“El Hijo del hombre es señor del sábado”
1.- Oración introductoria.
Señor, qué sensación de alivio, de bienestar, de libertad interior, me dan tus palabras: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado”. Tú eres mi único Señor y no quiero a nadie que me esclavice. Te serviré a ti solo y a nadie más. ”No me mandes ya más mensajeros que no saben decirme lo que quiero”. Te serviré a Ti y te serviré por amor. Y seré libre. Y no seré ya más esclavo de nada ni de nadie.
2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban y comían espigas desgranándolas con las manos. Algunos de los fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito en sábado? Y Jesús les respondió: ¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, ¿cómo entró en la Casa de Dios, y tomando los panes de la presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a los que le acompañaban? Y les dijo: El Hijo del hombre es señor del sábado.
3.- Qué dice el texto
Meditación-reflexión.
Dos colosos se enfrentan mutuamente: el coloso de la Ley que, en tiempo de Jesús, mandaba, obligaba, tiranizaba a las personas en nombre de Dios y el coloso del hambre que, desde hace mucho tiempo, tiraniza a la humanidad. La interpretación de la Ley había caído en extremos ridículos. No se podía frotar los granos de trigo en la mano para poder comerlos. Era un trabajo que no estaba permitido hacer en sábado. Según alguna ley de los esenios, «si a una madre se le cae en sábado el niño que lleva en sus brazos, no puede trabajar agachándose para recogerlo: debe dejar que llore el niño. La observancia del sábado está por encima de toda consideración”. Jesús se rebela contra toda interpretación de la ley que va en contra de las personas. “El Hijo del hombre es Señor del sábado”. Y, por eso, puede dejar en libertad a todos los hombres y mujeres esclavizados por el sábado. Si Dios es amor, todas las leyes que no sean vehículo o expresión del amor, están mal situadas. Donde el hombre pone leyes, Jesús pone amor. Y su testamento fue éste: “Amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn. 13,34).
Palabra del Papa
“La Palabra de Jesús va al corazón porque es Palabra de amor, es palabra bella y lleva al amor, nos hace amar. Estos cortan el camino del amor: los ideólogos. Y también el de la belleza. Y se pusieron a discutir ásperamente entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos de comer su carne?». ¡Todo un problema de intelecto! Y cuando entra la ideología en la Iglesia, cuando entra la ideología en la inteligencia del Evangelio, no se entiende nada. Son los que caminan sólo por el camino del deber: es el moralismo de cuantos pretenden realizar del Evangelio sólo lo que entienden con la cabeza. No están en el camino de la conversión, esa conversión a la que nos invita Jesús: Y estos, por el camino del deber, cargan todo sobre las espaldas de los fieles. Los ideólogos falsifican el Evangelio. Toda interpretación ideológica, independientemente de donde venga –de una parte, o de otra– es una falsificación del Evangelio”. (S.S. Francisco, 19 de abril de 2013).
4. Qué me dice hoy a mí esta palabra que acabo de meditar. (Silencio).
5.-Propósito: No hacer nada que no esté impulsado por la ley del amor.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración
Señor, hoy te quiero agradecer que hayas venido a este mundo para hablarnos de Dios. Las religiones –también la judía y también la católica- nos han hablado de un Dios con muchas normas, muchas leyes, muchas ataduras a la conciencia. Y vienes Tú y nos dices: sólo una ley. La ley del amor. Amar a Dios y amar a los hermanos. ¡Qué alivio! ¡Qué bien se vive, se camina y se respira con Jesús! Gracias, Señor, el Libertador.
ORACIÓN POR LA PAZ
Señor Jesús, ten piedad de nosotros y concédenos la paz y la unidad, no permitas que nos soltemos de tus manos y danos un corazón capaz de amar como tú nos amas. María Madre nuestra, auxílianos en estas difíciles horas de la tribulación, se nuestra fuerza y consuelo. Cúbrenos con tu manto y que la sangre de tu bendito Hijo nos proteja de todo mal.