Dichoso aquel que, habiendo encontrado a Dios, es feliz de ser hombre

Salmo 131

1 Señor, mi corazón no es ambicioso,

ni mis ojos altaneros;

no pretendo grandezas

que superan mi capacidad;

2 sino que acallo y modero mis deseos,

como un niño en brazos de su madre.

3 Espere Israel en el Señor

ahora y por siempre.

INTRODUCCIÓN

El salmo 131 rezuma humildad, confianza, serenidad, paz interior. Una paz que el salmista ha conseguido no a base de lucha y de esfuerzo, sino con la constatación de una experiencia gratificante: él está en Dios “como un niño en los brazos de su madre”. En los brazos de una madre el niño está libre de miedos y sobresaltos, de inquietudes y de zozobras. Todo lo que puede desear lo tiene asegurado en ese regazo maternal.

El salmista es consciente de sus limitaciones, de su pequeñez, de su finitud. Todo esto, lejos de preocuparle, le sirve de trampolín para afirmarse más en Dios, el único ser que contiene todas las perfecciones. El versículo final amplía el horizonte a todo Israel, para exhortarle a vivirlo con ese mismo espíritu de humildad y confianza en el Señor.

“Este salmo de confianza, desafortunadamente poco conocido, es un breve cántico maravillosamente tierno y espiritual, de una piedad trasparente; merece ser llamado uno de los más bellos del salterio” (Weiser).

REFLEXION-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

A Dios se le van los ojos detrás de los humildes y sencillos. (v.1).

Este primer versículo del salmo nos invita a aceptarnos a nosotros mismos con humildad. Hay que reconocer el límite de todo lo humano. En nuestra vida concreta, constantemente nos topamos con nuestras limitaciones. Así, decimos:

Me falta:

Amistad: No tengo amigos.

Formación: No estoy preparado.

Salud: Estoy mermado de fuerzas.

Juventud: Cada día me siento más viejo.

Ánimo: Me hundo ante cualquier cosa.

Fuerza de voluntad: Soy débil

Memoria: Se me olvidan los nombres.

¿Qué hacer ante esta situación? Aceptar la postura de los pobres de Yavé. No tienen bienes económicos, ni fuerza social, ni amigos, ni defensores, ni apoyo de nadie.

Estos pobres, empujados por las circunstancias, se vuelven hacia Yavé. La pobreza se convierte en ocasión para la fe. Los pobres de Yavé sólo tienen a Yavé. ¡Nada más! y ¡nada menos!

– Si no tengo amigos, Dios es el verdadero amigo.

– Si no tengo formación, Dios se manifiesta a los sencillos.

– Si me falta ánimo, Dios es mi fortaleza.

– Si me faltan medios, Dios es el supremo valor.

– Si se merma mi salud, Dios es la vida.

El que tiene alma de pobre sabe relativizar todas las cosas y poner a Dios como centro de su vida. Vive necesitado de Dios y de los demás. No se basta a sí mismo. Cada día tiene que mendigar. Se siente puro regalo de Dios. Se siente necesitado de la verdad y de la opinión de los demás.

Acepta con agrado una crítica, una palabra de aliento, una corrección. El alma del salmista no tiene ambiciones. No pretende ser más de lo que es. No tiene envidia del que es más que él. El alma del salmista no anula el deseo. Él desea ser lo que puede ser y nada más. Es feliz llenando las capacidades que Dios le ha dado. Negocia con los dos talentos que el Señor le ha concedido. Y consigue otros dos. Pero jamás envidia al que tiene cinco.

El salmista, que ha sabido aceptarse como es, ha aprendido también a aceptar a los demás como son. Sabe que también ellos son limitados. Por eso no se siente nunca defraudado por nadie. Los fallos del otro no le impiden reconocer todo lo que de positivo hay en él.

La mirada del salmista es humilde. Sabe que toda altanería es castigada por Dios: “Cesará la mirada altiva, se acabará la arrogancia humana” (Is 2,11).

A Dios se le van los ojos detrás de los humildes. Dios miró a María. ¿Qué vio en ella? “La humildad de su sierva” (Lc 1,48). Lo propio de Dios es crear. Y crear es hacer algo de la nada. La Virgen le prestó su nada. Por eso el Espíritu Santo trabajó tan a gusto con ella.

