Gentes, lugares y cosas pequeñas

¿Quién no ha pensado más de una vez, o muchas veces, que nos gustaría cambiar las cosas, que el mundo tal y como está no nos gusta? Ante este deseo soñado, hemos reaccionado, más de una vez o muchas veces, con el “realismo” de que, por mucho que hagamos, nada va a cambiar, todo va a seguir igual. Es una excusa barata para no hacer nada, para habitar y aumentar el propio egoísmo, para justificar nuestra falta de solidaridad.

Sencillamente, este pensamiento “realista” no es verdadero. La verdad es que las pequeñas cosas buenas que hacemos van cambiando el mundo. El mundo cercano, primero, y, por el contagio, se va extendiendo a otras personas, a otros lugares no tan próximos.

La verdad es que podemos hacer muchas cosas, muchas pequeñas cosas. Porque nuestra persona, cada uno de nosotros, tenemos la capacidad de hacer el bien o de hacer el mal y, eligiendo, contribuimos al bien o al mal. Somos seres vivos, relacionados, abiertos. Nuestra manera de ser y nuestra acción no están al margen de la sociedad, sino en medio de ella.

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Esta frase se atribuye a Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo ya fallecido, aunque algunos autores afirman que se puede encontrar de modo semejante en San Juan Bautista de La Salle o que se trata de un proverbio africano.

Un autor boliviano, Carlos Mesa Gisbert, lo dice de esta manera, aplicado al compromiso político: “Se estaba pasando de los grandes proyectos que ‘cambian el mundo’ a las acciones que cambian las cosas todos los días”. Cambiando las cosas pequeñas de cada día por la acción o por el modo de vivir, se va cambiando el mundo.

O, como decía la Madre Teresa de Calcuta: “No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí hacer cosas pequeñas con mucho amor”.

Tres personas de muy diferente ideología, de procedencia muy distinta y de vida muy diversa coinciden en el mismo pensamiento. Constatación que lo hacen más creíble.

Si tú y yo, gente pequeña, cambiamos nuestro modo de pensar y de actuar para fortalecer el bien y reducir el mal, contribuimos a que la gente pequeña lleguemos a ser “mucha gente pequeña”. Si tú y yo no lo hacemos, la gente pequeña no crecemos ni en número ni en calidad. Ciertamente es poco lo que una sola persona puede hacer. Pero, convencidos de que tenemos una responsabilidad que solo cada uno de nosotros podemos cumplirla porque nadie más puede hacerlo en nuestro lugar, llegaremos a ser mucha gente pequeña que, unida, hace cosas grandes.

Nuestro pequeño mundo (familia, amigos, trabajo, fiesta, tiempo libre…) es el ambiente, el lugar, en que estamos llamados a actuar como gente pequeña. Muchos pequeños lugares, con un espíritu diferente, solidario, amable, justo, son imprescindibles para cambiar el mundo. También el contagio crea nuevos lugares pequeños sí, pero transformadores.

Gente pequeña, en lugares pequeños haciendo pequeñas cosas completan la realidad en la que nos movemos cada día, en la que vivimos nuestra vida pequeña y sencilla. Esta es nuestra vida, la única que tenemos, disfrutamos y ponemos al servicio de los demás o sólo de nosotros mismos y de los nuestros. Eligiendo el servicio a los demás nuestras pequeñas cosas de cada día siguen siendo pequeñas, pero transformadoras.

Cuando estamos convencidos de la verdad de la frase de Galdeano, sucede que “contra toda la tempestad exterior de superficialidad y desconfianzas, de dudas de todos acerca de todo, de acusaciones y desilusiones, la gente, cada uno de nosotros, va destilando en su corazón lo que quiere dar y a quién y, cuando encuentra el momento, cada uno rompe su frasco de perfume” (Cardenal Martini).

Y este frasco de perfume, el que todos y cada uno tenemos o podemos tener almacenado, guardado y cultivado en nuestro corazón para abrirlo en su momento oportuno, puede cambiar el mundo.

En un proceso lento, pero fecundo. Con altibajos, retrocesos y avances. No puede ser de otra manera. Pero la esperanza y no caer en el conformismo o la desilusión, lo convertirán en realidad.

¿No lo estamos viendo ya en el movimiento ecológico o en el consumo cada vez más responsable? Que continuarán creciendo si crecen los comportamientos personales, individuales, porque solo así, “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.