Hace más de cuatro años que escribí algunos de los fragmentos entorno al “Hogar” que aparecen en esta circular, estando yo recién llegado a esta tierra africana mía de adopción.

Recientemente, tras los sucesos que estamos viviendo en torno a la acogida o no acogida de inmigrantes en Europa, provenientes en su mayoría de África, me he decidido a reescribir y establecer la necesaria conexión entre hogar e inmigración, aspecto este totalmente ausente en el debate político-social al que estamos asistiendo en las últimas semanas.

En 2014, compartía con algunos familiares y amigos, el descubrimiento del “Hogar” en Zimbabue: “Hogar es el nombre que recibe en la cultura del Pirineo y en otras partes de Aragón, el fuego en torno al cual la familia se calienta del gélido frío que recorre la montaña y en el que se transmite de una manera oral: tradiciones, leyendas y anécdotas que han formado parte de la historia del pueblo.

Esta evocación apareció de nuevo en mi corazón, durante el tiempo de vida que compartí con mi familia de Zimbabue, y en el cual volví a disfrutar, a “gozar” del calor del hogar, a sentir que el fuego es un fiel y privilegiado espectador de la vida de una familia ndebele.

Junto al fuego se comparte el “pan de la Palabra”, a través de la oración de la tarde, donde de una manera apenas perceptible y adornada por los cantos que hablan de África, de la iglesia y del Señor; va ayudando a crecer esa fe tímida de un pueblo que ha descubierto el sabor y el gusto en escuchar las narraciones sobre la vida de Jesús y de su iglesia.

Pero, también, se comparte “el pan o isitshwala”, que diariamente alimenta los estómagos y repara las fuerzas gastadas por los duros trabajos del día. Es impresionante el silencio con el que este pueblo toma la isitshwala (únicamente roto por el llanto de un niño o la presencia de alguno de los animales que forman parte de la casa) especialmente durante la comida del atardecer. Es toda una liturgia, el coger un pedazo de esta masa de maíz, y con el calor quemando la yema de tus dedos, hacer una pequeña bola, que mezclada con alguna clase de verdura o leche de vaca –en ocasiones especiales, por algún pedazo de carne-, constituye la alimentación básica de este pueblo africano.

“Umlilo” (el fuego) ilumina la oscuridad de la noche dentro de la cocina, compitiendo en fuerza y vivacidad con pequeñas lámparas de parafina y con las tímidas luces de los ya omnipresentes teléfonos móviles, que cumplen la función de mantener “el contacto familiar” con todos los que, un día, tuvieron que marchar a la ciudad o a Sudáfrica, dejando atrás mujer, hijos y una vida marcada por el ritmo de las estaciones y la naturaleza.

Cerca del calor del hogar, los adultos comentan los aconteceres cotidianos entorno al ganado, los trabajos en el campo, la ausencia de dinero, los problemas en la comunidad, el reparto de tareas…; mientras algunos niños terminan alguna redacción o las cuentas que les ha puesto la profesora de mates, las mamás aprovechan para bañar a los más pequeños frotando con pequeñas piedras la piel gastada durante el día por el calor del sol y la suciedad del juego en la arena.

El fuego, el hogar… que calienta, ilumina y reúne cada día a la familia ndebele, representa recordando a Leonardo Boff, un “sacramento de la vida”, porque entorno a él, giran todas las dimensiones de la vida de esta cultura africana. Sin él, difícilmente se podría entender, cómo esta cultura –con su lengua y tradiciones- se ha ido transmitiendo de generación en generación de una manera oral, hasta hace apenas 50 años en que se empieza a escribir su historia y a traducir los textos sagrados a su propia lengua.

El fuego que siempre permanece encendido, aunque parezca apagado –imagen también de nuestra propia fe-, basta con que sus rescoldos, sus cenizas sean removidas por unas hábiles y trabajadas manos, que al instante, harán emerger el “milagro” del calor y de la vida”.

