Lectio Divina: 12 de marzo de 2020

Raúl Romero López
9 de marzo de 2020
El rico Epulón y el pobre Lázaro

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy vengo a la oración a pedirte que cambies mi corazón de piedra en un corazón de carne. A veces yo también me hago insensible ante tantos hermanos nuestros que mueren en el mar o en las playas; que van huyendo del infierno de sus países de origen y van buscando simplemente poder “vivir”. Yo quiero ser más sensible a estos problemas humanos, que sepa vivirlos no sólo en la piel, dando sentido de epidérmico, tangencial, sino dentro en mi propia piel, en mi propio corazón.  Haz que se me rompa el alma ante dramas tan duros de mis hermanos.

2.- Lectura reposada de la palabra del Señor. Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: «Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama». Pero Abraham le dijo: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros». Replicó: «Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento». Le dijo Abraham: «Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan». Él dijo: «No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán». Le contestó: «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite».

3.- Qué dice el texto. 

Meditación-Reflexión.

Una de las consecuencias más terribles del dinero es que “endurece el corazón de las personas”. Según los comentaristas, en aquella época las comidas se servían en un solo plato, y éste se limpiaba con la miga del pan, de modo que pudiera servir para el resto de la comida. Pues bien, esas migas sucias, que habían servido para limpiar el plato, se tiraban al suelo para que las comieran los perros. Y aquel ricachón ni siquiera eso le daba al pobre Lázaro.  Me impresionan mucho las palabras de este evangelio: “Entre vosotros y nosotros se abre un gran abismo”. Ese abismo existe entre el primer mundo y el tercer mundo. Ese abismo existe cuando según las estadísticas, los ricos son cada vez más ricos y los pobres son más pobres. Y lo más grave es que ese abismo que comienza en este mundo se prolongará para siempre en el otro. Y es que, cuando el hombre endurece su corazón, ya no hace caso ni a un muerto que vuelva de otro mundo. Jesús no ha venido a este mundo para abrir fosos que nos separan sino para tender puentes que nos unen.

Palabra del Papa.

Tal vez ese rico era un hombre religioso, a su manera. Rezaba, quizás, alguna oración y dos o tres veces al año seguramente iba al Templo a hacer sacrificios y daba grandes ofrendas a los sacerdotes, y ellos con aquella pusilanimidad clerical se lo agradecían y le hacían sentarse en el lugar de honor. Pero no se daba cuenta de que a su puerta estaba un pobre mendigo, Lázaro, hambriento, lleno de llagas, símbolo de tanta necesidad que tenía. El hombre rico tal vez el vehículo con el que salía de casa tenía los cristales polarizados para no ver fuera… tal vez, pero no sé… Pero seguramente, sí, su alma, los ojos de su alma estaban oscurecidos para no ver. Solo veía dentro de su vida, y no se daba cuenta de lo que había sucedido a este hombre, que no era malo: estaba enfermo. Enfermo de mundanidad. Y la mundanidad transforma las almas, hace perder la conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, hecho por ellos… La mundanidad anestesia el alma. Y por eso, este hombre mundano no era capaz de ver la realidad. Muchas personas llevan la vida de modo difícil; pero si tengo el corazón mundano, nunca entenderé eso. Con el corazón mundano no se puede entender la necesidad y lo que hace falta a los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se puede rezar, se pueden hacer tantas cosas. Pero Jesús, en la Última Cena, en la oración al Padre, ¿qué ha rezado? ‘Pero, por favor, Padre, custodia a estos discípulos para que no caigan en el mundo, que no caigan en la mundanidad’. Es un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecador del alma. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de marzo de 2015, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).

5.-Propósito: Haré un rato de  oración para que nunca se me endurezca el corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Hoy quiero acabar este rato de oración dándote gracias por haber comprendido las graves consecuencias que se derivan de tener el corazón endurecido.  Las personas, dejamos de ser personas, cuando en vez de un corazón de carne ponemos un corazón de piedra. Una persona sin emociones, sin sentimientos, sin capacidad de cambio, ha dejado de ser persona. Lázaro era pobre, pero era una persona con toda su dignidad y con todos sus derechos. Epulón era un rico tan pobre que dejó de ser persona. Sólo tenía dinero.

PDF: 12 DE MARZO

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