Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Leer

1 de octubre de 2025

Tengo en mis manos un libro de 700 páginas que, en quince meses, ha llegado a la edición 17. A más de una edición por mes. Leí más de una crítica, todas positivas y me decidí a comprarlo y lo estoy disfrutando. Quiero suponer que, desde que lo compré, ya habrá superado la edición 17. Me está gustando. No digo el título.

Una vez, también en esta sección, dije el título de un libro que había leído y me había gustado. Lo recomendé. Enseguida una persona ‘muy católica’ me escribió: ¿Cómo un sacerdote puede recomendar un libro que no es precisamente muy católico? Claro, yo no lo recomendé porque fuera de inspiración católica el libro, sino porque me pareció realmente interesante por su temática humana y muy positivo.

Como esta sección no es de propaganda de nada, no digo en este caso el título del libro. Porque lo normal es que no guste a todos.

También por eso me abstengo. Y por hacerlo en un medio de la Iglesia Católica.

Lo traigo a estas páginas por otra razón. El que tenga ya, por lo menos, 17 ediciones, creo que nos da a entender que los españoles LEEMOS. Dato que me parece muy positivo y esperanzador. La lectura hecha con sentido crítico ayuda, y no poco, a seguir avanzando en la vida con mayor lucidez.

Lecturas de escritos negativos, xenófobos, superficiales, insultantes, no aportan ninguna lucidez. Solamente la oportunidad de rebatirlos con claridad y, así, exponer y defender lo positivo.

Leer, por sí solo, puede no hacer mejores personas. Una persona que lee puede ser tolerante, abierta, receptora… o autosuficiente, orgullosa, pagada de sí misma… pero este posible “peligro” creo que es menos probable. Creo. A pesar de todo, leer es bueno.

Introducir en la lectura progresivamente, desde niños, es parte de la educación. Educar no consiste solo en aprender la tabla de multiplicar y el nombre y obras, por ejemplo, de Lope de Vega o de Vargas Llosa o de Cervantes (tan actual hoy día por la controvertida película EL CAUTIVO del director Alejandro Amenábar).

La educación, tanto en la escuela como en casa, “no pasa por atiborrar a los niños de datos que, por lo general, se olvidan. Consiste en enseñarles a pensar, a discernir, a fomentar una curiosidad intelectual que consiga que más adelante, cuando estén formados, puedan tener un criterio propio. Y eso es precisamente lo que se aprende en los libros. No una serie de conceptos que el lector memoriza como un loro, sino la capacidad para que sea él o ella quien saque sus propias conclusiones y pueda elegir en libertad sin dejarse manipular.

Por eso se dice que leer es vivir mil vidas. […] Leer es un acto creativo. Es el lector quien da vida a los personajes”[1]. Cuando no existe el lector, el libro está muerto, es un simple montón de papel cosido. El lector da vida al libro y lo convierte en mensajero de esperanza o de realismo o de tristeza. El Libro produce diferentes reacciones en cada lector. Hay tantos libros como lectores; el libro tiene tantas consecuencias como lectores tiene. El lector es quien hace vivir a los personajes del libro o quien acepta o rechaza un libro de ensayo sobre temas diversos. Un libro es muchos libros. Tantos como lectores.

“Los libros son para la vida, para ayudar a mejorarla, a cambiarla, a expandirla. La literatura es una ventana que abre el mundo porque en el lenguaje, nos constituimos en las palabras. Y la palabra escrita es la posibilidad de que unos signos-arbitrarios y diferentes según las lenguas y las culturas-contengan eso que llamamos el mundo: lo que existe, pero también lo que imaginamos que existe”. (Ana Teresa Torres)

Federico García Lorca en su discurso inaugural de la Biblioteca de Fuente Vaqueros [1931, 5 años antes de su fusilamiento, dijo: «Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro».

[1] CARMEN POSADAS, Prodigiosa alquimia. XLSemanal. Nº 1979. 28 sept – 4 oct

 

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