El hogar, la familia, la tierra y el ganado, la vivencia de la fe en comunidad, las tradiciones y costumbres, lo más querido en la vida de un africano…desaparecen en el instante en que comienza el periplo, el viaje “hacia el Norte” (Europa) o “hacia el Sur” (Sudáfrica-en nuestro caso-), en pos de una vida mejor para sus hijos y sus familias, sueño este que en un alto porcentaje se acaba convirtiendo en una pesadilla, en la que no cabe ya volver atrás…

¿Qué mueve a millones de personas a dejar atrás “lo más querido” para iniciar un incierto viaje –y no precisamente de placer- hacia lo desconocido? ¿Por qué cuando vemos la imagen de una patera o de una concertina que trata de parar el flujo de inmigrantes que quieren entrar en nuestro país, no pensamos en quienes han quedado atrás en el camino, en las mujeres, hijos o padres que ya nunca volverán a ver? ¿Por qué no aparece en los medios de comunicación que las guerras, el hambre o los eternos dictadores que se perpetúen en el poder, son consecuencia del expolio y del saqueo llevado a cabo en este continente- directa o indirectamente- por Europa, Estados Unidos, Rusia o China?

Ojalá que la voz profética del Papa Francisco entorno a los emigrantes y refugiados, removiera de nuestras conciencias, falsos prejuicios y miedos infundados; y nos atreviéramos a hacer vida las palabras de la Sagrada Escritura: “Si viene un extranjero para habitar en nuestra tierra, no le oprimáis; tratad al extranjero que habita en medio de vosotros como un compatriota más y lo amarás como a ti mismo… (Levítico 19, 33-34).

Me gustaría terminar con una parte del bello poema “Hogar”, escrito  por Warsan Shire, una joven británica de origen somalí.

“…tienes que entender,

que nadie pone a sus hijos en un bote

a menos que el agua sea más segura que la tierra

 

nadie se quema las palmas de las manos

bajo los trenes

debajo de los carros

nadie pasa días y noches en el estómago de un camión

alimentándose de periódicos a menos que las millas viajadas

signifiquen algo más que un viaje.

 

nadie se arrastra por debajo de las vallas

nadie quiere ser golpeado

compadecido

 

nadie elige campos de refugiados

o cateos al desnudo donde tu

cuerpo se queda adolorido

o en prisión,

porque la prisión es más segura

que una ciudad de fuego

y un guardia de prisión

en la noche

es mejor que un camión cargado

de hombres que se parecen a tu padre

 

nadie podría soportarlo

nadie podría soportarlo

ninguna piel sería lo suficientemente dura

 

Vuelvan a casa negros

refugiados

inmigrantes corruptos

solicitantes de asilo

chupando nuestro país hasta dejarlo seco

negros con las manos extendidas

huelen raro

salvaje

arruinaron su país y ahora quieren

arruinar el nuestro

 

cómo hacen las palabras

las miradas sucias

caen sobre tus espaldas

 

tal vez porque el golpe es más suave

que un miembro arrancado

o las palabras son más tiernas

que catorce hombres entre

tus piernas

o los insultos son más fáciles

de tragar

que los escombros

que el hueso

que el cuerpo de tu hijo

en pedazos.

 

Quiero irme a casa,

pero mi hogar es la boca de un tiburón

mi casa es el cañón de la pistola

y nadie saldría de casa

a menos que el hogar te persiguiera hasta la orilla

a menos que la casa te dijera

para acelerar tus piernas

deja tu ropa

arrástrate por el desierto

vadea a través de los océanos

 

ahógate

sálvate

ten hambre

pide limosna

olvida el orgullo

tu supervivencia es más importante

Nadie se va de casa hasta que el hogar tenga una voz sudorosa en tu oído.

diciendo-

vete,

huye de mí ahora

No sé en qué me he convertido.

pero sé que en cualquier parte

es más seguro que aquí.”