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El empleado negligente y holgazán

Pedro Escartín
18 de noviembre de 2023

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del XXXIII domingo del tiempo ordinario

El evangelista Mateo sigue acumulando parábolas sobre la vigilancia. La de este domingo (Mt 25, 14-30) sorprende porque nuestra idea de la economía es distinta de la de los oyentes de Jesús. Ellos creían que los bienes eran limitados y, por lo tanto, quien se enriquecía lo hacía a costa de los demás, mientras que nosotros pensamos que los bienes son ilimitados y el enriquecimiento no es algo injusto. Con estas premisas, aquellos oyentes verían con malos ojos al propietario y a los criados que buscaban enriquecerse y, sin embargo, parece que Jesús los puso como ejemplo. Esto me han dejado perplejo y no me lo he podido callar en cuanto hemos tenido nuestros cafés en las manos. Jesús me ha mirado y me ha respondido:

– Estás en lo cierto, pero quise contarles esa escena chocante para llamar su atención y hacerles reflexionar.

– ¿Y qué pretendías: que pensaran que debían ser como el propietario y los dos criados que buscaron enriquecerse? -he insistido sin dar mi brazo a torcer-.

– Bien sabes que no. ¿Cómo se compaginaría tal enseñanza con las bienaventuranzas que proclamé en la montaña? -me ha dicho pausadamente-. Solamente pretendí decirles que no imitaran al tercer criado.

– ¿Por qué? ¿Hizo mal al guardar el dinero de su amo con seguridad? -he vuelto a preguntarle un poco alterado-.

– No te alborotes y saborea el café -ha dicho tratando de calmarme-. Ya te advertí que no todo lo que cuento en cada parábola es imitable. Mis parábolas reflejan la vida real de las gentes con las que conviví y, naturalmente, las reacciones de los personajes de cada parábola no son siempre ejemplares. Por eso, debéis encontrar el punto justo de comparación que yo pretendía, si queréis comprender la enseñanza que deseaba transmitir con cada parábola. En esta, el punto de comparación es la actitud pusilánime y negligente del criado que guardó en un hoyo lo que se le confió. Él mismo confesó su holgazanería cuando, al rendir cuentas, dijo al propietario: «Sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo».

– O sea, que nos animas a ser laboriosos -he concluido abriendo mis manos y mirándole a la cara-.

– Sí; pero no para tener más, sino para allanar el camino al reinado del Padre -me ha replicado-. Con esta parábola, al igual que con otras que el evangelista recogió en su relato, intenté explicar cómo es el Reino de los Cielos. Las imágenes del propietario exigente y de los dos criados diligentes dan a entender que hay que emplearse a fondo para que el Reino llegue a vosotros y no existen medias tintas: o lo buscáis con alma, vida y corazón u os quedáis fuera. Por eso critiqué la actitud del tercer criado, que prefirió poner a buen recaudo el talento que el amo le había confiado y se cruzó de brazos; recuerda qué le dijo el propietario.

– «Eres un empleado negligente y holgazán» -he reconocido-. Pero he de decirte que esta parábola me produce como un escalofrío de temor.

– No veo por qué -me ha replicado-. El Padre no te pide cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas con las cualidades que ha sembrado en ti; ni más que los otros ni lo que no está en tus manos; sólo lo que puedas. Si con esta parábola te pongo en crisis, es para que no te dejes vencer por la comodidad y la rutina.

– ¡Claro, sólo es una llamada a estar vigilante! -he concluido, y he pedido la cuenta.

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