Domingo segundo de Pascua: 19 de abril de 2020

Raúl Romero López
13 de abril de 2020
DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA – A

INTRODUCCIÓN

Cada uno de nosotros tenemos dentro de nuestro corazón un “Tomás incrédulo”. Queremos un Cristo terreno, que siga caminando por nuestras calles y plazas, a quien podamos ver con nuestros ojos carnales. Y, al morir, deseamos meter nuestros dedos en sus llagas. Estamos bien en el Viernes Santo y no queremos que el calendario pase hoja.  Tiene que ser el Espíritu Santo el que nos empuje a la Pascua, a la Resurrección, a la Luz, a la Nueva Vida. A la felicidad sin fin. ¿Por qué nos cuesta tan poco creer en las malas noticias y nos cuesta tanto aceptar la más grande, la más maravillosa, la más interesante de todas las noticias?

LECTURAS DEL DÍA:

Hechos 2,42-47. I Ped. 1,3-7.

EVANGELIO:

Jn. 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Lo que pretende el evangelista San Juan en esta bella narración es describirnos la situación concreta en que se halla una Comunidad que todavía no ha hecho experiencia de la Resurrección y esa misma comunidad cuando ya se ha encontrado con Él.

ESTA ES LA SITUACIÓN DE LA COMUNIDAD ANTES DEL ENCUENTRO CON EL RESUCITADO.

Al atardecer de aquel día. Al atardecer se va la luz y viene la noche, es decir, el tiempo de la desorientación, del no saber dónde uno está, (Pensemos en aquellas noches sin luz eléctrica) y simbólicamente, de la pérdida del sentido de la vida.  Lamentablemente hay muchas personas de nuestro tiempo en esta situación. Están convencidos de que con la muerte todo se acaba.

Las puertas cerradas. Esta frase está dicha especialmente para los cristianos que no creen en la Resurrección. No hay salida, no hay horizonte, no hay perspectivas. Tampoco hay nada que ofrecer. La fe se vacía de contenido. Lo decía San Pablo:” Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe y somos los más desgraciados de todos los hombres” (1Cor. 15,13-14).

Por miedo a los judíos. Después de la muerte de Jesús, todo había terminado para los discípulos. La causa de Jesús había que olvidarla poco a poco como si se tratara de un sueño. Ya no tenían la persona que siempre los defendía. El miedo se había apoderado de sus corazones. En esta situación es imposible la evangelización. Para dar malas noticias ya tenemos los medios de comunicación.

SITUACION DE UNA COMUNIDAD QUE SE HA ENCONTRADO CON JESUS.

Los discípulos se alegran.  Pero no con una alegría normal, epidérmica, que dura muy poco. Se trata de una alegría profunda que “nadie ya les puede arrebatar”. Alegría de cuerpo y alma, alegría que durará para siempre. Alegría que ya no pueden contener y sienten necesidad de comunicar. Ha nacido el testigo, el apóstol.

Puertas abiertas. Aquellos que han estado encerrados, salen a dar esta maravillosa noticia a todo el mundo. Nadie los puede detener. Si tratan de acallarlos, dirán que “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5,29).  Para los que creen en Jesús hay futuro, hay horizonte, hay un primer día de la semana, hay un nuevo porvenir. El futuro no el algo sino Alguien. El futuro es Dios, nuestra patria, nuestro descanso, nuestra plena realización, nuestra felicidad que nadie nos podrá arrebatar.

Pierden el miedo. El encuentro con el Resucitado les hace perder el miedo a morir. Van a la muerte cantando. “Y cuando los meten en la cárcel se sienten felices de haber padecido por el nombre de Jesús” (Hech. 5,41). Me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si Jesús no se hubiera aparecido a Tomás? Se hubiera ido del grupo. No hubiera podido soportar la presión de unos compañeros felices y contentos y él lleno de tristeza. Se sentiría totalmente desfasado. Sin el encuentro con Jesús Resucitado, sin experiencia de Pascua, es imposible llevar una auténtica vida cristiana. La Iglesia no necesita cristianos con caras de Viernes Santo sino cristianos con caras de Pascua de Resurrección.

PREGUNTAS

1.– Vivo mi fe como un peso que tengo que soportar o como un precioso regalo de Dios que cada día debo agradecer?

2.– Después de la Resurrección de Jesús, ¿Todavía tengo miedo? ¿a qué? ¿a quién?

3.- ¿Cuándo termina la Semana Santa para mí: el Viernes Santo o el Domingo de Pascua?

El evangelio de hoy, en verso, suena así:

Reconocemos, Señor,

que somos un fiel reflejo

de tus discípulos tristes,

cobardes, llenos de «miedo».

Habitamos en un mundo

de increencia y desconcierto.
Por ser creyentes, sufrimos
olvidos, burlas, desprecios.

Señor, entra en nuestra casa,
salúdanos, ponte en medio.
Llénanos, con tu presencia,
de paz y de gozo inmenso.

Muéstranos tus pies y manos,
tu costado roto, abierto …

Son tus lecciones de amor,

tu testamento, Maestro.

Como hiciste con Tomás,

ven, Señor, a nuestro encuentro.

Que nuestras dudas se quemen

en tus llagas, sol y fuego.

Que te digamos con fe,

con gratitud, en silencio:

«Señor mío y Dios mío».

Creo en Ti. Tú no estás muerto.

Haz que nosotros seamos

«testigos» de tu Evangelio.

Arropados por tu Espíritu,

anunciaremos tu Reino.

(José Javier Pérez Benedí)

PDF: SEGUNDO DE PASCUA

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