Con “Querido padre” y desde Lérida, la barcelonesa Mar Fernández Montenegro ha ganado la segunda edición del Concurso de Microrrelatos de temática martirial Tierra de Testigos, convocado por la Diócesis de Barbastro-Monzón y dotado con un único premio de 400 euros. En un relato epistolar, la autora toma la perspectiva de uno de los verdugos de los 51 beatos claretianos y compone un monólogo de arrepentimiento y perdón.

El jurado, presidido por el doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Pontificia de Salamanca y director del programa Testimonio de TVE, Isidro Catela, ha elogiado la calidad y cantidad de originales recibidos, 91, procedentes de toda España, Guatemala y Japón. En este asegunda convocatoria, destaca el acercamiento a las historias martiriales de la diócesis de Barbastro-Monzón y la actualización del concepto martirial, a través de situaciones actuales de persecución por motivos religiosos.

El fallo se hace público en la antevíspera de la Fiesta de los Mártires del siglo XX, que este domingo celebrará la Diócesis con una eucaristía a las 10,30 horas en S.I. Catedral de Barbastro. En la misma jornada, a las 12 horas, tendrá lugar la apertura de la fase diocesana de la Causa de Beatificación de Félix Sanz Lavilla y 251 Siervos de Dios.

QUERIDO PADRE

Cincuenta y un disparos, uno por cada uno de los mártires torturados con palabras, con gestos, con desprecio. Y uno de esos disparos salió de mi fusil.

Pude echarme atrás y dejar que otros lo hicieran; pude arrepentirme, retirarme, retractarme; pude volver a mi fe, a mi Dios. Y no lo hice.

Fue más fácil dejarme llevar y seguir dudando, porque habían desaparecido mi fe y mi voluntad, pero aún permanecían el odio y una fría bala en mi bolsillo.

Tembloroso cogí el arma entre mis manos y disparé.

Cincuenta y una sonrisas que se borraron de un soplido. Y ahora vivo en una pesadilla, sin paz ni alegría, de la que no puedo despertar.

Mil veces los envidié y soñé con ser como ellos, por eso, he decidido recuperar mi fe. Como los mártires a los que arranqué el alma quiero buscar la gloria de Dios en todas las cosas que me rodean y dedicarme a salvar cada una de las almas que encuentre perdidas en esta horrible guerra. La primera: la mía propia.

Por eso, querido padre, he ingresado en la orden de los claretianos, porque ellos nos perdonaron mientras los matábamos. Porque a pesar de mirar de frente el dolor, el horror y la muerte no perdieron la sonrisa y yo, yo, he perdido mi alegría y vivo muerto en vida.

Siempre tuyo, Tu hijo, Fernando.