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Lectio Divina: 8 de febrero de 2021

Raúl Romero López
8 de febrero de 2021

“Y cuantos la tocaron quedaban salvados!

1.- Oración introductoria.

         Señor, hoy vengo a Ti porque necesito tocar al menos “la orla de tu manto”. Más aún, necesito que me toques por dentro y sanes mi orgullo, mi soberbia, mi vanidad, mi afán de suficiencia. Si sólo pienso en mí, trabajo para mí, me preocupo sólo  de mí, me vivo a mí mismo, ya no vivo como Tú quieres que viva. Y yo quiero “ser vivido por Ti”.  Necesito experimentar lo grande y hermoso de esta vida cuando Tú estás metido dentro de mí.  Cuanto más metido me siento dentro de Ti, más necesidad tengo de salir a compartir mi fe con los hermanos. 

2.- Lectura reposada del evangelio Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron enseguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.


3.- Lo que dice el texto bíblico.

Meditación-reflexión.

A Jesús siempre se le ve, en la vida pública, rodeado de gente. A Jesús le encanta vivir “en medio del pueblo”. Sabe comer con el pueblo el pan duro de sus sufrimientos y, cuando llega el caso, el pan tierno de sus alegrías. Por eso la gente le sigue, porque es “uno de ellos”. La gente quiere estar con Jesús, escuchar a Jesús, “tocar a Jesús”. Es un Dios cercano, sencillo, alegre, amigo de la vida. Con Jesús se aprende a vivir. Una cosa destaca: su sensibilidad con los que sufren. Hay en Jesús fibras íntimas que sintonizan con los pobres y con la gente que lo pasa mal. No puede ver sufrir sin compadecerse, sin acercarse a sanar las heridas del pecado. ¡Qué lejos queda esta vida real y concreta que vivimos, con aquellos sueños tan bonitos de su Padre Dios al crear este mundo!…Y a Jesús le parece estupendo dedicar su vida a reconstruir la nuestra: tan dañada, tan herida, tan desdibujada, tan  malograda.

Es verdad que nosotros no podemos hacer milagros físicos, pero sí milagros morales: podemos dar una palabra de ánimo a los que han perdido la ilusión; una palabra  de esperanza para aquellos que están  bajo los efectos de la tormenta. Pasará la tormenta y brillará un precioso Arco Iris de colores.

Palabra del Papa 

La palabra que nos ayudará a entrar en el misterio de Cristo es cercanía. Un hombre pecó y un hombre nos salvó. ¡Es el Dios que está cerca! Cerca de nosotros, de nuestra historia. Desde el primer momento, cuando eligió a nuestro padre Abraham, caminó con su pueblo. Y esto también se ve con Jesús que hace un trabajo de artesano, de trabajador.

A mí, la imagen que me viene es aquella de la enfermera en un hospital: cura las heridas, una por una, pero con sus manos. Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es un trabajo de Jesús, personal. Un hombre trajo el pecado, un hombre viene a sanarlo. Cercanía. Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con ternura, con caricias, nos salva con su vida entregada, por nosotros. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 22 de octubre de 2013, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a  mí este texto que acabo de meditar.

(Guardo silencio)

5.-Propósito: Pondré el corazón en mis manos y así, en este día,  saludaré a las personas con la ternura que lo hacía Jesús.

6.- Dios me ha hablado Dios a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor-Jesús, te doy gracias porque nos has acercado al Padre a través de tu cercanía; porque nos has acercado a la ternura infinita de su amor a través de tu cariño. ¿Qué idea tendríamos ahora de Dios si no te hubieras encarnado? Sin ti, ¡qué lejos nos queda Dios! Contigo lo sentimos muy cerca; tan cerca que hasta lo podemos tocar. ¡Gracias, Señor!

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

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