El cementerio de la deshabitada (desde 1960) población de Rocafort (Unidad Pastoral de Binéfar, en La Litera), lugar santo repetidas veces profanado, situado hacia su oeste, junto al camino que asciende a la ermita de Ntra. Sra. de La Guardia, atesora esta original cruz de hierro afianzada sobre un breve pedestal de ladrillo macizo con dos alturas.
Su función como heraldo de la religión católica que profesaban cuantos están enterrados a su pie y aguardan allí, bajo su cuidado, su resurrección, está sobradamente cumplida, pues es notoriamente visible incluso desde el camino de acceso (no así los enterramientos, que han sido recientemente cubiertos por una gran masa de tierra virgen a modo de túmulo en evitación de futuros destrozos sacrílegos).En sí misma, la Cruz de Rocafort se compone de tres elementos independientes que forman el conjunto simbólico-artístico:
CRUZ. Con medidas próximas a un metro, travesaño y tronco uniforman sus dimensiones construyendo una cruz griega en que cúspide y brazos miden lo mismo, quedando algo más corto el pie por estar incrustado en la base y servir de sujeción. La sencillez, la estilización y la carencia de ornato es la mejor definición de sus líneas, sobriedad esta que evoca la de las personas enterradas en ese venerable espacio, cuyas vidas estuvieron perfumadas con la grandeza de la discreción y la estética de lo natural. Los extremos de la cruz, que representa a Dios Hijo, muerto por la salvación de los hombres, se abren dando lugar a figuras semejantes a triángulos invertidos que ofrecen dos de sus vértices hacia afuera, y que en realidad identifican una esquematización de las ocho puntas que componen la Cruz de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Estas ocho puntas simbolizan las ocho bienaventuranzas y las ocho virtudes con que debe vivir un caballero de esa Orden, bajo cuyo señorial dominio se situó este territorio. A saber: vivir en la verdad, tener fe, arrepentirse de los pecados, dar prueba de humildad, amar la justicia, ser misericordioso, ser sincero de todo corazón, y soportar la persecución.
ASPA. Utilizando las bisectrices de los ángulos de la cruz, una nueva cruz girada a modo de aspa ocupa los cuatro cuadrantes. Cada brazo del aspa tiene dos medidas de ancho, más gruesas y pesadas en el centro, como abarcando con su solidez material los cuatro puntos cardinales de la tierra, y más finas y delicadas hacia afuera, como rayos de luz surgidos de la santa cruz que se expanden ligeros a los cuatro vientos. Cada uno de estos cuatro brazos del aspa culmina en una pequeña cruz que da sentido a la figura. Se trata de la representación de los cuatro evangelios, que partiendo de la cruz de Cristo, ofrecen su solidez a los hombres de toda la tierra y lanzan abiertamente su espiritualidad a todas las generaciones. Es pues este aspa la imagen que identifica la Palabra de Dios, inspirada y entregada al mundo por Dios Espíritu Santo a través de todos los tiempos.
CIRCUNFERENCIA. Dios Padre, creador del universo, ha sido representado en esta cruz con la figura geométrica más perfecta, la que no tiene principio ni fin, la que mantiene una única e igualitaria ley de distancia entre todos sus puntos, la que encierra en sí toda la existencia. Esta circunferencia, sobrepuesta a la cruz, recuerda el modelo de cruz celta, en que la simetría absoluta armoniza la humanidad de los ángulos y las rectas con la divinidad de lo curvo y continuo. Este aro, aunque en la misma línea de austeridad que la cruz y el aspa, tiene en toda su parte exterior un sinnúmero de breves y uniformes puntas que le hacen parecer una corona. Simboliza esta corona la majestad de Dios todopoderoso cuyo poder se va a ver reflejado en la cantidad de puntas que posee.
Contemplando los tres elementos de esta cruz de Rocafort, estamos, pues, ante una excelente representación de la Divina Trinidad de Dios. Benditas las manos del artesano que forjó estos hierros con el fuego de su fe y el martillo de su amor trinitario. Su sobria llaneza en la ejecución de la pieza desborda aragonesismo, concisión estética, intimidad personal y sentido del hecho religioso.
El pueblo de Rocafort seguirá vivo mientras mantenga en pie este monumento a la cruz que es alabanza permanente a la Trinidad de Dios. Mientras continúe existiendo entre sus pinos, litoneros y robles esta expresión de la espiritualidad con que vivieron, no habrán muerto del todo los sepultados. Mientras perdure en el centro de su cementerio esta cruz única y personal, los hijos de Rocafort estarán rindiendo homenaje y oración a sus padres en presencia permanente de Dios, Uno y Trino.