Diario de un confinamiento: desde la Residencia de ancianos de Nuestra Señora de Rodanas (Épila)

Diócesis de Zaragoza
30 de marzo de 2020

Desde dentro del Corazón de Cristo, sufriente, vivo y ardiente

[Por Eduardo Pérez Pueyo, párroco de Épila, en primera persona]

Atendiendo a la petición de la Delegación Diocesana de Medios y OFICIA, hoy, jueves 26 de marzo de 2020, conmemoración de san Braulio de Zaragoza, inicio la siguiente crónica en la que iré contando cómo se está viviendo el confinamiento a causa de la pandemia de coronavirus Covid-19 desde dentro de la Residencia de ancianos Nuestra Señora de Rodanas, situada en el municipio de Épila. 

La existencia de esta residencia se remonta a finales del siglo XIX, y hasta diciembre de 2001 fue dirigida por la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Desde esa fecha, la gestión corresponde a la Congregación Marta y María, y la directora siempre ha sido la Madre Margarita Cardona Zapata. Desde el 1 de marzo de 2015, soy el párroco de Épila haciendo equipo con Fredi Eresmildo Rodríguez Pineda, vicario parroquial, y habitamos en un apartamento dentro de la propia residencia.Jueves, 26 de marzo de 2020

En la primera semana del presente mes de marzo, comenzaron las primeras restricciones de visitas a los residentes. Se empezó a pedir a los familiares que cumplieran ciertas medidas de higiene, como desinfectarse las manos a la entrada de la residencia, llevar una ligera mascarilla, y evitar todo tipo de contacto físico con los ancianos. Esto provocó que, paulatinamente, los familiares fueran dejando de venir. Luego, desde el inicio del estado de alarma, el domingo 15 de marzo, las visitas pasaron a estar prohibidas. 

Los primeros días del confinamiento fueron muy tranquilos. Hasta el jueves 19 de marzo, solemnidad de san José, las religiosas fueron realizando sus actividades diarias de la manera habitual: levantarse un poco antes de las 5 de la mañana, hacer dos horas de oración ante el Santísimo hasta las 7, desayunar, y sobre las 7 y media, ponerse a levantar y a asear a los ancianos, participar en la Eucaristía, dar de comer y cenar, acostar a los ancianos… En fin, acerca del horario de las religiosas, quizás ya habrá otro momento para profundizar.

En los primeros días de cuarentena, algunos de los trabajadores fueron dejando de asistir por tener algún problema de salud o por temor, ya que no se disponían de los medios materiales suficientes para afrontar un posible contagio. Y así, hasta el día de hoy, en que ya sólo quedan dos, de manera que las religiosas han tenido que ir asumiendo todo el trabajo de la casa. Los medios han ido llegando a cuentagotas, pero no están siendo suficientes, hasta el punto de que no se pueden cumplir los protocolos sanitarios que se han ido recibiendo.El jueves 19, se confirmó el primer caso positivo de coronavirus, y todo se ha ido acelerando desde entonces: otro contagio, y otro, y otro… la primera muerte, la segunda, la tercera… los primeros contagios entre los trabajadores y las religiosas… La ayuda que sigue llegando de manera insuficiente… los protocolos que no pueden cumplirse… Las religiosas asumiendo cada vez trabajo, sin medios suficientes… Y nosotros dos, como sacerdotes, tratando de ayudar espiritual y materialmente: escuchando confesiones, celebrando eucaristías, ayudando a dar de comer y de cenar a los ancianos… Bueno, en esto último tengo que reconocer que Fredi es más generoso que yo, puesto que muchas veces he tenido que estar pendiente de llamadas de teléfono, y de atender al Ayuntamiento y a la Guardia Civil.

En estos momentos, la planta 0 de la residencia ha sido habilitada para aquellos residentes que han dado positivo en el virus, o que presentan síntomas, y con ellos están ya confinadas también tres religiosas que dieron positivo. Estas mismas religiosas son las que se están encargando de asistir a los primeros enfermos. Y el resto de la comunidad, junto los trabajadores y los primeros voluntarios que están llegando, se están encargando de cuidar al resto de los enfermos.

Domingo, 29 de marzo de 2020

Durante la tarde del jueves 26 de marzo comenzó a llegar más material por medio del Ayuntamiento, bien donado por empresas, bien realizado a mano en las propias casas. Y el viernes 27 se incorporaron los primeros voluntarios, junto con algunos trabajadores contratados por el municipio. A todos estos, junto con las religiosas y los trabajadores de la casa, un agente de la Guardia Civil les dio amablemente un cursillo para saber cómo utilizar los trajes de protección.

La verdad es que la incorporación de trabajadores y de voluntarios ha supuesto un respiro para la casa, y es también la ocasión para conocerlos, dialogar y establecer relaciones. Algunos viven en Épila, y otros vienen de Zaragoza o de municipios vecinos. Y con todos se da la ocasión de cruzar alguna frase y alguna sonrisa que, aunque tapada por la mascarilla, llegue al corazón.Además, junto con la Guardia Civil vino don Miguel Ángel Melguizo, capellán castrense, y aproveché para pedirle el sacramento de la Reconciliación, pues hacía ya varias semanas que no lo había podido recibir. Es un regalo muy grande participar en los sacramentos con frecuencia, pero cuando esto no se da por una causa mayor (y esta lo es), lo cierto que es que uno se da más cuenta de lo que ha perdido y que quizás antes no valoraba de manera suficiente. Dios me ha dado la gracia de poder celebrar la Eucaristía diariamente para toda la Iglesia universal, pero he echado mucho en falta el no poder confesarme; por eso, cuando pude hacerlo, viví un evento de gracia y de misericordia.

La semana pasada, Fredi tuvo fiebre. Se le pasó, pero hace unos días comenzó a tener tos, que aumentó en la noche del 27 al 28 de marzo, a lo cual se unió la falta de respiración. Así, en la mañana del sábado 28, las religiosas llamaron por teléfono al médico y le contaron los síntomas. Éste avisó inmediatamente a una ambulancia, que a mediodía se lo llevó al Hospital Clínico. Enseguida la noticia corrió por todo Épila, y comenzaron las llamadas y las cadenas de oración: por un lado, las religiosas de Marta y María, por otro, las Concepcionistas Franciscanas, y así hasta abarcar a toda la población.

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