Ante Dios, sólo hay una manera de ser grande: hacerse pequeño y descansar, como un niño, en los brazos del Padre. (v.2).

El salmista se hace pequeño, humilde, silencioso, abandonado en brazos de su madre, consciente de su propia debilidad y de su necesidad de protección. En realidad el texto original tiene más fuerza. No dice como un niño en brazos’ de su madre, sino como un niño después de mamar. El niño, antes de mamar, llora y se agita. Mientras está mamando, siente ansiedad hasta que se llena el estómago. Sólo después de mamar se siente feliz, en intimidad y reposo.

Dios es el único que puede satisfacer todos nuestros anhelos, nuestros deseos y necesidades. Sólo en Dios podemos descansar en paz.

Jesús nos invita a tomar la imagen del niño como modelo del cristiano: “Os aseguro que si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,2).

Profundicemos un poco en las características del niño:

1. El niño se deja querer y vive feliz en dependencia gozosa del padre

El niño se deja regalar, se deja obsequiar. Un niño recibe todo lo que ledas. Dejarse querer por Dios es esencial en nuestra vida cristiana. “Enesto consiste el amor: en que él nos amó primero” (1Jn 4,10). Lo fuertedel cristiano es dejarse amar por Dios. Después vendrá el dar eseamor a los hermanos.Mientras el niño es niño, es feliz con sus padres. Le encanta hablar de sus padres y su dependencia es gozosa y gratificante.

2. El niño tiene capacidad de admiración

El niño va por la vida con los ojos bien abiertos. Sabe sorprenderse, entusiasmarse con las cosas. Ser como niños significa cultivar nuestra capacidad de sorpresa. Es saber estrenar a Dios cada día. Es saber descubrir a Dios como novedad y conseguir que no se haga viejo entre nuestras manos. Hay que recuperar cada día la ilusión por vivir.

3. El niño no tiene pasado

El niño es un ser que acaba de ser creado por Dios. No se ha degradado ni se ha resignado a vivir. No se ha cansado de vivir como los mayores. Al no tener pasado, tampoco tiene prejuicios; cree que los demás son buenos y que no le pueden hacer daño. De todo el mundo acepta un caramelo, un beso, una caricia. “El niño de pecho jugará junto al escondrijo de la serpiente, el recién destetado meterá la mano en la hura del áspid. Nadie causará ningún daño” (Is 11,8-9).

Al no tener prejuicios sobre las personas, toda la vida del niño es un juego, una fiesta.

4.  El niño tiene un futuro por delante

La ilusión de un niño es cumplir años. Lo importante de su vida es crecer. Dios quiere que, en nuestra vida cristiana, siempre estemos creciendo. Hasta el día de nuestra muerte. Es pecado pararse, detenerse, estancarse. Si algo nos está prohibido es morir antes de tiempo. Hay que llegar a la muerte ¡vivos!

v. 3. “Espere Israel en el Señor ahora y por siempre”

Ampliando sus perspectivas, el salmista recomienda a Israel que rehúya de toda confianza en sus propias fuerzas. Le recomienda que se fíe sólo de Yavé en un abandono humilde y confiado. “Yo dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que buscará refugio en el nombre del Señor” (Sof 3,12).

“Ahora”. El tiempo de la peregrinación es un momento importante en la vida del pueblo. Es un tiempo de gracia para renovar su fidelidad al Dios de la Alianza. Ahora es el momento en que el peregrino se siente seguro en los brazos de un Dios cariñoso, cercano, íntimo. Ahora es el tiempo de experimentar lo suave y dulce que es Yavé. Ya no importa que el retorno sea largo o pesado.

