D. Ángel Pérez Pueyo visita en Benín (África) al sacerdote misionero Rafael Quirós

“Los pobres nos evangelizan y nos enseñan”, afirmaba desde Fô-Boure, en Benín, el obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, D. Ángel Pérez Pueyo, que el pasado 18 de enero regresó a España tras una estancia de diez días en el país africano. Su llegada estuvo precedida por la de un contenedor valorado en 12.000 euros que, desde el Valle de Benasque, transportó a la misión dos tractores, varias bicicletas, ropa y otros objetos, gracias a la iniciativa del vecino de este valle José Manuel Lamora.

El viaje, explicaba a su llegada, era un compromiso, al tiempo que un reconocimiento “necesario y merecido” al misionero diocesano Rafael Quirós, vecino del Valle de Benasque, que lleva ocho años en este estado del África occidental, del tamaño de Andalucía, con una economía basada en la agricultura y la ganadería. Asegura el obispo que Quirós es “nuestra avanzadilla” en un proyecto que puso en marcha la diócesis de Logroño, con el hoy cardenal de Barcelona D. Juan José Omella a la cabeza, y a la que se sumó la aragonesa, encabezada entonces por el obispo emérito de Barbastro-Monzón, D. Alfonso Milián.

Amor fraterno

En la visita a los poblados, recibido con cantos y danzas por la comunidad cristiana, monseñor Pérez Pueyo les preguntó qué es lo que les había fascinado de Jesús para hacerse cristianos. “El perdón. Desde que somos cristianos el nivel de tensiones se ha reducido en nuestras familias”, respondieron sin titubear. “Aquí el Evangelio no hace falta proclamarlo… Se masca, se palpa, se siente… Y te interpela profundamente”, asegura el obispo, quien adelanta que, mientras el sacerdote ribagorzano Rafael Quirós lo desee, seguirá allí. Un allí en el que falta agua o alimentos, las carreteras están impracticables, cuentan ya con tecnología 4G, y donde la palabra parroquia no significa lo mismo que aquí.

Los pueblos forman una parroquia con distintas comunidades que el sacerdote visita y donde trabaja con laicos. Quirós atiende 14 pueblos y cuenta con dos catequistas, también animadores de la comunidad, que se han formado durante nueve meses, con el apoyo de sus vecinos. Los domingos de Navidad se bautiza a los niños de cero a tres años; en Pascua, a los adultos. “No hay sacramentos a la carta, la gente cree, nadie se acerca si no está implicado realmente en cada comunidad, con su presidente o presidenta y sus catequistas”, señala.

Este misionero bautiza cada año a unas 200 personas y considera que “el mayor desarrollo social es el anuncio del Evangelio porque recupera la dignidad de la persona, le hace ver que es querida y, en tanto que es querida, mi vida merece la pena y voy a luchar por ella y por mis derechos”. Así, Benín es un lugar mejor.