Domingo 25, tiempo rodinario: 19 de septiembre de 2021

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos

INTRODUCCIÓN

“El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.  El Hombre libre, el hombre perfecto, el hombre en plenitud, el hombre ideal, va a caer en manos de hombres inicuos, hombres sin escrúpulos, sin conciencia, sin moral, sin dignidad. El más justo, cae en manos injustas; el más santo, en manos pecadoras; el más honesto, en manos sucias; el que “ha pasado por la vida haciendo el bien” va a caer en manos asesinas. Y todo, ¿por qué? Lo dice muy bien el libro de la Sabiduría en la primera lectura de hoy: “Acechemos al justo que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos reprende nuestra educación errada”. Las tinieblas no pudieron soportar la luz de su mirada; la oscuridad de la mentira no pudo aguantar la clara y blanca verdad; la envidia y el odio se estrellaron en la roca inquebrantable de su infinito amor

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Sab.2,12.17-20.        2ª lectura: Sant. 3,16-4,3.

EVANGELIO

Marcos 9, 30-37:

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

REFLEXIÓN

 1.– Atravesaron Galilea, camino de Jerusalén.  Para los judíos del tiempo de Jesús, Galilea era la olvidada, la desconocida, la despreciada. Allí estaban los pobres, los humildes, los mezclados con otras culturas. “Galilea de los gentiles”.  En cambio, para Jesús fue Galilea el centro de su predicación del Reino. Aquella Galilea del lago, de los bellos atardeceres, de las aves del cielo que su Padre alimenta y de los lirios del campo que el mismo Padre viste de belleza, es también la Galilea que acepta con gusto la predicación de Jesús.  Él pasó por las casas y las cosas de los hombres y mujeres de Galilea camino de Jerusalén donde se iba a encontrar con la muerte.  Esto tuvo que ser muy duro para Jesús. También lo es para nosotros, que debemos pasar y sacrificar la Galilea de nuestros sueños e ilusiones; de nuestras vivencias y emociones, camino de Jerusalén donde nos vamos a encontrar con la muerte inexorable. Pero hay una salida: al tercer día resucitaré. La muerte y Resurrección de Jesús en Jerusalén nos ha abierto una puerta a la esperanza que ya nada ni nadie nos puede cerrar.

2.– Jesús se sentó y los llamó. Cuando Jesús “se sienta” es que quiere hablar como Maestro y dar solemnidad a lo que va a decir.  No tiene mucho sentido que, estando en una casa, los llamara.  El verbo griego «phoneo», indica una llamada especial. Tiene relación con la llamada de vocación. Y allí se dice que “los llamó para estar con Él y enviarlos a predicar”. (Mc. 3,14).  Cuando estos apóstoles, mientras Jesús va hacia la muerte, hablan por el camino sobre quién de ellos iba a ser más importante, están demostrando lo lejos que están de las ideas, de los sentimientos, y del Proyecto de Jesús. Por eso quiere acercarlos y darles la gran lección: “Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. El que quiera seguir a Jesús ha de montarse en el carro de los perdedores.  Con todo, cometeríamos un grave error si entendiéramos el lenguaje de Jesús como un camino de infelicidad. Por el camino del egoísmo no podremos nunca realizarnos como personas. El ego nunca tiene bastante, es un ser vacío y sin fondo. Si no nos liberamos de él y nos dedicamos a los demás, nuestra vida será frustrante. Servir a los demás y dar la vida por ellos es la única manera de aprovechar la vida.  Jesús tiene razón.

3.– Y acercando un niño, lo puso en medio, lo abrazó y le dijo: el que acoge a un niño como este me acoge a mí.  En el evangelio de Marcos, el niño no aparece, como en Mateo, en clave moral: modelo de humildad, naturalidad, simplicidad. Aquí el niño aparece como un ser que no tiene derechos, que no tiene importancia, que no cuenta, que no es digno de atención, es decir, en situación de inferioridad. Teniendo en cuenta que este evangelista llama “niña” a la hija de Jairo que ya tiene doce años, podría tratarse del muchachito de los recados, el que está siempre a disposición de los mayores. Lo que realmente importa es que Jesús se identifica con él.  “Jesús se identifica con el irrelevante, el que no tiene prestigio, es débil e indefenso, necesita asistencia. La escena presentada por Marcos se parece a la del juicio final” ( Schanackenburg).

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy apegado a la Galilea de esta vida? ¿Creo que con lo que estoy haciendo cada día me estoy preparando para el viaje definitivo?

2.- ¿Siento dentro de mí una llamada íntima, profunda a estar con Jesús? ¿Le creo a Jesús capaz de llenar mi vida? ¿De hacerme plenamente feliz?

3.- ¿De verdad me creo que los pobres, los que no cuentan, los débiles, son un verdadero camino hacia Dios?

ESTE EVANGEIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Cómo nos gusta, Señor,

estar en el candelero,

ser la admiración de todos,

copar el puesto primero.

No queremos entender

y preguntar nos da miedo.

Sin embargo, ser cristiano

tiene sus “reglas de juego”.

El cristiano sigue siempre

el ejemplo del Maestro.

“Él no vino a ser servido

sino a servir, a ser siervo

Jesús pide a sus amigos

tomar el “último puesto”.

Quien ante Dios, se hace “niño”

es el “primero” en su Reino.

Si pensamos en honores

en  triunfos, en privilegios,

con pesar, nos encontramos

muy lejos del Evangelio.

Nosotros, Señor, con fe,

queremos seguir tu ejemplo:

Dar en servicio de todos

nuestra vida y nuestro tiempo.

Tú, que en el Pan y en el Vino,

te escondes y haces “pequeño”,

haz que, sirviendo, encontremos

nuestro gozo y nuestro premio.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

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