Lo que rebosa el corazón habla la boca
INTRODUCCIÓN
Las imágenes que aparecen en las lecturas de este día son evocadoras, sugerentes: “criba”, “ciego que guía a otro ciego”, “mota y viga”. “CRIBA”. No hay que esperar al juicio final para que criben nuestras vidas y aparezcan nuestras vilezas. Hay que detenerse en la vida y constatar que no todo lo que hay en nuestro corazón es “trigo limpio”. También hay cizaña. Hoy más que nunca hay “GUÍAS CIEGOS” que nos están llevando a la ruina. Pero no sólo en política, también en la Iglesia. Guías a quienes han cegado sus ojos la luz potente y esplendorosa del Papa Francisco. Por eso lo critican. “MOTA Y VIGA”. ¡Cuánto fariseo suelto!… Hay personas a quienes hay que decirles: Y tú, además de criticar, ¿qué haces? ¿Te parece bonita tu vida? ¿Quieres seguir así? ¿Y así esperas presentarte delante del Señor?
TEXTOS DEL DÍA
1ª lectura: Eclo. 24, 4-7; 2ª lectura: 1Cor. 15, 54-58.
EVANGELIO
Lc. 6, 39-45
Les dijo también una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca
REFLEXIÓN
1.– NO ESTÁ EL DISCIPULO SOBRE EL MAESTRO. Discípulo es el que siempre está aprendiendo y nunca quiere dejar de aprender. Los inmediatos seguidores de Jesús no se llamaron “Maestros” sino “Discípulos”. Tenían claro que el Maestro era Jesús. Un Maestro especial, que no sólo enseñaba con sus palabras sino con su vida. Lo que decía era sólo glosa de lo que vivía. Le gustaba enseñar echando siempre la vida por delante. Por eso hablaba con autoridad. En esta sociedad en que vivimos, la Iglesia tiene más necesidad de “testigos” que de “maestros”. Se acabó aquel tiempo en que se decía “Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán responder”. Los verdaderos doctores de la Iglesia son los mártires y los santos. Son aquellos que tanto han seguido al Maestro que han rubricado con sangre o con el testimonio de su vida, la fe que profesaban. En nuestro tiempo ya no es suficiente “hablar de Dios” sino que hay que “hablar desde Dios”. El maestro es una persona que enseña lo aprendido en libros. El testigo habla de lo que “ha visto” “ha descubierto” “ha experimentado “en el misterioso mundo de Dios. No es un profesional de lo religioso, sino un “viajero” que cuenta lo que Dios ha hecho en esa persona. Como nos cuenta María, la madre de Jesús. “El poderoso ha hecho obras grandes en mí” (Lc. 1,49). ¿Se puede ser profesor de teología sin rezar? ¿Se puede predicar sin haber rezado antes esa palabra?
2.– CADA ARBOL SE CONOCE POR SUS FRUTOS. Jesús se sintió defraudado por una hermosa higuera que sólo tenía hojas, pero ningún fruto. Era todo un símbolo del pueblo judío que tenía una hermosa apariencia de vida religiosa: oraba, ayunaba, hacía limosna… pero su corazón estaba lejos de Dios. Jesús se pasó un buen tiempo de su vida pública en “desenmascarar” aquella doctrina. “Los verdaderos adoradores darán culto al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4, 23). Es impresionante el reproche del Espíritu a la Iglesia de Sardes:” Alardeas de estar vivo, pero en realidad estás muerto” (Apo. 3, 1). Para el evangelista Juan, uno no se muere por enfermedad, vejez, o falta de oxígeno. Se muere por falta de amor. “El que no ama está muerto” (1Juan 3,14). Según San Juan Dios es amor. Por eso es imposible encontrar a un cristiano sin amor, como es imposible encontrar a un ser vivo “sin pulso”. El amor es el verdadero A.D.N de un cristiano. Lo decía muy bien San Agustín a los que asistían a Misa:” Todos habéis llegado aquí al Templo y habéis hecho la señal de la cruz; todos habéis escuchado la palabra de Dios; todos habéis respondido “amén” y todos habéis cantado “aleluya”. Peo debéis saber que nadie puede ser cristiano sin amor”. Sólo aquellas personas que “han dado frutos de amor” pueden estar a la derecha del Señor en el día del Juicio (Mt. 25).
3.– DE LO QUE REBOSA EL CORAZÓN HABLA LA BOCA. Jesús distingue bien el “agua de pozo” y el “agua de manantial”. La Samaritana iba todos los días a llenar el cubo en el pozo de Jacob. Esa agua estancada no le podía llenar ni satisfacer. Por eso el cántaro se le quedaba vacío. Jesús le habla de otra agua, no de pozo, sino de manantial. Un manantial que está dentro de su corazón y salta hasta la vida eterna. El agua de manantial brota espontaneo de la abundancia de agua que tiene la tierra por dentro. El cristiano debe dar “agua de manantial” y no de pozo. El cristiano tiene al Espíritu de Jesús que le llena y le desborda el corazón. El cristiano “va de sobrado” por la vida. Le sobra amor, paz, alegría, ilusión esperanza, ganas de vivir… y lo va derrochando por donde pasa. No da de lo que le falta, sino de lo que le sobra. Lo decía muy bien San Bernardo: “El alma humana puede llenarse de muchas cosas, pero ·rebosar sólo en Dios”.
PREGUNTAS
1.- ¿Me considero “maestro” o “discípulo? ¿No me parece bonito pasar toda la vida de “aprendiz” en la escuela de Jesús?
2,- ¿Llevo una vida de fachada, de apariencia? ¿Podré aguantar así durante mucho tiempo? ¿Por qué no cambio ya?
3.- ¿Qué vida estoy llevando? ¿Una vida vacía, ramplona, raquítica? ¿Por qué no me apunto a una vida en plenitud? ¿No crees que valdría la pena? ¿No crees que así harías felices a muchas personas?
Este evangelio, en verso, suena así
Juzgamos a los hermanos
con orgulloso desprecio:
Contemplamos sus acciones
y sólo vemos defectos.
Pensamos tener la luz
y estamos “ciegos” por dentro.
Tenemos que aprender mucho
y nos creemos “maestros”.
Vemos en ojos ajenos
“pajas” que se lleva el viento,
y no vemos en los nuestros
fuertes “vigas” de cemento
Tú, Señor, hoy nos invitas
a poner al descubierto
la verdad de nuestras obras,
deseos y sentimientos.
El valor de una persona
tiene marcado su precio:
Es el “corazón” quien dice
si estamos sanos o enfermos…
Si el árbol de nuestra vida
está mustio, triste y seco,
coloca, Dios Jardinero,
en su corteza, un injerto.
Con tu amor y tu perdón,
con tu alegría y tus besos
seremos “árboles sanos”
cargados de frutos buenos.
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)