Libres, no sometidos

“Digamos ‘no’ al superficialismo, naufragio de nuestra civilización, con una libertad no sometida”. Justamente esta era la penúltima frase de mi artículo del pasado 8 de diciembre.

Justo al día siguiente de proponer esta ‘libertad no sometida’ como respuesta a lo que llamaba ‘superficialismo’, me encuentro con un artículo que me pareció que venía como anillo al dedo para desarrollar un poco más esa propuesta de libertad no sometida. Su autora es Carmen Posadas.[1]

Carmen parte de un hecho que no es precisamente de superficialismo, pero sí de sometimiento a lo políticamente correcto que es, me parece, otra forma de superficialismo. El escenógrafo y dramaturgo italiano Romeo Castellucci causó una gran conmoción al atreverse a poner en escena un toro vivo, que simbolizaba el mítico becerro de oro bíblico.  De inmediato, animalistas del mundo entero denunciaban tal crimen de lesa animalidad por exhibir un toro en escena. En una entrevista, Castellucci reflexionaba así a partir de reacciones de animalistas expresadas en las redes sociales: “Somos una sociedad que ha abdicado de su libertad. El caso de las nuevas tecnologías es muy claro… Se trata de una nueva forma de autoridad difusa; nos marca qué desear, qué amar, qué temer. Y lo más grave es que se trata de una renuncia consciente, amamos esas rejas invisibles, besamos sus barrotes”.

Recuerda la autora el libro de Erich Fromm El miedo a la libertad (1941) en el que éste expresa que tenemos miedo a ser libres y a expresar nuestras opiniones. Porque es mucho más fácil y de menor riesgo someterse a las imposiciones del momento que atreverse a decir lo que uno piensa. Aceptamos lo políticamente correcto y la superficialidad social que nos envuelve creyendo que el resto de la sociedad está de acuerdo con esa superficialidad absurda que la mayoría asimila sin cuestionarse. Son los barrotes que estamos dispuestos a besar, puesto que la libertad, tanto de pensamiento como de acción, se paga cara.

Y, como no podía ser menos, no por superficialismo ni por políticamente correcto, sino por cultura y por agradecimiento a los muchos libres ‘que en el mundo han sido’, Posadas cita a Fiódor Dostoyevski del que, precisamente, estamos celebrando este año el 200 aniversario de su nacimiento.

Todos recordamos la leyenda de El Gran Inquisidor que Dostoyevski nos narra en su novela Los hermanos Karamazov. Jesús decide volver a la tierra y de inmediato es encarcelado por el Gran Inquisidor de Sevilla.¿Para qué has vuelto? –le recrimina el Inquisidor–. Tu labor está ya hecha y ahora sólo puedes estropearla. Tú quisiste dar al hombre la libertad, pero la mayor preocupación de los humanos es encontrar cuanto antes a alguien a quien entregar ese gran don de la libertad con el que han tenido la desgracia de nacer. Nosotros, los inquisidores, estamos aquí para liberarlos de tal carga. Para decirles lo que tienen que hacer, pensar, decir. Ellos han puesto su libertad a nuestros pies suplicando: ‘Hacednos vuestros esclavos, sólo pedimos a cambio que nos alimentéis. O, dicho en otros términos actuales, dadnos pan, bienes, cosas, fiestas, tranquilidad, despreocupación…; quitadnos la libertad, la carga de tener que decidir y dadnos ‘cosas’.

El miedo a la libertad, como vemos, no es de ahora. Ha sido una constante en la historia de la humanidad. Y cada época nos ofrece ‘razones’ para fortalecer ese miedo. Ahora, entre otras, es lo que llamo superficialismo (la consagración de la superficialidad) y la imposición de lo políticamente correcto (lo que hay que decir para ser moderno y estar al día). Si te sales de ahí, estás perdido: retrógrado, anticuado, raro, desfasado…

La Posadas termina su artículo más o menos así: Si todo esto es verdad, y mucho me temo que lo es, uno se pregunta si hemos avanzado algo desde la reflexión de Dostoyevski hace más de 200 años. Y nos presenta en su artículo esta espeluznante cuestión: cabe preguntarse si conquistar la libertad es siquiera deseable, visto lo mucho que amamos nuestros barrotes.

Teóricamente la solución está ahí, a nuestro alcance. Lo dice Erick Fromn y ojalá nos lo sigan recordando otros muchos Fromn. El secreto para no perder o para recobrar la libertad es fomentar la responsabilidad individual, de modo que cada uno, en vez de someter nuestra libertad a la sociedad, al superficialismo, a lo políticamente correcto que nos vuelven imbéciles, sepamos elegir nuestro propio camino. “Arriesgarnos a salir del rebaño, porque solo entonces descubriremos que somos muchas, millones diría yo, las ovejas díscolas a las que no nos gusta comulgar con ruedas de molino y tragar verdades prefabricadas”.

Sin olvidar que la libertad se recupera plenamente cuando la decisión personal intransferible de ser libres la hacemos en servicio y comunión con los demás. Esto, los cristianos, ¿lo tenemos claro? “Para la libertad nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud… Pues vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad, como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor” (Gal 5,1.13).

Aspecto que no olvida Erick Fromn,“místico ateo” como él mismo se definió, en su obra El arte de amar. Amor y libertad o indiferencia y superficialismo. ¡A elegir! Eso sí, aceptando que Ir a contracorriente es una lata. ¿O no?


[1] CARMEN POSADAS. Miedo a la libertad. XL Semanal – 5 de Diciembre de 2021. Algunas reflexiones de este artículo son frases suyas.