Merced a las escalinatas del templo, acababa de comenzar una catequesis histórica, 400 años después de la primera procesión de estas características, impulsada en 1619 por Pedro de Ruesta.

     

A las sibilas, prececiendo el paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén (cofradía de San José) siguieron por las calles del centro de la ciudad y portados a hombros por los cofrades los pasos del Beso de Judas (La Merced), Jesús atado a la columna y la Virgen de la Esperanza (cofradía de Jesús atado a la Columna), el Nazareno, la Virgen de la Amargura y la Verónica (cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno), la Segunda Caída, el Cristo de la Agonía y la Dolorosa (Hermandad del Santo Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de los Dolores), el Descendimiento y la Piedad (cofradía del Descendimiento), el Santo Sepulcro y la Soledad (cofradía del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad). Las seis primeras cofradías, acompañadas por su sección de instrumentos, esperaron en la plaza del Mercado la llegada del Cristo yacente, al que recibieron con alzadas a su paso en total y respetuoso silencio.

Mons. Pérez emplazó a los presentes a participar en la eucaristía conjunta para todo Barbastro del Domingo de Resurrección y evocó las palabras de Josué: “Si os re­sul­ta duro ser­vir al Se­ñor, ele­gid hoy a quién que­réis ser­vir, que yo y mi casa ser­vi­re­mos al Se­ñor”, antes de que dieran comienzo las respectivas procesiones del silencio, con las que cada paso regresa a su sede titular. La última en hacerlo, la Soledad, volverá a salir a la calle el Domingo de Pascua, para cambiar el luto por el blanco. Lo hará al encontrarse con el Cristo resucitado, paso de la Junta de Cofradías, portado por representantes de todas ellas.

 

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