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Emilia Alonso: «La Iglesia católica está volcada con los desplazados y necesitados en la frontera sur de España»

Rocío Álvarez
24 de febrero de 2019

La red Intereclesial ‘Migrantes Con Derechos’, integrada por Cáritas Española, la Comisión Episcopal de Migraciones, CONFER, y Justicia y Paz, realizó una visita a la frontera sur del 16 al 20 de julio de 2018, bajo el lema ‘Tendiendo Puentes’. En ambas orillas visitaron varios proyectos de acogida a inmigrantes y refugiados. Emilia Alonso, delegada de Migraciones de la archidiócesis de Zaragoza, fue una de las convocadas a esta expedición.

Parte de los integrantes del grupo momentos antes de emprender viaje a Almería.

La red ‘Migrantes con derechos’ visitó tres puntos de esta frontera donde la Iglesia despliega su labor asistencial con los migrantes: Almería, Melilla y Nador.

En Almería visitaron los asentamientos de africanos que, empujados por el hambre y los conflictos bélicos, han llegado allí tras recorrer kilómetros y kilómetros de desierto. “Viven hacinados en chabolas y esperando que les llamen para trabajar por un mísero jornal, 3 euros la hora. Así nos lo contaba un africano, alegre por haber trabajado dos horas y poder llamar (por teléfono) así a su familia”, relata Emilia.

El grupo hablando con un africano de las chabolas.

El trabajo es arduo e intenso. Varias instituciones religiosas son las que ayudan a estas personas a vivir con la mayor dignidad posible: les proveen de techo, comida, clases de español, formación y acompañamiento. Las Mercedarias de la Caridad, Cáritas, la delegación diocesana de Migraciones, la Congregación del Sagrado Corazón, las Ursulinas, las Claretianas y las Carmelitas de la Caridad son solo algunas de las entidades eclesiales que actúan a pie de calle, de tú a tú con todas estas personas vulnerables y en situación de grave necesidad.

El siguiente punto del viaje fue Melilla, una ciudad llena de jóvenes en sus calles que, tras cumplir los 18 años, han de salir del centro de protección al haber alcanzado la mayoría de edad. Salen sin documentación ni derechos. Esta es una de las razones por la que los menores no quieren acudir a estos centros y prefieren vivir en la calle y acceder cuanto antes a los barcos. El SJM (Servicio Jesuíta a Migrantes) se ha especializado en el tema de la regularización y documentos, lo cual está teniendo muy buenos resultados. En Melilla el grupo conoció tambien a José y Maite, un matrimonio que organiza las cenas de los niños de la calle, que consiste en bocadillo, fruta y zumo.

Chicos durmiendo en una calle de Melilla.

El recorrido terminó en Nador, a pie de vallas. “Allí las Hijas de la Caridad cuidan a los heridos caídos en las vallas y agredidos por la policía marroquí. Ellas acogen a todos los ancianos y minusválidos, porque en Marruecos no quieren a los minusválidos psíquicos y físicos. Las familias y la sociedad los rechazan y estas monjas los recogen”, señala Emilia, quien añade: “En Nador vi pobreza, largas filas de porteadores esperando pasar la frontera a España y regresar después. Tambien vi kilómetros y kilómetros de vallas, tres españolas y tres marroquís, de seis metros de altura, con concertinas y  fosos entre ellas”.

Un fragmento de la valla en Nador.

Emilia comprobó en Nador que “las congregaciones religiosas son las únicas que atienden a niños, mujeres y ancianos. Enseñan español, oficios y van al bosque a llevar alimentos y medicinas a los que allí se ocultan y esperan su oportunidad de saltar las vallas”.

El grupo ‘Migrantes con derechos’ en una parada del viaje: el centro Baraka de Nador (Emilia en el centro con camisa caqui).

Construir puentes

Emilia, con trece años de experiencia al frente de la delegación de Migraciones de Zaragoza (desde su creación) confiesa que volvió muy “tocada” del viaje: “Pensaba en la incomprensión, a veces el rechazo, que sufren los inmigrantes. Al volver, me sentí con vergüenza de tener de todo y comprobar que, a pesar de que ellos no tienen nada, tienen algo impagable: la esperanza de tener algún día una vida mejor”.

Asimismo, Emilia recuerda que “los migrantes son personas, seres humanos con las mismas necesidades, ilusiones y derechos. Cuando te pones en su sandalias, les comprendes mejor y asi puedes aceptarles y acogerles. En palabras del Papa: proteger, promover, integrar“. Sus deseos son claros: “construyamos puentes, no muros ni vallas. Hagamos entre todos un mundo mejor”.

¿Y cómo construir puentes? Son muchas las iniciativas que pueden acoger esta realidad. En la diócesis de Zaragoza, concretamente, varias instituciones dedicadas a los migrantes están trabajando unidas para dar asistencia a estas personas en materia de alojamiento y acompañamiento.

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