En la línea del Plan pastoral diocesano, la parroquia de San Pedro Arbués ha vivido un año de la caridad, que se ha prolongado hasta los cinco. La encíclica Deus Caritas est de Benedicto XVI, y la magnífica continuidad y concreción de la Exhortación Evangelii gaudium del Papa Francisco han sido el impresionante marco de inspiración e impulso para realizar la caritas in vertitate, y la veritas in caritate. La evangelización de la Iglesia requiere una insustituible cercanía que las parroquias están en condiciones de ofrecer si, como recordaba el Papa Francisco, son capaces de transformarse (n. 28 EG).
El primer elemento de transformación, ha sido, hace ya 8 años, tener la parroquia abierta todo el día siguiendo la expresa indicación de la Evangelii gaudium (n. 47 EG). En segundo lugar, se unieron todas las dimensiones y actividades parroquiales bajo el prisma de la misión de la Iglesia, que es la evangelización (nn. 1-18 EG). Ello nos ha llevado a comprender especialmente las palabras que el Papa Francisco pronunció en el segundo día de su Pontificado: la Iglesia no es una ONG. La caridad incluye un amor desinteresado e integral en ambas direcciones. Y esto se desarrolla en la historia, es decir, lleva tiempo: los encuentros y las conversaciones con tantas personas que se han acercado a las diversas iniciativas de la parroquia (escuela de apoyo para 100 niños, comedor familiar, banco de alimentos, caritas parroquial, etc.) han sido un momento privilegiado para la misión de la Iglesia, es decir, querer por querer, y querer como Cristo.
Esto ha sido gracias a extraordinarios voluntarios, auténticos portadores de Cristo y por eso apóstoles de la nueva evangelización. Son ellos también quienes llevan ante el sacerdote a las personas que tratan cuando surge la necesidad o la ocasión de hablar o de prepararse para recibir algún sacramento. Siempre han hecho falta más voluntarios, y son necesarios más sacerdotes. Por eso puede decirse que es lógico que a un año de la caridad siga un año de las vocaciones, pues se reclaman mutuamente. En este año de las vocaciones sacerdotales se trata de centrar la atención de toda la parroquia para crecer en esta dimensión eclesial que es tarea de todos los feligreses, y de sacar adelante iniciativas concretas, sencillas y realistas que permitan que algunos chicos vivan en un ambiente adecuado la llamada que Dios ha empezado a hacer resonar en su interior.
Hemos empezado por rezar. ¿Por dónde continuar? Por dedicarles tiempo, con un ritmo semanal que es el ritmo de la perseverancia. Hacia aquí irá encaminada la primera iniciativa que comenzará en noviembre: dos horas semanales, donde recibirán una formación de calidad (no importan las ideas del cura de turno sino la enseñanza de la Iglesia), confesión sacramental, dirección espiritual, y la Eucaristía, que ocupará el centro de su vocación sacerdotal, porque es la fuente y el culmen de la vida de la Iglesia. Que los padres sepan que esta iniciativa está al servicio de sus hijos, vivan donde vivan.
Quisiera concluir con un texto del Papa Francisco que resume y funde lo que ha sido el lustro de la caridad y lo que pretende ser el lustro de las vocaciones sacerdotales: «Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria» (n. 200 EG).
Jorge Castro Trapote, párroco de San Pedro Arbués