“Y por siempre”. Lo vivido estos días de peregrinación no se queda en el templo. El peregrino vuelve a su casa, a su trabajo, totalmente transformado. Y siempre con un propósito: volver. Dios no cambia. Es siempre el mismo. La solicitud que ha mantenido en los días de la peregrinación la tendrá con todos sus hijos dispersos, lejos de Jerusalén. Israel es un pueblo que sabe esperar y confiar siempre en el Señor.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

Mt. 18,3: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos”

1Ped. 2,2: “Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que por ella, crezcáis para la salvación”

Jesús alabó al Padre por la sabiduría de los pequeños y sencillos (Mt. 11,25-27) y enseñó a confiar en Dios, como sus criaturas preferidas (Mt 6, 25-34)

San Agustín: “Amamántate para nutrirte; nútrete para crecer; crece para que comas pan… Pues, cuando comiences a comer pan, serás destetado, es decir, ya no te será necesaria la leche, sino el alimento sólido”.

Maillot: “Habiendo encontrado verdaderamente a Dios, es feliz de ser hombre. Teniendo la verdadera esperanza, él abandona tanto las vanas esperanzas como las inquietudes que desaniman; está al abrigo de las ilusiones y de las desilusiones, del orgullo vano como de la desesperanza extenuante. Encontrando la realidad de sí mismo, puede asumir con paz el mundo real”.

Pablo VI: “Que el mundo se convenza de que la Iglesia lo mira con profunda comprensión, con admiración sincera y con sincero propósito de no dominarlo sino servirlo, no de despreciarlo sino de valorarlo, no de condenarlo, sino de ofrecerle optimismo y salvación”.

ACTUALIZACIÓN

Al mundo actual se le caracteriza por los ruidos, las prisas el estrés. Vivimos estresados. Metidos en el ajetreo de cada día hemos perdido la capacidad de contemplar. Contemplar un paisaje bonito, contemplar el mar, contemplar las estrellas, contemplar la sonrisa de un niño. Nos hemos olvidado de algo importante: “Hay que dar tiempo al tiempo”.   Dios puso en la semana un día de descanso. Lo necesitamos. Y Jesús invitaba a sus discípulos a “descansar”. (Mc. 6,31). No a que descansen ellos solos, sino a descansar con Él.  Nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios. 

PREGUNTAS

1.- ¿Sé aceptarme como soy? ¿Acepto a los demás con sus limitaciones?

2.- ¿Me siento defraudado por los miembros de mi comunidad? ¿Cuándo? ¿Exijo a los demás lo que yo no estoy dispuesto a dar?

3.- ¿Soy mensajero de paz, de armonía interior, de sosiego profundo?

ORACIÓN

“No pretendo grandezas” Señor, cuando medito tu Evangelio me entran unas ganas enormes de ser humilde y sencillo. Los ricos, los influyentes, los poderosos de este mundo, nunca se sintieron cómodos contigo. En cambio, los pequeños, los sencillos, ¡qué a gusto estaban a tu lado! Si el mundo se divide entre los de arriba y los de abajo, tú estuviste siempre al lado de los de abajo. Abajo estaban los niños, las mujeres, los extranjeros, los enfermos, los pecadores…

Tu corazón estaba cerca de todos estos. Les acogías, les curabas, les perdonabas, te hacías su amigo. Toda tu vida fue un abajamiento. Tanto te abajaste que te pusiste a lavar los pies de tus apóstoles, oficio propio de esclavos. Viéndote a ti tan bajo, ¿voy a tener pretensiones de grandeza? Viéndote tan humilde, ¿voy a ser autosuficiente? Señor, que me tire lo pequeño, lo sencillo, lo humilde.

“Como un niño que acaba de mamar”

Señor, me encanta la viveza y plasticidad de esta imagen. El niño, antes de mamar, está inquieto. Mientras está mamando, siente ansiedad, como si le fuera a faltar la leche. Después de mamar, se siente satisfecho, feliz, con ganas de quedarse dormido en el regazo de su madre. Yo, Señor, quiero ser ese niño feliz y satisfecho contigo. Nadie me puede dar la paz y el sosiego que tú me das. ¡Qué bien se descansa en tu regazo maternal!

Allá afuera quedan las prisas, el ruido, el ajetreo, la fiebre del hacer. Hoy, Señor, quiero llenarme de tu silencio para dar más eficacia a tu palabra. Quiero saciarme de tu ternura, para amar en profundidad a mis hermanos. Quiero saturarme de tu paz, para ser un instrumento eficaz de conciliación. Hoy, Señor, quiero llenarme de ti.

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud, en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén